Coronavirus: Ibiza, la isla top que vive una tensa calma por la fuerte baja del turismo: entre la angustia económica y el disfrute
IBIZA (AFP).- El verano llegó a Europa y el coronavirus sigue allí. La pandemia que surgió en marzo y que en sus primeras estimaciones de especialistas era un problema para los países en invierno genera rebrotes en varias naciones que creyeron haber terminado con el problema. España fue uno de los primeros países en verse afectado por el brote y también uno de los más golpeados. Tras registrar un pico de casi mil muertes diarias en abril, en junio comenzó a flexibilizar el estado de alerta, a reabrir la economía y en julio surgieron los rebrotes. La seguridad que se creyó iba a poder ser alcanzada no llegó y el turismo es uno de los sectores más afectados en esta época de vacaciones en todo el hemisferio.
Ibiza lo muestra y lo siente. En la playa de Figueretas, como nunca, mantener la distancia social recomendada para evitar contagios es algo simple. En las terrazas de los restaurantes la clientela escasea y muchos de los departamentos están cerrados. Así, la antes tan concurrida isla mediterránea teme el tiro de gracia para su temporada tras la decisión británica de imponer cuarentena a quienes lleguen de España, lo que provoca dudas en los veraneantes.
Mientras tanto los turistas presentes y los lugareños aprecian una calma inédita en esta isla, acostumbrada verano tras verano a verse abarrotada de extranjeros y DJs ansiosos de conocer sus discotecas, sus fiestas y sus playas de aguas claras y pinares.
"El impacto ha sido terrible. La pandemia ha azotado la economía insular por una sencilla razón y es que el 90% del PBI de la isla viene del turismo", explica Vicent Torres Guasch, presidente del Consejo Insular de Ibiza, una autoridad local. A mitad de junio, el archipiélago de las Baleares albergó esperanzas tras recibir a los primeros turistas extranjeros autorizados a venir a España, en el marco de un proyecto piloto bilateral con Alemania. De hecho, en julio, "la reactivación ha sido mejor que lo que esperábamos", dice Iago Negueruela, ministro regional de Turismo en el gobierno balear.
Pero la cuarentena británica impuesta el 27 de julio, en respuesta al aumento de casos de coronavirus en España, amenaza con aniquilar esa recuperación. Y ello pese a que el archipiélago tiene una muy baja incidencia del virus.
"Desde el primer día nos han llamado clientes para anular su reserva", lamenta Lucas Prats, gerente de un hotel cuatro estrellas en el centro de la ciudad de Ibiza. "Para los que tienen que trabajar", a su regreso al Reino Unido, "es un problema" la cuarentena, reconoce.
El ocio nocturno también siente el impacto, ya que el brote de coronavirus provocó el cierre de las discotecas de la isla, entre las más apreciadas del mundo por el nivel de sus DJs y sus fiestas sin fin.
Tranquilidad
En una isla acostumbrada a las muchedumbres en verano, los turistas y los residentes aprecian esa extraña calma. "Es agradable, estábamos paseando por la calle y el ambiente era tranquilo", cuenta Milly Davies tras una vuelta nocturna por el centro de la ciudad de Ibiza.
"Hay menos turistas, menos fiestas, tal vez más familias (...) también se nota en la circulación cuando uno quiere ir a la playa, y eso yendo con niños no está nada mal", comenta Santi Soto, una suiza de 47 años acostumbrada a venir a la isla con su marido y sus dos hijos.
En su taxi, Ángel Torres dice escuchar mucho entre su clientela el comentario de que ojalá sigan así las cosas, "porque no hay masificación, ni en playas, ni en restaurantes, ni en las carreteras, y es una manera de disfrutar de la isla mucho mejor que en los años anteriores", pese a que "el golpe económico es muy fuerte".
En la parte alta de la ciudad, dominada por una fortaleza, Juan José Roig disfruta del canto de las cigarras en su casa. "Tenemos la isla como para nosotros, la estamos disfrutando como hace treinta años (...) pero también tiene que haber un punto medio entre que la gente pueda comer y trabajar bien y que la gente tenga espacio", dice este electricista 53 años. "Deberían replantear un poco el modelo turístico, es inevitable", cierra.
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