Nueva York se abre en medio de temores y protestas masivas
NUEVA YORK.- Después de doce semanas que podrían haber salido de una película postapocalítptica, Nueva York comienza su reapertura. Unas 400 mil personas volver a trabajar en la Gran Manzana tras casi noventa días sólo restringidos para las actividades esenciales. Construcción, manufactura y comercios (con venta sólo para llevar) son las industrias que participan de la tan esperada fase 1. Una reapertura que comenzó con protestas populares por la justicia racial y que han obligado a ajustar planes.
Este lunes, Nueva York amaneció en una dicotomía: la emoción de por fin ver los primeros pasos hacia la salida de una pesadilla, y el deseo de los manifestantes, quienes buscan que su lucha popular no se de por vencida. Los jóvenes no quieren un regreso a business as usual sin antes obtener respuestas claras a sus reclamos.
La postal de la reapertura lejos ha quedado de lo que se esperaba. En el sur de Manhattan, foco neurálgico de tiempos prepandemia, muchas de las tiendas que hoy deberían abrir al menos para llevar, continúan tapiadas. Los últimos día se vieron vandalizadas por reducidos grupos de personas que saquearon locales de todo tipo mientras se daban pacíficas protestas en distintos sectores de la Gran Manzana.
Las obras de construcción de la Gran Manzana, sin embargo, sí comenzaron a toda marcha. Después de casi 90 días de inactividad, trabajadores volvieron sus puestos con la ilusión de no volver a detenerse. Con barbijos y un esfuerzo por mantener el distanciamiento social, las enormes máquinas volvieron a sonar manejadas por trabajadores que ruegan no ver sus empleos otra vez frenados.
La red de metro que supo ver a más de 5 millones de viajeros a diario y que quedó reducido a un puñado de trabajadores esenciales, hoy despertó con mayor actividad. La Autoridad de Tránsito Metropolitano de Nueva York (MTA, por sus siglas en inglés) anunció que se espera un 20 por ciento de aumento en el uso de transporte público, que tan relegado había quedado por temor a un eventual contagio del virus respiratorio.
Para alcanzar su fase 1 de reapertura, la ciudad de Nueva York, al igual que otras nueve regiones del estado, tuvo que cumplir con un sistema de siete métricas vinculadas a objetivos sanitarios dispuestos por el gobierno de Andrew Cuomo. Esta etapa incluye la reactivación de las industrias de la construcción, manufactura y la apertura de tiendas con ventas sólo para llevar.
En una ciudad en la que el silencio se volvió el ruido más ensordecedor por el avance del coronavirus, nadie imaginó que masivas protestas serían parte de la ecuación en el diseño de una reapertura. El asesinato de George Floyd en Minneapolis, Minnesota cambió todo pronóstico. El control de las calles desiertas pasó a estar en manos de una revolución liderada por jóvenes que aspiran a un cambio social que rompa esquemas de daño sistemático en el país.
Desde hace dos semanas, manifestantes han desafiado no sólo a autoridades del país, sino a al virus que no perdona. "El problema es más grande", dijo Victoria a LA NACION, una joven en una masiva protesta en Columbus Circle, frente a una de las torres que lleva el nombre Trump, en Nueva York. "Intentamos tomar todos los recaudos para cuidarnos, pero hoy tenemos que estar acá", subrayó. La muerte de Floyd volvió a poner luz sobre una problemática que atraviesa a Estados Unidos desde hace cientos de años: el racismo. Hoy, los movimientos sociales aspiran a ver una transformación en la policía, responsable de la muerte de un afroamericano cada 34 horas en el país norteamericano.
De rodillas sobre el caliente asfalto, cientos de miles corearon: "Sin justicia, no hay paz". Mientras autoridades se preguntan hasta cuándo se verá esta postal de sudorosos manifestantes en marchas populares, los jóvenes se limitan a afirmar que hasta que vean cambios.
En un esfuerzo por calmar la tensiones populares, el alcalde de la ciudad Bill de Blasio anunció ayer que quitará parte del financiamiento a la policía de Nueva York (NYPD, por sus siglas en inglés) para destinarla a iniciativas sociales. Hasta ahora, NYPD recibía un 6 por ciento del presupuesto anual, lo que significan unos 6 mil millones de dólares. Todavía no precisó cuánto de eso se vería recortado por decisión administrativa.
Seis meses atrás, la noción del Covid-19 no existía. Es difícil asimilar lo poco que todavía se sabe de él. El nuevo virus trastocó los escenarios de la vida cotidiana en el mundo, hirió a su paso, rompió familias y transformó ciudades que, poco a poco, se adaptan a la tan reiterada nueva normalidad.
Ahora, con tanta gente agolpada en las arterias de Nueva York, las autoridades ruegan a los manifestantes que tomen precauciones y se realicen testeos de coronavirus. Una oleada de síntomas que podrían regresar a la ciudad que tuvo picos de hasta 800 muertos por día despierta alarmas en los expertos en salud.
Con 378 mil casos y 25 mil muertes, Nueva York supo ser epicentro de la crisis sanitaria que más fuerte golpeó a Estados Unidos. Los camiones frigoríficos que almacenan cuerpos son todavía protagonistas de una escena desoladora que sueña con dejar el terror atrás. En las calles, de la misma manera, manifestantes aspiran a que lo que quede atrás sean las inequívocas diferencias sociales y la justicia racial predomine.
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