Coronavirus: la nueva realidad de Donald Trump ante la ola de contagios y muertes
WASHINGTON.- Hace cinco semanas, cuando los Estados Unidos tenía 60 casos confirmados de coronavirus , el presidente Donald Trump manifestó poca preocupación. "Esto es una gripe", dijo. "Es como una gripe." Incluso hasta el viernes pasado, Trump seguía comparando el coronavirus con la gripe común.
El martes, sin embargo, cuando la cifra en Estados Unidos superó los 187.000 casos registrados y el virus ya se había cobrado más vidas de norteamericanos que los ataques del 11 de septiembre de 2001, la evaluación ya había cambiado drásticamente. "No es la gripe", dijo. "Es muy agresivo."
El presidente de semblante adusto que este martes por la tarde se presentó durante casi dos horas ante losperiodistas en la sala de prensa de la Casa Blanca, rodeado de gráficos que mostraban escalofriantes proyecciones de muertos, estaba tratando de reconciliarse con una realidad que durante mucho tiempo se negó a aceptar. El escenario de mínima de los gráficos predecía la muerte de entre 100.000 y 240.000 norteamericanos, y solo si el país cumplía estrictamente las severas restricciones sociales que ahogarán la economía y empobrecerán a millones de ciudadanos.
Esa crisis que Trump aseguró insistentemente que estaba "bajo control" y que esperaba que se esfumara "milagrosamente" terminó consumiendo su presidencia, poniéndolo frente a un desafío que recién ahora parece ver con cierta claridad.
Las cifras reveladas públicamente el martes ya lo habían obligado durante el fin de semana a revertir su plan de reabrir el país en Pascua, pero no eran nuevas ni inesperadas. Los expertos venían advirtiendo de esa evolución de la enfermedad desde hace semanas, pero por primera vez Trump pareció darles crédito.
"Quiero que todos los estadounidenses se preparen para los días difíciles que tenemos por delante", dijo el presidente en su mayor esfuerzo hasta el momento para preparar a sus ciudadanos para la inminente oleada de enfermedad y muerte. "Nos esperan dos semanas muy duras."
Y después agregó: "Empezaremos a ver una verdadera luz al final del túnel. Pero serán dos semanas muy, muy dolorosas."
En ese escenario de mínima presentado el martes, en las semanas y meses por venir, Trump verá morir por coronavirus a más norteamericanos que los que vieron morir los presidentes Truman, Eisenhower, Kennedy, Johnson y Nixon a causa de la Guerra de Corea y la Guerra de Vietnam sumadas.
El peor escenario podría cobrarse casi tantas vidas de estadounidenses como la Primera Guerra Mundial bajo el presidente Wilson, y 14 veces la cantidad de norteamericanos muertos en las guerras de Irak y Afganistán bajo las presidencias de George W. Bush y Barack Obama.
Tétrica constatación para cualquier presidente y que hizo que ahora Trump anticipe que "probablemente sea lo peor que ha visto el país".
Una pandemia, por supuesto, no es lo mismo que una guerra. Trump no decidió tener una pandemia. Pero será juzgado por la respuesta que dio, y aunque las encuestas muestran un creciente apoyo a su figura, las críticas que recibe desde varios frentes son feroces. Y si bien el martes admitió un cuadro de situación más sombrío que hasta entonces, Trump sigue queriendo reescribir la historia de su manejo de la crisis.
A pesar de que haberlo comparado con la gripe común y de insistir durante semanas que se pasaría con la llegada del calor, el martes Trump aseguró haber entendido desde un primer momento que el coronavirus era un asesino de proporciones históricas. "Sabía que podía pasar", dijo. "Yo sabía todo. Sabía que podía ser terrible, y sabía que tal vez podía ser benigno."
Trump aseguró haberle restado importancia a la amenaza porque eligió ser positivo. "Tengo que darle ánimo a la gente", dijo. "Como saben, soy el porrista del país."
También dijo que sus amigos empresarios le aconsejaban no reaccionar drásticamente contra el virus, presumiblemente por temor a dañar la economía, que de todos modos ahora enfrenta una recesión asegurada.
"Muchos amigos y empresarios, gente con mucho sentido común, que sugirió que nos desentendiéramos, que no hiciéramos nada", dijo Trump, sin dar nombres. "Muchos pensaron y dijeron que era mejor no hacer nada, dejar que pase, como si fuese una gripe. Pero no es una gripe. Es muy agresivo."
El presidente desdeñó a quienes lo critican y dijo que él nunca se desentendió del problema, y volvió a recordar, como suele hacerlo, su decisión de fines de enero de cancelar los vuelos provenientes de China, cuando en realidad ya varias aerolíneas lo habían hecho por cuenta propia. Los expertos, como el doctor Anthony Fauci, directos del Instituto Nacional de Alergias y Enfermedades Infectocontagiosas, ha declarado que gracias a aquella decisión se ralentizó la propagación del virus en Estados Unidos.
Pero Trump lo cita como si fuese la única medida necesaria, mientras que los especialistas siempre dijeron que los beneficios de restringir los viajes eran limitados, ya que Estados Unidos no aprovechó ese tiempo comprado para acelerar los testeos.
El martes, el presidente no explicó por qué los testeos entre la población eran tan lentos, ni por qué había esperado tanto para recomendar la cancelación de grandes eventos, el cierre de los comercios y escuelas, y la limitación de las reuniones de gente, hasta que los gobernadores empezaron a ordenar esas medidas por su cuenta. Tampoco explicó por qué declaró públicamente que el país podría volver a funcionar normalmente a partir de Pascua para luego tener que desdecirse pocos días después, si supuestamente ya entendía la gravedad de la situación a futuro.
Trump aseguró que de no haber bloqueado el ingreso de viajeros desde China, Estados Unidos probablemente se terminaría acercando al peor escenario, con un máximo proyectado de 2,2 millones de muertos. "Cuando uno piensa que pudieron ser 2,2 millones de personas muertas, o incluso más, si no hacíamos nada, entonces quiere decir que hicimos un gran trabajo", dijo Trump. En efecto, Trump parece estar dejando sentadas las bases para luego asegurar que cualquier cifra de muertos por debajo de ese máximo será una validación de su manejo de la crisis.
Más allá del eventual número de víctimas, la pandemia de 2020 parece a tono con las más letales del siglo pasado. La peor de todas fue la gripe española de 1918-19, que se cobró la vida de 675.000 estadounidenses y responsable de muchas de las muertes atribuidas a la Primera Guerra Mundial. Otra pandemia, en 1957-58, mató a 116.000 norteamericanos y la de 1968 a otros 100.000. En 2009, la epidemia del H1N1, por la que Trump fustigó incansablemente a Obama, se cobró apenas 12.000 vidas.
Traducción de Jaime Arrambide
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