Coronavirus. El biólogo de Milán que quedó varado en una isla de Malvinas sin casos: “Prefiero estar acá”
ROMA.- Siempre hay excepciones a la regla. Así lo confirma la historia del biólogo italiano Filippo Galimberti, varado en una ventosísima, deshabitada y diminuta isla del archipiélago de las Malvinas por culpa del coronavirus. Lejos de estar desesperado, como la mayoría de las personas que no puede volver a su casa, él está feliz.
"Estoy contento, estoy en un lugar lindísimo, acá no hay virus ni riesgo de contagio y aunque ya debería haber vuelto a Milán, prefiero estar acá y no bajo arresto domiciliario, como todos los italianos", dice a Filippo en una entrevista con LA NACION vía WhatsApp desde la isla de los Leones Marinos, la más austral de las Malvinas.
El caso de este investigador italiano de 53 años varado en el fin del mundo, a 12.000 kilómetros de Italia, apareció en un podcast del diario La Stampa, llamado "Quarantine Island", enfocado en quienes se encuentran "aislados al cuadrado" porque, además, rodeados por agua.
Contactado por LA NACION, Filippo, de 53 años, contó que en verdad él no se encuentra "olvidado" entre los pingüinos, ni mucho menos. Debería haber regresado a Italia el sábado pasado en uno de los vuelos semanales que Latam tiene desde Puerto Argentino, que se encuentran suspendidos hasta fines de junio. Pero no está para nada inquieto ni desesperado porque, en realidad, es casi un local: viaja y trabaja en la Isla de los Leones Marinos–territorio de apenas 9 kilómetros cuadrados- desde 1995. Pasa en ese lugar perdido del planeta varios meses al año -los del verano austral- para estudiar y analizar la pasión de su vida: lobos y elefantes marinos, pingüinos, orcas y demás fauna local.
La embajada italiana de Montevideo, Uruguay, que es la competente en su caso, sabe que él está allí, bloqueado, pero acostumbrado más que nadie a vivir en soledad y en un aislamiento muy distinto al que todo el mundo se ha visto obligado en este tiempo de pandemia.
"Aunque estoy preocupado por mi mujer, mi mamá y mis amigos, que viven en Milán, epicentro del brote, la verdad es que acá estoy bien, sigo trabajando, haciendo investigaciones de campo, recolectando datos y comenzando a escribir los papers. Estoy bien organizado", asegura Filippo, que trabaja desde hace 25 años en el Elephant Seal Research Group, ente científico británico.
Biólogo oriundo de Milán, Filippo cuenta que hizo su doctorado de investigación en lugares aún más aislados que el de ahora en Malvinas, en la Península Valdés. Habla español y conoce bien la Argentina, que define como "un viejo amor", porque también pasó varios meses con proyectos del mismo tipo en Baja California, México. Normalmente trabaja junto a su esposa, Simona, también investigadora y a quien conoció justamente durante un proyecto con lobos marinos. "Solemos quedarnos acá hasta mediados de abril, pero ella tuvo que anticipar su regreso debido a problemas familiares y la verdad es que estamos acostumbrados a estar separados durante períodos largos... Ahora es ella quien me aggiorna sobre lo que está pasando con el coronavirus en Milán y la verdad que es difícil imaginarse todo eso", dice.
La vida en Malvinas
Filippo vive en una casita de 18 metros cuadrados que se levanta en medio de la nada, muy cerca de la playa y que cuenta con energía eólica y solar. La cita para la entrevista es a sus cinco de la mañana porque a esa hora no le contabilizan los llamados de ese tipo, que si no, le devoran la cuota de su paquete mensual de Internet. Afuera el termómetro supera apenas los 0 grados, hace frío y arrecia "la usual tempestad, con viento del suroeste que viene de la Antártida, con lluvia y granizo".
Aunque en las últimas semanas la vida cambió dramáticamente para miles de millones de personas en el mundo, obligadas al confinamiento y aterradas por un enemigo invisible, para Filippo es muy distinto. "Salvo el hecho de qué no sé cuándo podré volver a mi casa, mi vida no cambió para nada. Aquí no hay virus, solo hay otras dos personas, mis vecinos y dueños del lodge que hay para quienes vienen aquí a hacer turismo, que está por supuesto cerrado. Y sé que en el resto de las islas la situación está bajo control. Han sido muy eficientes y solo se han registrado 11 casos de militares de la Base Mont Pleasant", precisa. Hablando de esa base militar, sabe que hay cada tanto vuelos organizados por el Ministerio de Defensa británico desde Inglaterra, que podrían llegar a ser una alternativa para regresar, aunque son difíciles de abordar porque normalmente hay lugares muy limitados para civiles ya que transportan mercancías y el servicio postal.
¿Cómo es su vida y cómo se las arregla para sobrevivir? "Estoy organizado. Al margen de pasar todo el día afuera haciendo trabajo de campo en las playas y recolectando datos de los animales y de las orcas, a quienes ya conozco con nombre, una se llama Carla, como mi mamá -porque están marcadas-, con un ritmo muy intenso, me ocupo de una huerta y ahora que a las 18.30 ya oscurece, llego a la noche muerto de cansancio. Acá es normal tener que organizarse con los víveres y tener provisiones para mucho tiempo porque esta isla no tiene ni puerto, ni muelle, ni bahía y es una aventura descargar las cosas del barco que pasa cada seis semanas... Así que tengo diesel para la calefacción y comida, aunque extraño a mi mujer, que es una gran cocinera", afirma. "Y extraño, además, el pan italiano fresco y el queso gorgonzola, que me encanta", precisa Filippo.
Entre sus parientes cercanos y amigos de Milán, "cruzando los dedos", al momento nadie se contagió con el nuevo coronavirus. "Pero sé que la situación es muy seria. Aunque conozco poco del Covid-19, como científico debo reconocer que estoy fascinado por la creatividad de la naturaleza que a través de un virus pudo repentinamente poner en crisis a la civilización occidental", comenta.
Más allá de todo, se define optimista: "Sustancialmente soy positivo y estoy seguro de que con tiempo los científicos podrán llegar a una vacuna". Y concluye: "Estamos sufriendo todos, yo menos y con el respeto que siento por todos las personas que perdieron la vida, una tragedia colectiva, espero que todo esto sirva para aprender más sobre cómo se difunden las epidemias y cómo podemos reaccionar ante ellas de modo más racional, menos confuso y más eficiente".
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