Coronavirus: cuatro posibles consecuencias que puede tener en América Latina
Esta columna fue publicada originalmente en Americas Quarterly . El autor es su editor general y vicepresidente de la Americas Society and Council of the Americas
América Latina no está en centro de la epidemia de coronavirus, pero está claro que tampoco está inmune. Ya se confirmaron casos en una docena de países y los mercados financieros también operan a la baja en una región que incluso antes de la aparición de esta última crisis ya tenía que lidiar con el estancamiento económico y la agitación política.
Hay muchas cosas que todavía desconocemos del virus: su verdadera tasa de mortalidad, el trastorno económico que causará, y si resultará menos severo en los climas por lo general más cálidos de América Latina. Pero no es demasiado temprano para pensar en las posibles consecuencias políticas, económicas y sociales para los 500 millones de habitantes de la región, y para quienes allí invierten.
En base a conversaciones mantenidas en los últimos días con economistas, políticos y otras personas, hemos identificado cuatro posibles consecuencias causadas por el virus:
1.Más indignación por la desigualdad
Desde octubre, de Chile a Colombia y más allá, han estallado protestas cuyo tema central es la desigualdad. Las clases medias en particular expresaron su malestar por el desigual acceso a servicios como la educación y la salud. ¿Qué pasaría si las cuentas de Instagram de las personas empezaran a llenarse con filas interminables de pacientes sufriendo (o peor aún) en los pasillos de los ya abarrotados hospitales públicos de la región, mientras los ricos reciben un tratamiento decente en las clínicas privadas?
Hace años que las encuestas indican que para los brasileños el mayor problema es la salud, más acuciante aún que la corrupción, el delito y el desempleo de dos dígitos. Y los colombianos dicen que la salud es un problema más importante que el terrorismo y los grupos guerrilleros. Según un importante informe publicado en agosto por la London School of Economics, aunque todos los sistemas de salud latinoamericanos apuntan a la cobertura universal, "en la práctica solo proporcionan una cobertura parcial". Solo Costa Rica y Uruguay cumplen con la recomendación de la Organización Mundial de la Salud de que los países de ingresos medios y medio-altos inviertan 6 % del PBI en salud; México y Perú destinan apenas la mitad de ese porcentaje.
Dicho de otro modo, no se necesita mucho para convertir los sistemas de salud pública en un caos total y atizar el fuego de la indignación social. En los establecimientos privados, como los hospitales Albert Einstein o el Sirio-Libanés de San Pablo, la calidad de los cuidados es similar —e incluso a veces superior— a la de Europa y Estados Unidos. En estos tiempos en que gran parte del mundo occidental centra la atención en la brecha entre ricos y pobres, ese contraste en el tratamiento podría convertirse en dinamita política, en particular si la epidemia alcanza proporciones verdaderamente trágicas.
2. Un año aún más duro para las economías
Según estimaciones de enero del FMI, si bien la economía global mostró solidez en los últimos años, América Latina casi no creció, con una expansión regional de apenas 0,1 % en 2019 (0,8 % excluyendo Venezuela). El FMI redujo su pronóstico de crecimiento a 1,6 % (1,9 % sin Venezuela) para 2020, pero esa previsión fue anterior a que se conociera el posible impacto del virus. Más realista parece el pronóstico de 1,1 % de crecimiento para las siete mayores economías de la región recientemente actualizado por Goldman Sachs, aunque también podría corregirse a la baja.
Además de los problemas de los últimos años —baja inversión, deuda alta, políticos poco oficiosos y escándalos perniciosos—, las economías de América Latina ahora tienen que enfrentar una lentificación del crecimiento, de los flujos de capitales y, fundamentalmente, del comercio a nivel mundial. China, donde se cree que comenzó el brote, es el socio comercial número uno de Brasil, Chile, Perú y muchos otros países. Los precios de los productos básicos que produce Sudamérica registraron pérdidas: la soja cayó un 6 % en relación a su pico de enero, el cobre un 10 %, y el petróleo casi un tercio incluso antes de la liquidación del lunes. No sorprende entonces que muchos inversores globales estén particularmente interesados en retirarse de la región, mientras el real brasileño fue en un momento de la semana pasada la moneda con el peor desempeño en lo que va de 2020, con una pérdida del 12 %. México, donde el turismo representa 8,5 % del PBI, es por lejos la economía regional más expuesta a las perturbaciones a largo plazo en los viajes. En cambio, tal vez les vaya un poco mejor a los países con economías más saludables, como Perú y Colombia.
