Coronavirus: cómo el turismo en Croacia ayudó a alimentar la segunda ola en toda Europa
NUEVA YORK.- Croacia fue el raro caso de un país europeo que en mayo logró reducir a cero los nuevos casos diarios de coronavirus. Pero ahora Croacia se ha convertido en ejemplo de cómo el turismo de verano puede desencadenar una segunda ola de infecciones que se extiende por gran parte del continente.
Ese desplome -de modelo a seguir a ejemplo a evitar- arrancó a principios de verano europeo, cuando el gobierno croata, preocupado por la actividad económica, decidió reabrir las fronteras de la nación costera para seducir al turismo extranjero, pilar de su economía. Después de infectarse, los turistas regresaron a sus países llevando con ellos el virus.
Croacia se ha convertido ahora en un caso de estudio sobre cómo los viajes internacionales actúan como aceleradores de la pandemia. Al igual que en Croacia, los viajes hacia y dentro de otros destinos turísticos tradicionales han fogoneado el número de contagios en Europa, según funcionarios de salud. En Francia, por ejemplo, se vincula a los veraneantes franceses con el aumento de casos en el sur del país y a lo largo de su costa atlántica. Y España, después de una gran afluencia de visitantes nacionales y extranjeros, está atravesando un récord de nuevas infecciones, concentradas en Madrid y en otros puntos turísticos importantes.
Si bien los expertos dicen que la escalada de Covid-19 fue impulsada por los viajes de vacaciones a los principales destinos turísticos de Europa, el ejemplo de Croacia, una pequeña nación balcánica que parece haber tenido un papel enorme en la propagación del virus, muestra cómo la temporada de verano hizo que se desperdiciara parte de lo logrado por el continente en la lucha contra la pandemia.
Tras el levantamiento de las cuarentenas, las autoridades croatas permitieron la reapertura de bares y clubes nocturnos en destinos populares a lo largo de la costa del Adriático, atrayendo a gran variedad de turistas, desde estudiantes alemanes gasoleros hasta celebridades como Jay-Z y Beyoncé, que pasaron allí unos días.
Con su clima mediterráneo, sus más de 800 kilómetros de costa sobre el Adriático, sus pintorescas ciudades antiguas y una gran variedad de alojamientos accesibles, Croacia es un imán durante todo el año, tanto para los turistas de Europa Occidental como Oriental. En 2019, según la Oficina de Turismo de Croacia, el país recibió a 21 millones de visitantes.
Maria Tejero, de 34 años, dice que viajó por la costa croata en agosto, pasando por la isla de Hvar y las ciudades de Split y Dubrovnik. Describe fiestas llenas de gente y bares y restaurantes repletos, donde casi nadie cumplía con el distanciamiento ni usaba barbijo.
"La gente nos decía amablemente que no hacía falta cumplir con el uso de barbijo en los bares o comercios", dice Tejero, quien vive en la ciudad italiana de Parma.
Costos económicos
Por su parte, los gobiernos europeos, desesperados por reponerse de los ingentes costos económicos y políticos de las cuarentenas de abril y mayo, abrieron las fronteras internas de la Unión Europea en junio, desencadenando una avalancha de turistas que se movilizaron hacia la región más soleada del continente.
Según las autoridades sanitarias de varios países, el resultado fue un aumento de los contagios entre los viajeros, principalmente los más jóvenes, que llevaron el virus de regreso a sus países de origen. Se trata del mayor revés que haya sufrido Europa en su lucha contra el virus desde la primera ola de contagios, que alcanzó su punto máximo en marzo y abril.
Ahora que luchan contra un aumento del coronavirus en su propio país, las autoridades de Croacia dicen que la decisión de reabrir completamente el país antes de la temporada turística era un riesgo calculado y necesario para evitar un colapso económico.
"La gente tiene que ganarse la vida", dijo el presidente Zoran Milanovic en una reciente entrevista televisiva. "Tal vez al final no sea tan grave", agregó, señalando las bajas tasas de mortalidad hasta el momento.
Hasta fines de julio, Croacia había recibido a 2,5 millones de visitantes, entre un 40% y un 50% menos que el año pasado. En comparación, según cifras oficiales, España perdió el 75% de los visitantes, Portugal el 83% y Turquía el 86%.
