Wenjun Wang vive en la ciudad china de Wuhan, el epicentro del brote de coronavirus.
Wang, una ama de casa de 33 años, y su familia, no han salido del municipio desde el 23 de enero, cuando fue declarado en cuarentena.
Desde entonces, el virus ha infectado a más de 20.000 personas en todo el mundo y provocado —según cifras recopiladas hasta el 4 de febrero— más de 490 muertes.
Wang compartió con la BBC las dificultades de su familia para sobrevivir:
Desde que se inició el brote de coronavirus, mi tío ha muerto, mi padre está gravemente enfermo, y mi madre y mi tía han comenzado a mostrar algunos síntomas.
Las tomografías computarizadas muestran que sus pulmones están infectados. Mi hermano también está tosiendo y tiene algunas dificultades para respirar.
Mi papá tiene fiebre alta. Ayer, su temperatura fue de 39,3 ºC. Tose constantemente y tiene problemas para respirar.
Le conseguimos una máquina de oxígeno y ahora depende de ella las 24 horas del día.
En este momento está tomando medicinas occidentales y también chinas.
No hay un hospital al que pueda ir, porque su caso no ha sido confirmado por la falta de kits para evaluar si está infectado o no.
Mi mamá y mi tía caminan hasta el hospital todos los días con la esperanza de conseguir una cama para mi papá, a pesar de su propio estado de salud.
Pero ningún hospital lo quiere recibir.
Nadie nos está ayudando
En Wuhan hay muchos centros de cuarentena para acomodar a pacientes que tienen síntomas leves o aún están en período de incubación.
Hay algunas instalaciones simples y realmente básicas allí. Pero para las personas que están gravemente enfermas como mi padre, no hay camas.
Mi tío murió, de hecho, en uno de los centros de cuarentena, porque no hay instalaciones médicas para personas con síntomas severos.
Espero que mi padre pueda recibir el tratamiento adecuado, pero nadie está en contacto con nosotros o ayudándonos en este momento.
Contacté varias veces a trabajadores comunitarios, pero la respuesta que me dieron fue: «No hay posibilidades de que consigamos una cama en el hospital».
Al principio pensamos que el centro de cuarentena al que enviaron a mi padre y a mi tío era un hospital, pero terminó siendo un hotel.
Allí no había enfermeros o médicos, y no había calefacción. Ellos fueron por la tarde, y el personal les sirvió una cena fría esa noche.
Mi tío estaba muy enfermo entonces, con síntomas respiratorios severos y había empezado a perder la conciencia.
No vino ningún médico a atenderlo. Él y mi padre permanecieron en habitaciones separadas, y cuando mi papá fue a verlo a las 06:30 de la mañana, ya había muerto.
Preferimos morirnos en casa que ir a un centro de cuarentena
Los nuevos hospitales que se están construyendo son para gente que ya está en otros hospitales en este momento. Los transferirán a los nuevos.
Pero para la gente como nosotros, no podemos siquiera conseguir una cama, menos aún lograrla en los hospitales nuevos.
Si seguimos las recomendaciones del gobierno, el único lugar al que podemos ir ahora son esos centros de cuarentena.
Pero si vamos, lo que le pasó a mi tío le podría pasar a mi padre.
Entonces preferimos morirnos en casa.
La población infectada en enorme.
Hay muchas familias como la nuestra por aquí, y todas enfrentan las mismas dificultades.
Al padre de una amiga no lo aceptaron en uno de los centros de aislamiento porque tenía fiebre alta.
Los recursos son limitados pero la población infectada es enorme. Tenemos miedo, no sabemos qué pasará después.
El mensaje de Wang
Lo que quiero decir es que si hubiese sabido que iban a cerrar la ciudad el 23 de enero, definitivamente habría sacado a toda mi familia de aquí, porque no hay ayuda.
Si estuviéramos en otro lugar, podría haber esperanza. No sé si personas como nosotros, que escucharon al gobierno y se quedaron en Wuhan, tomaron la decisión correcta o no.
La muerte de mi tío, creo, responde a esta pregunta.
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