Coronavirus: cómo logró Islandia volver a la normalidad con casi cero casos
REIKIAVIK.- La fría Islandia, el país con la menor tasa de incidencia de Covid-19 en Europa, se dio el lujo a contracorriente de levantar esta semana una serie de restricciones a bares, piletas y gimnasios, mientras recupera una vida casi normal, concentrándose ahora en los controles fronterizos.
En Kaldi, un bar en el centro de la ciudad de Reikiavik, los barriles de cerveza vuelven a fluir desde la reapertura de los establecimientos a principios de semana. “Me siento privilegiado”, dice Gunnar Gudjonsson, oftalmólogo de 72 años, que se juntó con un amigo después del trabajo en uno de los tres espacios delimitados del establecimiento.
Islandia es el único país desde hace tres semanas clasificado como “verde” en el mapa del Centro Europeo para la Prevención y el Control de Enfermedades (ECDC), lo que significa que los países de la Unión Europea (UE) están llamados en teoría a no exigir pruebas o cuarentena a los viajeros procedentes del país.
Desde mediados de noviembre, con buenos resultados, la gran isla del Atlántico Norte ha ido relajando progresivamente sus restricciones, en cuatro oleadas, en una estrategia de “alivio prudente”. Levantar pesas o correr sobre una cinta en un gimnasio, nadar o chapotear en piletas abiertas al público ahora son todas actividades posibles, a diferencia de muchos países de Europa.
“Creo que nos quedamos cinco horas el primer día después de la reapertura”, dice Anna Gudmundsdottir, una académica de 45 años que viene casi todos los días a descansar en familia en uno de los baños calientes de las piletas de Seltjarnarnes, una península al oeste de Reikiavik.
“Somos muy afortunados en Islandia”, añade Jon Gudmundsson, un asesor financiero de 52 años que todavía está sin aliento después de un largo entrenamiento en un gimnasio de la capital.
Con solo cinco nuevas infecciones (sin contar la veintena de casos detenidos en las fronteras) en los últimos 14 días, la epidemia se encuentra en su nivel más bajo desde hace más de cinco meses y su tasa de incidencia es la más baja de Europa fuera de la pequeña Ciudad del Vaticano (0), según los datos oficiales. Aunque la tendencia es a la baja en la mayoría de los países europeos, ninguno puede jactarse de una situación tan buena.
¿Cuál es la receta del éxito islandés? “La voluntad de la nación de cumplir con todas las restricciones establecidas, la fuerza de nuestra comunidad médica para hacerle frente y, por supuesto, la combinación del seguimiento de los casos de contacto, las pruebas y la secuenciación de todos los casos positivos”, explica Vídir Reynisson, un alto responsable de la policía, convertido en una de las principales fuentes de información oficial.
Ser una vasta isla de solo 365.000 habitantes en los confines del Círculo Polar parece también una innegable ventaja. “Creo que (esa escasa población) es menos importante de lo que se quiere dar a entender”, explica Johanna Jakobsdottir, experta en bioestadística. “Es una excusa fácil para otros países”, añade.
Aunque la vida ha vuelto a la normalidad y el país es uno de los más rápidos de Europa en lo que se refiere a la vacunación, se debe actuar con cautela. Islandia reforzó así sus estrictas medidas en sus fronteras. Desde el 15 de enero, los viajeros deben someterse a dos pruebas PCR, al inicio y al final de cinco días de cuarentena, en particular al llegar al aeropuerto internacional de Keflavík, donde se concentra el 98% del tráfico.
“Esto, por supuesto, juega un papel importante para detener la introducción de nuevas variantes en el país”, admite Reynisson. Gracias a la secuenciación sistemática de cada caso positivo, se detectaron unos 60 casos de la variante británica desde su llegada al aeropuerto o muy rápidamente, impidiendo una propagación descontrolada.
En la actualidad, solo llegan entre 200 y 300 personas al día, 60 veces menos que antes de la epidemia.
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