Coronavirus: Las cuarentenas revierten el éxodo de venezolanos
CARACAS.- Desde Perú y Ecuador. Desde Bogotá, Cali o Bucaramanga. Atravesando fronteras cerradas, caminando por las mismas rutas que recorrieron en sentido contrario o en colectivos dispuestos por distintos gobiernos que antes se los negaban. Miles de venezolanos han emprendido el regreso del éxodo, huyendo de una pandemia para arrojarse a los brazos de otra.
Emigrantes y refugiados que se fugaron del derrumbe revolucionario y que regresan a su país porque ahora no pueden sobrevivir en sus territorios de acogida. Y porque tampoco pueden ayudar a sus familiares en Venezuela, el país donde solo el 16,7% de la población recibe agua potable de forma continua, según el Observatorio Venezolano de Servicios Públicos. El país donde una tercera parte de sus habitantes recibirán en Semana Santa un bono presidencial valorado en algo más de tres dólares.
"Vengo de Perú, allá me agarró Emigración. Me sacaron sin decirme, sin motivos o respuestas. Sin derecho. Me dejaron en la frontera de Ecuador. De Ecuador fuimos hasta Bogotá, en la intemperie, sin ningún tipo de recursos. Y de allá para acá, pasando roncha [sufriendo calamidades]. Éramos 600, cada uno ha llegado hasta la frontera como ha podido. Nosotros no tenemos la culpa de lo que está sucediendo en el mundo", se queja Manuel Rengifo, de 21 años, quien lleva días de caminata y de "colas" (hacer dedo).
Estamos cerca del límite fronterizo, un regreso al pasado del joven que ya pasó por aquí desde Santa Teresa, a una hora de Caracas. Para su desgracia, en Lima había logrado cierta estabilidad económica gracias a su carrito de comida rápida. Ahora camina con una mochila y una mascarilla raída como principal protección. Una imagen que se repite a lo largo de la frontera y se multiplica a lo largo del camino. Los venezolanos se refugian en cualquier lado, ya sean los parques de Bucaramanga o los coliseos de Pamplona.
Jorge Luis Bastidas (34 años) y Ruth Rivero (28 años) están al frente de un grupo familiar de 13 personas, seis niños incluidos. "Muchos se quejan de que les han echado del trabajo y de los arriendos, pero nuestros patrones nos han dicho que nos aguardan hasta que acabe la pandemia. Espero que en Carabobo [estado central de Venezuela] podamos sobrevivir con la tierra", resume Bastidas.
"Me pega irme", reconoce Énder Pérez (28 años), después de tres años en Bucaramanga. Todos ellos hacen cola en la calle esperando que el corredor humanitario se vuelve a abrir para cruzar al otro lado.
La primera ola de Perú llega en estos días a la frontera, pero otra ola se está formando en estos momentos, tras anunciar el presidente colombiano, Iván Duque, que la cuarentena se prolongará, en principio, hasta final de mes. El goteo de la semana pasada se ha convertido en un torrente constante. Entre Colombia, Ecuador y Perú viven en torno a tres millones de los más de cinco millones de venezolanos de la gran diáspora.
El miedo al Covid-19 parece menor entre la diáspora al temor a morirse de hambre. Una buena parte se quejan de que fueron expulsados de sus viviendas alquiladas o de los alojamientos por día. Han perdido sus trabajos y no pueden sobrevivir con la venta callejera.
El temor al colapso fronterizo ha llevado a Emigración Colombia a ralentizar el caudal diaria a cerca de 500. "Pero esto va a seguir aumentando, la gente nos contacta todos los días queriendo retornar", aseguró a LA NACION Tony Vitola, uno de los dirigentes venezolanos en Medellín.
El primer millar llegado el sábado pasado, en colectivos o a pie, cruzó la frontera en grupos pequeños, después de ser desinfectados. En el lado venezolano les realizaron las pruebas, según el gobierno, y fueron confinados. Desde entonces, según la Red Humanitaria de la frontera, se van sumando nuevos contingentes, alrededor de mil por día. Todos ellos temen la llegada masiva de los que vienen huyendo otra vez.
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