Coronavirus: cómo la vacuna se volvió la nueva moneda de cambio de la diplomacia
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NUEVA DELHI.- La India, una potencia sin parangón en la fabricación de vacunas, está regalándoles millones de dosis a sus vecinos amigos y también a los enojados. Es un intento de contrarrestar a China, que ha convertido la repartija de vacunas en plataforma central de su política exterior. Y a los Emiratos Árabes Unidos, que con sus ingentes riquezas petroleras está comprando dosis en nombre de sus aliados.
La vacuna para el coronavirus -hoy tal vez el commodity más demandado del mundo- se ha convertido en la nueva moneda de intercambio de la diplomacia internacional.
Los países con los recursos o el conocimiento necesarios están usando esas preciadas dosis para ganarse el favor de algunos y aceitar las relaciones con otros. India hizo envíos a Nepal, país que está cayendo cada vez más bajo la órbita de influencia china. Y Sri Lanka, que se encuentra en el medio de las tensiones diplomáticas entre Pekín y Nueva Delhi, recibe vacunas de ambos lados.
La estrategia entraña sus riesgos. India y China, ambas fabricantes de vacunas para el resto del mundo, tienen sus propias y enormes poblaciones que también necesitan ser vacunadas. Y aunque no parece haber quejas en ninguno de los dos países, el cielo puede nublarse rápidamente si la gente percibe que las preciadas dosis se venden o donan al extranjero.
“Acá en la India la gente se sigue muriendo y enfermando”, dice Manoj Joshi, distinguido miembro de la Fundación Observatorio de Investigaciones, una usina de ideas de Nueva Delhi. “Lo entendería si nuestras necesidades ya estuviesen satisfechas, pero creo que es una falsa superioridad moral decir que uno reparte vacunas cuando todavía no terminó de vacunar a su propia población.”
Los países donantes están aprovechando para hacer estas ofrendas en momentos en que Estados Unidos y demás países ricos acaparan los suministros del mundo. Los países más pobres intentan desesperadamente conseguir sus propias dosis, una desigualdad que según advirtió recientemente la Organización Mundial de la Salud (OMS) ha puesto al mundo “al borde de un catastrófico fracaso moral”.
Con sus sistemas de salud exigidos como nunca, muchos países están deseosos de aceptar lo que les den, y los donantes podrían cosechar su buena voluntad política como recompensa.
“En lugar de dar seguridad a un país enviando tropas, se lo puede proteger salvando vidas, salvando su economía, colaborando con su vacunación”, dice Dania Thafer, CEO del Foro Internacional del Golfo, un grupo de expertos con sede en Washington.
China fue uno de los primeros países que hizo un esfuerzo diplomático con las vacunas: ya el año pasado, incluso antes de producir masivamente una vacuna que demostró ser efectiva, prometió ayudar a los países en desarrollo, y esta misma semana anunció la donación de 300.000 dosis de vacunas a Egipto.
Pero algunos de esos esfuerzos de “diplomacia de vacunas” de China tropezaron con demoras en las entregas, la falta de datos sobre la eficacia de sus vacunas y otros problemas. Las autoridades chinas argumentan que en su territorio se produjeron brotes aislados que por momentos generan una demanda inesperada, una justificación tendiente a aplacar cualquier reacción interna.
Aun con las vacunas de fabricación china dando vueltas por el mundo, la India igual encontró la oportunidad de reforzar su imagen.
El Instituto Serum de la India, la fábrica de vacunas más grande del mundo, produce la vacuna de AstraZeneca-Oxford a un ritmo de unas 2,5 millones de dosis por día. Ese ritmo permitió que la India comience a repartir dosis sin cargo entre sus vecinos. Con bombos y platillos, se vieron imágenes de la llegada de aviones cargados de vacunas a Nepal, Bangladesh, Myanmar, Maldivas, Sri Lanka, Seychelles y Afganistán.
“Actuando en Oriente y actuando rápido”, dijo en Twitter el ministro de Relaciones Exteriores de la India, S. Jaishankar, al anunciar el arribo de 1,5 millones de dosis a Myanmar.
El gobierno indio ha intentado sumar puntos de publicidad positiva por las dosis enviadas a lugares como Brasil y Marruecos, aunque esos países compraron sus propias dosis. El Instituto Serum también prometió 200 millones de dosis para la alianza mundial Covax de la OMS, destinadas a las naciones más pobres, y recientemente China se comprometió con 10 millones más.
Por ahora, el gobierno de la India tiene margen para donar al extranjero, incluso después de meses de aumento de casos y debilitamiento de la economía, y aunque solo hayan vacunado a un ínfimo porcentaje de sus 1300 millones de habitantes. Y en parte se debe a que no tendrá un efecto adverso, ya que el Instituto Serum está produciendo velozmente más vacunas de las que el programa de vacunación de la India puede actualmente manejar, lo que deja un remanente para donaciones y exportaciones.
Además, algunos indios no tienen apuro por vacunarse, debido a su desconfianza en la propia vacuna india, llamada Covaxin. El gobierno indio aprobó su uso de emergencia sin revelar muchos datos al respecto, lo que llevó a algunas personas a dudar de su efectividad. Si bien en la India la vacuna de AstraZeneca-Oxford genera menos escepticismo, quienes se vacunan no pueden elegir la vacuna que van a recibir.
Para la India, esta campaña de “poder blando” con las vacunas es una oportunidad de ponerse a la par de China, tras años de ver cómo Pekín lograba avances políticos en su propio patio trasero, como Sri Lanka, Maldivas, Nepal y otros lugares. Hace años que Pekín ofrece un bolsillo inagotable y respuestas rápidas cuando se trataba de grandes inversiones, mientras que la India, con su burocracia estratificada y su economía en desaceleración, no ha podido competir.
“El vecindario de la India tiene nuevos actores y se ha vuelto más competitivo”, dice Constantino Xavier, experto en las relaciones de la India con sus vecinos en el Centro para el Progreso Social y Económico, un grupo de expertos de Nueva Delhi. “Para los países vecinos, la jugada de la India con de la vacuna refuerza su credibilidad como un proveedor confiable de soluciones y de respuestas ante una crisis.”
Aún así, la estrategia de usar vacunas para ganarse corazones y mentes no siempre rinde frutos.
Los Emiratos Árabes Unidos, que está vacunando más rápido que cualquier país excepto Israel, ya empezó a donar las vacunas Sinopharm que compró en China a países donde tiene intereses estratégicos o comerciales, incluidas 50.000 dosis a las Seychelles, nación insular del océano Índico, y otras 50.000 a Egipto, uno de sus aliados árabes.
Pero en Egipto, algunos médicos se negaron a aplicarlas porque dicen no confiar en los datos que los Emiratos Árabes Unidos y el fabricante chino de la vacuna habían publicado sobre los ensayos. El gobierno de Malasia, uno de los mayores socios comerciales de los Emiratos, rechazó una oferta de 500.000 dosis, aduciendo que la vacuna Sinopharm debía ser aprobada por entes reguladores independientes. Después de la aprobación regulatoria, Malasia compró vacunas a Pfizer de los Estados Unidos, la vacuna AstraZeneca-Oxford y una fabricada por otra empresa china, Sinovac.
Mujab Mahsal y Vivan Yee
(Traducción de Jaime Arrambide)
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