Leonardo Padura: “Entregamos sin chistar muchos de nuestros espacios de libertad”
El escritor cubano advierte que las políticas aislacionistas "son un disparate muy peligroso, como lo demuestra la historia"
Leonardo Padura está aliviado. Pero tampoco tanto. Acaba de concluir su nueva novela y no se soporta más, ironiza, siendo así fiel a sí mismo. Es el escritor vivo más importante de Cuba y desde la isla cuenta cómo es la realidad que lo rodea en tiempos de Covid-19. "Tendrías que ver la cola que se forma en la esquina de mi casa cuando sacan paquetes de pollo o detergente", dice a LA NACION. "Ahí se acaban los distanciamientos y si no interviene la policía, hasta puede correr la sangre".
La mirada del genial creador del detective Mario Conde y otros personajes memorables ve, sin embargo, más allá de lo bueno y lo malo de Cuba. Porque esta pandemia, plantea, "ha roto todas las lógicas" con que nos movíamos hasta hace dos meses. "Estamos recibiendo una terrible lección", resume. "No somos tan poderosos como creemos".
Esa lección lo lleva a concentrarse en dos grandes ejes. El primero, los miedos que despertó este virus llegado de tierras lejanas. El otro, la solidaridad. ¿Cómo es eso? Pues que "el miedo es un motor tremendo para mover a los individuos y a las sociedades", se explica, y el resultado es que terminamos entregando, "sin chistar", nuestros espacios de libertad. O dicho de otro modo: "Los instintos pueden ser más fuertes que las convicciones". Pero si los miedos son un factor en nuestra ecuación cotidiana, también lo es -o puede serlo- nuestro lado más virtuoso. "Las políticas de 'yo con mi problema y mis soluciones' son un disparate muy peligroso", dice.
-¿Se imaginó alguna vez como escritor vivir lo que estamos viviendo estos días?
-Vivimos una coyuntura que ni los más desquiciados e imaginativos podían concebir. Esto ha roto todas las lógicas, el desarrollo de las vidas de los habitantes del planeta, la manera de entender nuestras relaciones y de confiar en nuestras capacidades, pues la tecnología ha demostrado de una manera brutal que la naturaleza es capaz de superarla, cuando todo parecía bajo el control de los humanos y sus saberes. Estamos recibiendo una terrible lección: una molécula loca es capaz de acabar con la humanidad, o por lo menos, de ponerla en jaque. ¡A nosotros, los humanos, los vencedores en la lucha por el dominio del planeta! Del carajo.
-¿Cómo es el día a día de esta pandemia en la isla?
-En Cuba lo estamos viviendo de una manera bastante sosegada si se compara con otros países, pero de forma bastante complicada, si volvemos a comparar. Me explico. Por la parte del sistema de salud del país las cosas creo que se han hecho de la mejor manera que se podía hacer con los medios que teníamos para hacerlo. Las cifras de contagiados, muertos y recuperados no son alarmantes, el sistema hospitalario no ha colapsado, y eso quiere decir que se ha trabajado bien. El gran problema de Cuba, desde mucho antes de la pandemia y que arrastraremos después de la pandemia, es económico. La falta de una economía eficiente y productiva, que tiene su reflejo más dramático en la escasez de comida, que se ha hecho más alarmante en estas semanas. Solo tendrías que ver la cola que se forma en la esquina de mi casa cuando sacan paquetes de pollo o detergente. Ahí se acaban los distanciamientos y si no interviene la policía, hasta puede correr la sangre.
-¿Qué enseñanzas le ha dejado hasta ahora la pandemia? ¿Acaso que "resulta que estábamos mejor cuando creíamos que estábamos peor", como planteó en un texto reciente para la BBC?
-Nos ha dejado muchas enseñanzas, de la más tremenda ya te hablé antes: no somos tan poderosos como creemos. Pero, sobre todo, debería enseñarnos lo importante que puede ser la solidaridad en tiempos de cólera. No estoy seguro de que aprendamos esa lección, pues muchos países, sociedades y personas se han preocupado por ellos mismos. Se habla de las emancipaciones económicas, científicas, farmacéuticas. Si las políticas de aislamiento social son efectivas contra el virus, las políticas de cierres nacionales pueden derivar en sentimientos nacionalistas que por suelen ser mezquinos. Porque las políticas de "yo con mi problema y mis soluciones" son un disparate muy peligroso, como lo demuestra la Historia. Además deberíamos pensar en nuevos modelos (o viejos) de sistemas de salud, más democráticos y equitativos, pues los que más lo son han demostrado ser más eficientes en este proceso vivido.
-Y mirando hacia delante, hacia el mundo, ¿qué es lo que más le preocupa post-Covid-19? ¿Teme, como planteó en su libro El hombre que amaba a los perros, que "en el fondo del abismo, acosado por todos los flancos, los instintos pueden ser más fuertes que las convicciones"?
