Coronavirus: los briefings de Trump, un show diario que deja atónito y perplejo a EE.UU.
WASHINGTON.- Donald Trump ya había mostrado interés en averiguar si podía inyectarse desinfectante, como la lavandina, a personas contagiadas con el nuevo coronavirus para curarlas, cuando miró hacia un costado, a la doctora Deborah Birx, coordinadora de su equipo, y volvió a insistir con otra idea: le pidió que hablara con médicos para ver si existía alguna forma de aplicar "luz y calor" para erradicar el virusen la gente.
"Y tal se pueda, tal vez no. De nuevo, digo, tal vez se pueda, tal vez no. No soy médico. Pero soy como una persona que tiene un buen, ya saben qué", dijo, apuntándose a la cabeza. "Deborah, ¿has escuchado algo sobre eso", preguntó.
"No como tratamiento", repondió Birx, un tanto incómoda. "Digo, ciertamente la fiebre es algo bueno. Cuando tenés fiebre, ayuda a tu cuerpo a responder", agregó, mirando a un costado, como si le pidiera a alguien para que interviniera.
Esas dos últimas recomendaciones del presidente dejaron a Estados Unidos –otra vez– atónito y perplejo. Sus declaraciones a favor del uso de desinfectante o cloro se viralizaron. Médicos advirtieron que tomar cloro o lavandina podía causar la muerte. El fabricante de Lysol, uno de los desinfectantes más populares del país, tuvo que salir a aclarar en un comunicado que no debe ser administrado en el cuerpo humano de ninguna forma.
Una vez más, Trump quedó tapado por críticas. Su vocera culpó a la prensa de sacarlo de contexto, pero el propio Trump después la contradijo, al afirmar que su comentario fue "sarcástico". Fue el único que lo vio así.
El episodio marcó el instante más insólito y polémico de las ya controvertidas conferencias de prensa diarias de Trump y su equipo. Aislado en la Casa Blanca, con su campaña y su agenda de viajes encajonadas, y en el peor momento de su presidencia, Trump dedica a veces hasta más de dos horas, día tras día, a dar su versión de la realidad y de la historia desde el atril de la sala de prensa. Además de brindar información falsa –como decir que el coronavirus es como la gripe–, o promover tratamientos peligrosos, Trump ataca a sus rivales, a medios y a periodistas. Frente a las críticas, siempre responde lo mismo: su gobierno ha hecho "un trabajo genial".
Lejos de cumplir con el objetivo para el que fueron creados –brindar información clara y fidedigna a la gente para doblegar la peor pandemia en un siglo–, Trump ha convertido a los briefings de la Casa Blanca en un espacio de catarsis personal. El contraste de su peculiar estilo con el de otros líderes o de los expertos quedó a la vista con nitidez. Un efecto secundario de una crisis global.
"Esta noción de inyectar o ingerir cualquier tipo de producto de limpieza en el cuerpo es irresponsable y es peligrosa", dijo Vin Gupta, neumólogo y experto en políticas de salud a la cadena NBC. "Es un método común que las personas utilizan cuando quieren suicidarse", agregó.
"Inyectarse lavandina o desinfectante en las dosis requerida para neutralizar los virus en la sangre probablemente resulte en un daño significativo e irreversible, y probablemente en una muerte muy desagradable", indicó a la BBC Rob Chilcott, profesor de toxicología de la Universidad de Hertfordshire.
Ataques a medios
La primera vez que Trump se paró detrás del atril en la sala de prensa fue el 14 de marzo. Un día antes, al declarar la emergencia nacional, había dejado una de sus frases célebres al responder si asumía la responsabilidad por las fallas en el despliegue de tests en el país para contener el virus. "No asumo la responsabilidad en absoluto", dijo, y culpó al gobierno de Barack Obama por el traspié.
Desde ese día, Trump no paró: día tras día, capturó los televisores, a veces con apariciones de más de dos horas. Varios críticos del presidente pidieron a los canales de televisión que dejaran de transmitir los briefings para frenar la desinformación. El 13 de abril, harto de las críticas en la prensa por la tardía reacción y las fallas de su gobierno, Trump ofreció un nuevo hito: abrió la conferencia de ese día con un video atacando a los medios, y elogiando su "decidida acción" contra la pandemia. "Los medios minimizaron el riesgo desde el principio", abrió el video.
Una periodista le remarcó que el video omitía todo el mes de febrero, cuando el virus ya circulaba en el país, y el gobierno hizo muy poco. "¿Qué hizo su administración en febrero?", le preguntó. "Hicimos un montón. Mirá… sabés que sos una farsa. Lo sabés. Tu canal es una farsa", le espetó. Esos ataques se repiten casi a diario.
Ese mismo día, Trump proclamó con una frase "nixoniana" que tenía el poder para decidir cuando se levantarían las restricciones impuestas para doblegar a la pandemia: "Cuando alguien es presidente de Estados Unidos, la autoridad es total". Al día siguiente, #ReyTrump se convirtió en tendencia en las redes sociales. Al final, se lo dejó a los gobernadores.
Aun algunos de sus aliados, como el senador Lindsey Graham, incómodos con las declaraciones de Trump, le sugirieron que recorte la exposición. Lejos de bajar su perfil, el líder republicano, amante de la popularidad y de los ratings, ha destacado su éxito televisivo, y ha dejado en claro además que las sesiones le permiten llegar directo a la gente.
Un editorial de The Wall Street Journal titulado "Las conferencias malgastadas de Trump", opinó que eran un mero canal de promoción personal para Trump, y no un espacio para brindar información o educar al público. "Cualquiera sea la razón, las sesiones informativas ahora tienen que ver con el presidente", indicó el diario.
Fiel a su estilo, Trump replicó en Twitter. Dijo que el periódico olvidaba que sus ratings estaban "por las nubes", y eran mejores que los del fútbol americano o el final de temporada de "The Bachelor". "Es la única manera para mí escapar de las Noticias Falsas y transmitir lo que pienso", justificó el presidente, quien cerró con su tradicional ataque: "¡WSJ es Noticias Falsas!".
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