Coronavirus: cómo es estar varado en un país donde las fuerzas de seguridad tienen inmunidad
Pueden lastimar o matar y no tener ningún tipo de responsabilidad penal por estos hechos siempre y cuando sean efectuados en el cumplimientos de sus funciones. En Perú las reglas cambiaron con la aparición del coronavirus y el aislamiento obligatorio, y la policía y los militares ya no deben responder ante la Justicia por sus actos.
Mientras tranto, las fronteras de los distintos países de la región se fueron cerrando, y una gran cantidad de argentinos quedaron varados allí, añorando la repatriación.
Uno de ellos era Francisco Cortese, de 33 años, que el 7 de marzo viajó junto a su novia, Lucía Ferrari, de 26, a Perú. Finalmente pudieron volver a la Argentina el 15 de abril, después de una difícil espera.
Sacaron los pasajes para emprender el viaje en octubre, cuando el coronavirus no existía, y dejaron la Argentina en un momento en el que, en todo el continente, el único país con casos confirmados era Estados Unidos.
Su plan era recorrer Lima, Cusco, Iquitos (donde iban a conocer la selva) y, por último, Máncora para terminar las vacaciones en la playa. Anhelo que deberán dejar para otra oportunidad porque la pandemia les cambió los planes.
El primer encuentro cercano con el Covid-19 se produjo el martes 10, en Cusco, cuando comenzaron a ver barbijos y alcohol en algunas farmacias. Cinco días después viajaron a Iquitos, previa escala en Lima. A esa ciudad solo se llega por avión o por barco desde un pueblo, en un viaje que dura a tres días. En diálogo con LA NACION, cuenta que ese fue el primer vuelo que tuvo una modificación pero que, según LATAM, fue por una cuestión interna. En lugar de viajar a las 9 de la mañana, lo hicieron alrededor de las 7.
Ese día, al tomar el avión, decidieron usar barbijos por una cuestión de prevención, si bien en ese entonces se decía que quienes no estaban contagiados no debían usarlos. Llegaron a la ciudad por la tarde, reservaron la excursión al Amazonas para el día siguiente y sacaron el pasaje para irse a Máncora el 19 de marzo. Y nunca sucedió.
El 16 amanecieron con la noticia de que Perú bloqueaba todas sus rutas (aéreas y terrestres) y, entonces, ya no podían salir de Iquitos. Resignados, decidieron ir a la excursión, la cual duró dos noches. "Durante todo ese tiempo estuvimos totalmente incomunicados y la poca información que había era a través de la gente que vive en la selva. Era todo muy precario y confuso".
Al regresar al hostel, el Neydita, se enteraron de que salir de allí iba a ser aún más difícil. Compartían el hospedaje con otras 20 personas de todo el mundo con las que organizaron cómo llevar adelante la cuarentena. Los primeros días lo tomaron con tranquilidad, confiados en que tarde o temprano podrían volver a la Argentina.
"Al fin y al cabo nos quedaban días de vacaciones, más allá de que estábamos perdiendo dinero por los vuelos internos que no íbamos a poder tomar", analiza, y cuenta que estaban quedándose en una habitación privada con baño, cuyo valor es de 50 soles diarios (es decir unos US$17), y que gastaban alrededor de 10 dólares por día en comida.
Con el correr del tiempo, la situación se tornó más compleja. A la cuarentena se le sumó el toque de queda entre las 20 y las 5, el uso obligatorio del barbijo y, las restricciones para circular por las calles eran cada vez mayores. Además, el 28 de marzo, el gobierno nacional eximió de responsabilidad penal a los militares y policías en caso de que lastimen o maten a alguien mientras patrullan las calles para hacer cumplir el aislamiento.
Francisco y Lucía estaban asustados. No solo por la inmunidad con la que podían manejarse las fuerzas armadas en Perú, sino también porque Iquitos es considerado un foco importante de malaria y dengue y, en medio de todo ese entorno, se sintieron "un poco abandonados" por la cancillería y la embajada argentina el tiempo que estuvieron varados. "Había mucho ‘copy-paste’ o respuestas automáticas. Se notaba que nos querían ayudar, pero que estaban desbordados", sostiene.
Dice que les hubiera gustado que les dieran más respuestas oficiales para poder trazar un horizonte y lidiar con la espera de una manera distinta. De todos modos, él entiende que no dependía solo de las autoridades argentinas sino que el principal problema era que Perú no los dejaba volar a Lima. Y de Iquitos no salen vuelos a la Argentina.
Finalmente, el gobierno local habilitó su traslado a Lima a través de un avión de la fuerza aérea peruana donde permanecieron casi una semana sin poder salir a la calle porque regía el toque de queda. El miércoles 15 pudieron volar a la Argentina y ahora están haciendo la cuarentena en un hotel del centro porteño.
"Lo más angustiante es la distancia con los seres queridos. En nuestras familias hay personas que pueden correr riesgo de contagio y, estar lejos, sin poder hacer nada, era complicado. Perdí a mi viejo a principios de año, y a la primera persona que quisiera ver es a mi vieja, pero será cuestión de esperar". Hoy está más cerca de ese reencuentro.
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