-El miedo es un motor tremendo para mover a los individuos y a las sociedades. Y el miedo a morirnos ha sido fundamental en esta situación. Sin pensarlo demasiado, por nuestro propio bien y por nuestra responsabilidad ciudadana, hemos entregado sin chistar muchos de nuestros espacios de libertad. ¡Tenemos que salvarnos y luego veremos!... Nunca me imaginé que, después de tanto clamar por la libertad para viajar, muchos cubanos exigieran al gobierno que cerrara las fronteras. Los instintos, sí, pueden ser más fuertes que las convicciones. Y estaríamos de acuerdo que, como en China, nos filmen todo el tiempo y de paso nos midan la temperatura, vigilen con quién nos reunimos, nos den o nos quiten puntos por nuestras actitudes individuales, y hasta que nos instalen pantallas como las que imaginó Orwell en 1984, si esa es la forma de salvarnos. O que nos parezca bien que los vecinos espíen y denuncien a los vecinos incumplidores. A que los grandes poderes lo decidan casi todo por nosotros. A que florezcan autoritarismos. Eso me da tanto miedo como el virus.
-¿Hay algo de todo esto que estamos viviendo que, por el contrario, le da motivos de esperanza?
-Sí, por supuesto, debemos tener la esperanza de que todo esto pasará, como un mal sueño, y que los humanos saldremos vencedores del reto más grande que ha tenido nuestra época. Que esos sistemas de salud de que hablaba antes se revisen a fondo y cambien sus principios, al menos en algunos países y que haya cordura para repensar los modelos de desarrollo y de organización social, porque el actual parece que ha llegado a su momento crítico.
-¿Todo esto le provee sustancia o material como escritor?
-Como escritor me ha provocado unos tremendos deseos de escribir algo futurista. Como sabes, soy un escritor realista, que se alimenta de lo que ocurre a su alrededor, porque, como siempre recuerdo, no tengo demasiada imaginación, solo capacidad de ver y procesar lo que vamos viviendo. Pero este fenómeno ha sido tan conmocionante que me están dando deseos de escribir sobre una sociedad futura, siempre amenazada por virus como este, y en la que los ciudadanos entregan sus derechos a cambio de protección. ¿Y si ese virus no existe, solo se dice que existe para que reine el miedo y la gente entregue sus libertades?
-¿Hay alguna pregunta que no le planteé y quisiera responder?
-Lo que más extraño de mi vida anterior, de ese mundo del ayer, son las reuniones con los amigos y los viajes. Desde niño soy un tipo al que le gusta tener mucha gente cerca y como terminé haciendo un trabajo que precisa de la soledad, pues esa vocación se me ha multiplicado y me paso la vida inventando reuniones con los amigos, para tomar algo, comer algo, hablar algo, aunque sea hablar mierda, como dice Mario Conde. Y los viajes que suelo hacer, que casi nunca son de placer, sino de trabajo en función de la promoción de los libros, congresos, festivales, que yo convierto en viajes de placer cuando termino la parte más agobiante (¡las entrevistas!) y vuelvo a ver a los amigos que tengo por todo el mundo. Como en mi trabajo tengo que ser tremendamente responsable y solitario, necesito mucho de esas válvulas de escape en las que disfruto de la parte maravillosa de la levedad del ser y el estar.
-¿Qué hace, pues, sin esas "válvulas de escape"? ¿Aprovecha la modificación de su agenda para escribir?
-He trabajado intensamente en estos días y tenemos ahora mismo esta entrevista porque acabo de hacer algo que me provoca un tremendo alivio: he terminado la revisión final de mi nueva novela y... fua.... ha salido por el ciberespacio hacia mis editores de Tusquets, en Barcelona... Y si todo se arregla un poco, pues en septiembre andará impresa. Se titula Como polvo en el viento y tiene que ver con la diáspora por el mundo de mi generación cubana, que en cierta forma ha sido polvo en el viento. Bueno, en general todo es polvo en el viento, como lo ha demostrado esta dichosa pandemia. Así que, como te podrás imaginar más que leer a otros, he estado horas y horas leyéndome a mí mismo. Hasta que no me soporté más y... fua... allá va eso.
Una serie israelí y mucho Beatle
-Dado que millones de argentinos (y millones más en toda América Latina) están confinados en sus casas desde que comenzó la cuarentena, ¿qué libro o película o serie de televisión o música les recomienda para enriquecerse o pasar un buen rato?
-Les recomendaría, por ejemplo, a los que han visto las ocho temporadas de Homeland, que vean el original israelí, Prisioneros de guerra, y verán la diferencia entre un producto y una obra de arte. Que lean a los buenos escritores de nuestra lengua. Que oigan otra vez a Los Beatles. Y, claro, que los que nos las han leído, que se lean mis novelas, no faltaba más. Algunas son bastante buenas, creo.
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