Coronavirus: "En Codogno faltan barbijos y tenemos miedo por el coronavirus"
CODOGNO, Italia.- Codogno es un pequeño pueblo de 15.900 habitantes, en el norte de Italia, Lombardía, la región más próspera del país. Peor hoy Codogno es el epicentro del proceso de contagio de coronavirus que obligó a aislar 10 municipios de la provincia de Lodi que suman un total de 50.000 habitantes. En la mañana de ayer sus calles estaban desiertas, los comercios cerrados y muchas de las casas, con las persianas echadas. Mañana lunes nadie acudirá a sus puestos de trabajo y ningún alumno se sentará en un pupitre de las escuelas, cerradas a cal y canto. La subsistencia hasta nuevo aviso, en teoría, será un asunto doméstico.
Giovanni, vecino de la localidad de 52 años, con barbijo y el cuello del anorak levantado, aprieta el paso para llegar a casa de su madre. "¿Miedo? Por supuesto. No tenemos ni barbijos y no nos dieron información real de lo que está pasando. Yo me enteré de gran parte de lo que sucedía por los medios", protesta señalando hacia el hospital, donde está internado el primer paciente contagiado en Italia.
El centro sanitario fue desalojado de una gran parte de pacientes y personal después de que dos médicos se contagiasen y una vecina de la localidad de Casalpusterlengo (el pueblo limítrofe con Codogno) contrajese también el virus y falleciese ayer. En la puerta, un cartel advierte de la clausura de las urgencias y prohíbe el paso al visitante. Un inquietante escenario del que el gobierno italiano todavía no logró señalar el origen -el presunto paciente cero, un hombre que regresó de China el 21 de enero y había cenado con el primer contagiado, dio negativo en los test- que contrastaba con la normalidad con la que algunos vecinos paseaban al perro o salían a comprar víveres a localidades vecinas como Piacenza, a solo 19 kilómetros, donde no existe ningún tipo de restricción y la vida transcurre con normalidad. "¿La verdad? A mí todo esto me parece una exageración", opina Francesca, 83 años, mientras resuenan en medio del silencio del pueblo los golpes de la azada con la que arregla el jardín de su casa.
Francesco Passerini, alcalde de Codogno, explica a EL PAÍS que se hizo todo lo posible para que los vecinos tuvieran información, pero entiende la preocupación de muchos de ellos y las dudas surgidas el primer día. Además, confirma que la semicuarentena y la baja laboral de todos los residentes en los 10 pueblos aislados es indefinida. "No deben salir de esta zona. Ni siquiera para ir a hacer la compra a localidades vecinas [como algunos admiten que han hecho]. Aquí tendrán siempre productos de primera necesidad", recuerda.
Las autoridades llaman a mantener la calma y pusieron en marcha un gabinete de crisis en Roma, en la sede de Protección Civil, que mantiene contacto permanente con Lombardía, uno de los focos con mayor número de casos. Precisamente, esta región suspendió todas las clases universitarias hasta el 2 de marzo. Además, se aisló también Vo' Euganeo, en la provincia de Padua, de unos 4000 habitantes. La región de Friuli Venecia Giulia, fronteriza con la afectada Véneto, decretó ayer el estado de emergencia y el primer ministro, Giuseppe Conte, adelantó que el gobierno, que se reunió en un consejo de ministros extraordinario, está estudiando poner en marcha nuevas "medidas" para hacer frente a la emergencia. Una situación que, al final del día, parecía lejos de estar terminando y para la que el propio presidente de la República, Sergio Mattarella, reclamó unidad y colaboración máxima con los servicios médicos.
La psicosis, más allá de la percepción de cada uno, se extendió ayer por toda Italia. Los barbijos y los desinfectantes comenzaron a agotarse en Roma desde la víspera. El miedo, especialmente tras la vertiginosa ola de contagios, prendió mucho más deprisa de lo que viaja la línea de alta velocidad que une Lombardía con el resto del país. El servicio ferroviario, de hecho, fue interrumpido en varias ocasiones al saltar la alarma entre los pasajeros de que alguno de ellos presentaba síntomas de la enfermedad. En uno de los convoyes, de hecho, un hombre llamó a Emergencias advirtiendo de que conocía a alguien de la localidad de Codogno y que podía haber contraído la enfermedad. En otro, una mujer denunció que estaba sentada cerca de un pasajero de origen chino con posibles síntomas. No fue nada, solo una falsa alarma. Pero el miedo comienza a ser también un potente caballo sobre el que cabalgar políticamente para algunos como Matteo Salvini, que ayer cargó contra el gobierno por su supuesta incapacidad para gestionar la crisis.
EL PAÍS
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