Coronavirus: Jair Bolsonaro apuesta por una contovertida píldora salvadora
Dispuesto a imponer su agenda, el presidente busca liberar el uso de la cloroquina para tratar enfermos de coronavirus, aunque la eficacia del remedio aún no ha sido probada
RÍO DE JANEIRO.- A medida que Brasil emerge como el polo mundial del coronavirus, con más de 241.080 contagios y 16.118 muertos, Jair Bolsonaro refuerza el rumbo de colisión y enfrentamiento con la ciencia. El presidente apareció ayer en Brasilia, dos días después de haber perdido a su ministro de Salud, para saludar a seguidores que se aglomeraron frente al Palacio del Planalto, y se prepara para avanzar con un plan de liberación de la hidroxicloroquina para enfermos.
Con un barbijo, Bolsonaro dejó la residencia de la Alvorada y junto con 11 de sus 22 ministros saludó a la distancia a los cientos de personas que se reunieron en el lugar.
Con 485 contagios diarios contabilizados ayer, Brasil ya había superado el sábado a Italia y España en cantidad de infectados, quedando solo por detrás de Estados Unidos, Rusia y Gran Bretaña. Las muertes por coronavirus, en tanto, crecieron un 50% en la última semana.
"Existe política con participación espontánea popular. Eso no tiene precio", celebró el presidente brasileño, desde la rampa de la casa de gobierno. En medio de la crisis política, activada con fuerza por la pandemia, Bolsonaro buscó un acercamiento con el Congreso y el Tribunal Superior de Justicia, después de días ríspidos, y celebró que en el acto no hubiera consignas contra los otros dos poderes, habituales en las marchas. "Ni una bandera que atente contra la Constitución o contra el Estado democrático de Derecho", dijo. El derechista recibió después a un grupo de paracaidistas bolsonaristas en la Alvorada e hicieron juntos flexiones de brazos.
Bolsonaro, quien ha subestimado el coronavirus e incluso ha dicho que no podía hacer "milagros" para evitar fallecimientos, aseguró que el gobierno federal ha dado "todo el apoyo" para atender enfermos de Covid-19. El presidente insiste en que las consecuencias de parar la economía son más nocivas que el virus y se prepara para reforzar esta semana la apuesta con un arma polémica: la hidroxicloroquina.
Nelson Teich, el segundo funcionario en dejar el cargo de ministro de Salud en 28 días, abandonó el gobierno por presiones del mandatario para liberar el uso de ese remedio, indicado para la malaria y aún en etapa de testeos para el Covid-19. En Brasilia cobró relieve ayer una consigna diferente a las habituales: "Hidroxicloroquina ya". Varios manifestantes entonaron canciones defendiendo el uso de la droga.
La cloroquina volvió la semana pasada a dominar el discurso de Bolsonaro, que pretende extender su uso a casos de contagio leves. El Ministerio de Salud anticipó el viernes último que estaba finalizando "nuevas orientaciones de asistencia a pacientes" para iniciar el tratamiento antes de su agravamiento y de la necesidad de utilización de unidades de terapia intensiva (UTI). Se espera que Eduardo Pazuello, un general que seguirá en el cargo de Salud interinamente, avance rápidamente con el protocolo que ampliará el uso.
"La cloroquina resultó famosa porque tuvo la propaganda de Donald Trump y después de Bolsonaro. Es una medicina de bajo costo, fácil acceso, que puede producirse en gran escala rápidamente", explicó a la nacion Patricia Canto, neumonóloga de la Escuela Nacional de Salud Pública del Fiocruz, uno de los institutos médicos más prestigiosos de Brasil.
Miembros del Fiocruz publicaron el mes pasado un estudio sobre 81 enfermos de Amazonas que utilizaron el remedio y en las conclusiones preliminares resaltaron que no es posible afirmar su eficacia. Canto advirtió que, como efectos colaterales, puede causar alteraciones cardíacas y daños oftalmológicos.
El presidente brasileño ordenó a fines de marzo a laboratorios militares que incrementen la producción del remedio a 500,000 comprimidos semanales. Construir el relato de la cloroquina como píldora salvadora puede ser, para Bolsonaro, un arma para imponer su agenda y principal obsesión en la pandemia: relajar más las medidas de cuarentena y reactivar la economía. "Si le dice a la población que existe cura, deja a las personas más tranquilas y motivadas para no quedarse en casa y no cumplir el aislamiento social", explicó Canto.
El deterioro de la capacidad de los sistemas de salud de los estados brasileños siguió avanzando. En Río de Janeiro, la ocupación de UTI estaba ayer en un 85%. La alarma empezó también a sonar con fuerza en San Pablo, la ciudad más rica del país y con mayor cantidad de casos. El alcalde paulista, Bruno Covas, dijo que espera el guiño del gobernador Joao Doria para que se implante un lockdown. "La ciudad está llegando a su límite de opciones", aseguró. Las UTI están en un 90% de su capacidad ocupada y el colapso podría producirse en dos semanas si no se adoptan nuevas restricciones.
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