Por más que haya una recuperación rápida (la conocida curva con forma de "V"), la crisis podría tener efectos duraderos en las economías de la región. Debido a los recientes conflictos comerciales de Washington con Pekín, ya estaba en boga hablar de una "renacionalización" de las cadenas de suministro. En México, esa tendencia podría dar resultados positivos o negativos: si forma parte de una matriz económica integrada con América del Norte, la crisis podría ser vista como positiva a largo plazo en términos económicos. Pero si la crisis degenera al punto de que se cierren todas las fronteras, podría ser un desastre absoluto.
3. Cambio de valores en política
Incluso dentro de los estándares de América Latina, las políticas de los últimos años fueron disfuncionales, ya que en los países no se realizaron las reformas necesarias y se ahuyentó a los inversores. Pero las crisis severas podrían forzar a los líderes a dejar la insensatez y la polarización de lado y concentrarse en lo verdaderamente importante.
No se rían, pero en Brasil ha habido señales en ese sentido el domingo, cuando el presidente de la Cámara de Diputados Rodrigo Maia le presentó una ofrenda de paz al presidente Jair Bolsonaro al tuitear que "esta crisis puede convertirse en una oportunidad para aunar fuerzas en busca de soluciones urgentes". No es imposible pensar que los políticos argentinos superen sus diferencias —la infame grieta— para encontrar una solución acelerada al problema de la deuda y otros asuntos antes de que pierdan completamente la atención de Wall Street. En una región atestada de noticias falsas, y con una de las tasas más altas del mundo en utilización de las redes sociales, los gobiernos (y los medios de comunicación tradicionales) también tienen una oportunidad para reafirmar su credibilidad si durante esta crisis logran ser percibidos como fuentes de información serias y honestas.
En su defecto, las cosas podrían empeorar. Si así fuera, el coronavirus aceleraría la creciente desconfianza en los políticos y la democracia misma que ya se ve en muchos países. Como indicó la última edición de la revista Americas Quarterly, los militares están recuperando peso en la política de América Latina, de un modo que en cierta manera evoca las décadas de 1970 y 1980. Una crisis terrible solo haría aumentar el clamor por la ley y el orden, y en algunos lugares aceleraría el regreso de los generales.
4. Más discriminación contra los migrantes
La ola de migración sin precedentes que afecta a América Latina, encabezada por los cinco millones de venezolanos que desde 2016 emigraron a Colombia, Perú, Brasil y otros países ya venía generando un rebote negativo. Cada persona que inmigra compite por puestos de trabajo y servicios sociales con los residentes locales, en particular aquellos de la base de la pirámide social. En una encuesta de diciembre del año pasado, el 69 % de los colombianos dijo que tenía una opinión "desfavorable" de los inmigrantes venezolanos, mientras que en Perú la desconfianza hacia los venezolanos aumentó del 40 % en 2019 al 68 % en 2019.
Es fácil ver que el resentimiento y la xenofobia podrían empeorar, por ejemplo, si los venezolanos (o los centroamericanos en países como México) fueran vistos como competidores de los residentes locales por los escasos medicamentos y las camas de los hospitales. El mismo efecto tendría un aumento del desempleo en los países huéspedes. Algunos comentaristas también expresaron su preocupación por la posibilidad de que el virus se dispare en Venezuela, que ya es un desastre humanitario y en salud pública. Eso podría incrementar el estigma social de una población migrante que ya lucha contra el sarampión y enfermedades de transmisión sexual, y podría aumentar la presión para que los gobiernos cierren las fronteras por completo.
Es posible que con el tiempo estos y otros temores resulten infundados, y espero que así sea. Es verdad que en épocas de grandes crisis los humanos son capaces de mostrar una inmensa generosidad y compasión con los necesitados. También vale la pena señalar que durante las grandes crisis globales del siglo XX, América Latina, protegida de los peores efectos de la guerra y la depresión por la distancia y la geopolítica, muchas veces fue vista como un refugio. Tal vez la historia tome una vez más ese mismo curso.
(Traducción de Ignacio Mackinze)
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