Coronavirus: en Israel ya se vislumbra cómo será un mundo vacunado
PETAJ TIKVA, Israel.- El mes pasado, cuando los habitantes y el personal de una residencia de vida asistida recibieron la primera dosis de la vacuna contra el Covid-19 de Pfizer Inc., se pusieron a bailar espontáneamente, moviendo las caderas pero respetando los dos metros de distanciamiento social.
Ahora, los 110 ancianos y los 45 empleados del centro de retiro Bayit Balev, en la localidad de Petaj Tikva, el este de Tel Aviv, ya recibieron ambas dosis de la vacuna, pero los ánimos no son nada festivos: Israel sigue en cuarentena, los contagios avanzan por todo el país, y el regreso a la normalidad sigue pareciendo un espejismo lejano.
"Nadie sabe cuándo termina esto", dice Elaine Aber, de 89 años, que tiene 23 nietos y hace meses que no puede abrazarlos. "La sensación en este momento es esa."
Los ciudadanos israelíes están en la línea de frente de la campaña de vacunación más enérgica del mundo. Con más del 30% de la población inoculada con la primera dosis y un 14% con ambas, Israel ofrece una imagen anticipada de cómo puede ser la vida cuando estar vacunado sea la norma.
La respuesta: no demasiado diferente a como es ahora, con restricciones sanitarias en vigor y nuevas variantes del virus circulando por todas partes.
"Hay guerra para rato", dijo el lunes el director general del Ministerio de salud israelí, Chezi Levy. "Si no aprendemos a cumplir la normativa establecida, no vamos a ganarle a la enfermedad. Con la vacuna no alcanza."
Se espera que dentro de dos semanas Israel haya vacunado con ambas dosis a 2,5 de sus 9 millones de habitantes. El gobierno ya vislumbra la reapertura total de la economía, siempre y cuando en las próximas semanas logre controlar las nuevas variantes del virus.
Israel impuso en diciembre su tercera cuarentena, y el domingo anunció el cierre de su único aeropuerto internacional al menos hasta fin de mes, para frenar la propagación en el país de las nuevas variantes. En las últimas semanas, el número de nuevos casos ronda los 9000 por día, pero en estas últimas jornadas marcó un descenso a 7000.
Pero mientras el gobierno evalúa volver a la normalidad, los ciudadanos siguen en estricto confinamiento. Imponer su cumplimiento ha sido especialmente difícil en las comunidades ultraortodoxas, donde los rabinos resistieron el cierre de las escuelas, las reuniones masivas siguieron como si nada, y la policía se ha mostrado reacia a intervenir. Ahora, los ultraortodoxos se están manifestando en contra de un posible aumento de las multas por violar la cuarentena.
Los funcionarios de salud de Israel sospechan que detrás del reciente auge de nuevos casos está la nueva variante supercontagiosa identificada en Gran Bretaña. Pfizer dice que todavía está probando su vacuna contra las nuevas variantes.
Los primeros estudios israelíes sobre el efecto de la vacuna son algo esperanzadores. El departamento de investigaciones de Maccabi Servicio de Salud informó que dos días después de administrarle la segunda dosis a sus pacientes mayores de 60 años, se produjo una reducción del 60% de los contagios de coronavirus y una caída del 60% de las internaciones. También descubrió que de las 128.600 personas que recibieron ambas dosis en ese Servicio de Salud, solo 20 individuos contrajeron Covid-19 más de una semana después de la segunda dosis, y la mitad de esas personas tenían comorbilidades preexistentes, informó Maccabi Servicio de Salud.
Los primeros datos de Clalit, el mayor proveedor de servicios de salud de Israel, sugieren que los índices de contagio empiezan a disminuir dos semanas después de inoculada la primera dosis.
Para quienes ya han recibido ambas dosis, el Ministerio de Salud de Israel está emitiendo un certificado, como base para el así llamado "pasaporte sanitario". Quienes tengan ese certificado podrán ingresar a restaurantes, estadios y demás lugares públicos que fueron cerrados para impedir la propagación de la enfermedad.
Recién ahora los israelíes se atreven a imaginar cómo usarán esa inmunidad que traerá la vacuna.
Harriet Bark, de 76 años, dice que hace unos días fue de visita al departamento de otra residente de Bayit Balev y se atrevió a algo impensable hasta hace apenas unos días: se sacó el barbijo y lo apoyó sobre la mesa. Su amiga hizo lo mismo.
Bark se mudó a Bayit Balev con su marido en noviembre de 2019, así que tuvieron pocas oportunidades de ver a cara descubierta a sus nuevos vecinos. El recibimiento de algunos fue un poco frío, pero ahora se están animando.
"La gente ya no tiene miedo de sentarse al lado", dice Bark. "Antes te espantaban con la mano."
Después de casi un año confinados puertas adentro, los residentes de Bayit Balev -que en hebreo significa "hogar en el corazón"- dicen que muchas de las barreras que les impiden volver a la normalidad son psicológicas.
Nina Kantor, de 80 años, confía en la inmunidad que brinda la vacuna, pero dice que todavía no piensa ir a comer afuera. Tal vez en Petaj Tikva, pero no en la atestada Tel Aviv. "Quién sabe qué variantes del virus andan circulando ahí", advierte Kantor.
Su amiga, la señora Aber, ni siquiera pide comida hecha. "Nunca se sabe quién lo preparó, o qué tiene", dice.
Algunos israelíes ya vacunados empiezan a pensar en viajes internacionales. Gabriel Salzman, que vive en Herzliya y recibió su segunda dosis el jueves, dice que él y su esposa solían viajar al extranjero cuatro veces al año. El crucero por Alaska que tenían programado para el verano boreal pasado fue cancelado, pero Salzman, un jubilado de 73 años, no tiene miedo de reanudar su vida de trotamundos.
"Cuando el mundo esté dispuesto a recibirnos, nos encontrará listos", dice Salzman.
Israel Shafir vive en una granja en Beit Uziel y nada extraña más que las reuniones de su club de lectura, que se mudó a Zoom hace casi un año. Sin embargo, aunque muchos de sus compañeros ya están vacunados, todavía no han vuelto a reunirse, porque no saben si aun vacunados pueden ser vehículo del viru, y contagiar a quienes no han recibido la vacuna.
"Los efectos en la sociedad recién van a empezar a verse cuando quede claro que los vacunados no pueden pescarse el Covid", dice Shafir, de 68 años. "Para que la gente se sienta más en libertad de socializar todavía faltan certezas."
The Wall Street Journal
(Traducción de Jaime Arrambide)
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