Con el tráfico aéreo con restricciones y muy reducido en gran parte del mundo, la ubicación de Croacia en Europa Central goza de una gran ventaja, ya que permite el acceso terrestre desde un gran número de países. En agosto, pico de la temporada de verano, hubo esperas de hasta 10 horas y largas filas de autos y micros en las fronteras para ingresar al país.
Alemania, Austria y la República Checa dicen que el repunte de los contagios desde mediados de julio se debe en parte a los turistas que vuelven de Croacia.
Viajeros
Según el Instituto Robert Koch, máxima institución epidemiológica alemana, el 12% de todos los nuevos casos de Covid-19 registrados en Alemania entre el 10 de agosto y el 6 de septiembre fue de viajeros que acababan de volver de Croacia. El país también encabeza la lista de destinos donde se infectaron los alemanes durante el mismo período.
La República Checa también está experimentando un número récord de nuevas infecciones, que según las autoridades recrudecieron tras el regreso de los casi 100.000 turistas checos que visitaron Croacia en agosto. En Austria, más de un tercio de los nuevos casos se dio en turistas que regresaron a principios de este mes: más de mil de ellos habían estado en Croacia.
En la propia Croacia, el número de nuevos casos diarios también aumentó: de un máximo de 96 a principios de marzo, a los 369 registrados el 3 de septiembre, récord diario del país hasta ahora, según la Universidad Johns Hopkins. Croacia registra hasta el momento un total de 14.279, sobre una población total de cuatro millones de habitantes.
La situación llama la atención por su similitud con el hecho que contribuyó a desencadenar la primera ola de coronavirus en Europa, a principios de este año, cuando miles de turistas provenientes de todo el continente contrajeron el virus en Ischgl, una estación de esquí austriaca, y lo llevaron consigo de regreso a sus países.
"Algunos turistas que llegaron infectados, pero la gran mayoría se contagiaron estando acá", dice el doctor Capak, jefe del grupo de expertos sobre el coronavirus de Croacia. Al igual que en el caso de Ischgl, los expertos croatas están convencidos de que el contagio de la mayoría de los turistas en Croacia se produjo en clubes nocturnos, bares y fiestas.
Capak dice que las autoridades emitieron recomendaciones para bares, restaurantes y lugares de entretenimiento, sobre el distanciamiento social y el uso de barbijo, pero que no eran obligatorias. En consecuencia, muchos lugares funcionaron libremente y sin restricciones.
Mirjam Hagmann, una joven de 26 años recientemente graduada de la Universidad de Malmo, Suecia, dice que en julio estuvo en la isla croata de Krk y que casi nadie usaba barbijo.
"Era entendible: hacía mucho calor y nadie quería ponerse una máscara sobre la cara", dice Hagmann. "Todo era igual que antes de la pandemia."
Un drástico cambio en comparación con los meses previos, invierno y la primavera, cuando Croacia logró defenderse del virus gracias a un sistema de atención médica bien preparado, una drura respuesta epidemiológica y un alto grado de control ciudadano, dice Ivan Dikic, profesor de bioquímica en la Universidad Goethe de Fráncfort, y oriundo de Croacia.
"Pero después del éxito inicial los controles se fueron relajando, porque después de una cuarentena muy estricta la gente estaba ansiosa por salir, viajar y disfrutar del verano" dice Dikic. "Aun así, es incomprensible que se hayan abierto los clubes nocturnos."
Antje Rothemund, una alemana que vive en Francia y suele realizar tours en yate por las costas de Croacia, habla de la maravillosa sensación de libertad que tuvo allí en agosto, después de las estrictas reglas del confinamiento de Estrasburgo, donde vive.
"No sé si fue ingenuidad, un intento calculado de atraer turistas o un poco de ambas cosas, pero no había barbijos ni distanciamiento, y las mesas de los restaurantes y cafés estaban abarrotados y sin ninguna distancia especial", dice Rothemund, de 57 años. "Era igual que todos los años."
The Wall Street Journal
(Traducción de Jaime Arrambide)
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