Sin agua, salud ni vivienda: las nuevas brechas que abrió el coronavirus
Lavarse las manos con frecuencia con agua y jabón o un desinfectante a base de alcohol, mantener un mínimo de un metro de distancia con otras personas y quedarse en casa son las tres medidas que recomendó la Organización Mundial de la Salud (OMS) y que repiten los gobiernos hasta el hartazgo.
Pero la vertiginosa propagación del nuevo coronavirus alrededor del mundo abrió signos de interrogación para las personas que no pueden cumplir con las advertencias de la OMS por falta de acceso al agua potable, a los servicios de salud o a una vivienda habitable, algo que podría exacerbar su exposición a la pandemia.
"Los grupos más vulnerable son aquellos que cumplen tres criterios: Los que no tienen acceso fácil y rápido a agua y jabón, los que viven hacinados en campos de desplazados y refugiados o los que viven en los suburbios a las afueras de las ciudades, y los que no pueden acceder a un sistema sanitario con recursos y capacidades", indicaron a LA NACION desde Oxfam Argentina, organización especializada en temas de desigualdad.
El panorama para las personas que no tienen esos accesos se vuelve más alarmante a medida que el virus avanza. "En caso de que la propagación siga la misma tendencia que en los países infectados, las consecuencias pueden ser enormes", sostuvieron en Oxfam. Y advirtieron: "Se debe ampliar con urgencia la red de puntos de agua, distribuir jabón y adecuar los centros sanitarios. Si los países con recursos no pueden hacer frente solos a esta situación aún menos lo podrán hacer los países más pobres.
Acceso al agua
"No tenemos suficiente agua para beber y cocinar nuestra comida, entonces, ¿dónde conseguiremos agua para lavarnos las manos con frecuencia?", expresó una residente de Kibera, uno de los barrios marginales más grandes de Nairobi, cuando se anunció el primer caso confirmado de coronavirus en Kenia. El testimonio fue recogido por expertos de la ONU, que expusieron que los puntos de agua, cuando están disponibles, solo se encuentran en ciertos lugares y son más difíciles de acceder cuando hay restricciones de movimiento.
Distintas organizaciones estimaron que el acceso al agua potable afecta aproximadamente a 2000 millones de personas alrededor del mundo. Por eso, recomendó a los países, entre otras cosas "establecer instalaciones de agua potable y de lavado de manos de emergencia en lugares clave en asentamientos informales y lugares públicos de alta densidad".
Cobertura médica
La irrupción de una crisis sanitaria desencadena otra brecha: la de aquellos privados de los servicios esenciales de salud, que según los últimos datos disponibles de la OMS y el Banco Mundial, serían al menos la mitad de la población global.
Este punto está directamente relacionado con el gasto que los países realizan en esta materia, ya que la menor inversión se traduce en un peor estado para los sistemas de atención sanitaria. En este sentido, América Latina es una de las regiones que menos invierte en salud: 949 dólares per cápita, casi cuatro veces menos que los países miembros de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE) y menos que el promedio de los países de Medio Oriente y el norte de África.
Según un estudio del Instituto de Estudos para Políticas de Saúde (IEPS), México destina el 3% de su PIB a la salud pública y Venezuela, el 1,7%, mientras que el promedio en los países de la OCDE es de 6,6%. "Brasil tiene el sistema de salud pública más ambicioso del mundo. Aspira a dar cobertura gratuita a más de 100 millones de personas, pero solo invierte el 3,8% de su PBI. Mientras Gran Bretaña, con 66 millones de habitantes y mejor estado general de la población, le dedica casi el triple", explicó a LA NACION Miguel Lago, director ejecutivo de IESP en una entrevista anterior.
Déficit habitacional
Para cumplir con la recomendación de la OMS de tomar al menos un metro de distancia y permanecer en casa para así evitar la propagación del virus se necesitan también algunas condiciones vinculadas a la vivienda. Según el espacio de hábitat de la ONU más de 2000 millones de personas en todo el mundo viven en barrios marginales y asentamientos informales, donde se mantienen condiciones de hacinamiento que tornan muy difícil cumplir con las medidas sanitarias contra el Covid-19.
"Estas áreas están densamente pobladas, con sistemas de transporte público masificados, poca o ninguna gestión de residuos, ausencia de servicios básicos y viviendas deficientes. Las medidas recomendadas para prevenir la transmisión de Covid-19, como el lavado de manos y el distanciamiento social, a menudo son imposibles en dichas áreas, donde las instalaciones de salud son mínimas", delató el organismo a través de un comunicado.
Las consecuencias de esta situación se materializaron en dos realidades: la de las favelas en Brasil, donde sus habitantes conviven en espacios hacinados e insalubres, algo que comparten casi un cuarto de los habitantes de Río de Janeiro, es decir, 1,5 millón de personas que viven en favelas.
"Las estadísticas oficiales muestran que la mayor parte de las casas de las favelas tiene dos o tres espacios, con cinco a ocho habitantes. ¿Cómo puedes aislar a una persona contagiada en esas condiciones? ", cuestionó Paulo Buss, director de la unidad de relaciones internacionales de Fiocruz, un centro de investigación en salud pública. E ironizó: "La enfermedad fue traída por los ricos a Brasil, pero va a explotar entre los pobres".
Otro de los grupos que encendieron las alarmas por las condiciones habitacionales son los refugiados. Se estima que aproximadamente hay 70 millones de personas desplazadas en todo el mundo, por lo que la pandemia provoca dos fuertes amenazas para estas personas: en primer lugar porque los campamentos de refugiados son especialmente vulnerables a la propagación de enfermedades y porque se asume que los gobiernos, que se encuentran limitados en sus recursos, tendrán menor predisposición para apoyarlos.
"Cuando el virus llegue a asentamientos superpoblados en lugares como Irán, Bangladesh, Afganistán y Grecia, las consecuencias serán devastadoras", dijo Jan Egeland, secretario general del Consejo Noruego para los Refugiados a The Washington Post. Según su testimonio, lo mismo ocurrirá cuando el virus alcance partes de Siria, Yemen y Venezuela, donde los sistemas de salud están saturados.
La brecha laboral
Otra de las sugerencias que los expertos de salud hicieron a las empresas fue trasladar el trabajo a los hogares, algo que generará un fuerte impacto en los bolsillos de trabajadores que no mantienen relaciones laborales de dependencia o no se encuentran registrados en el mercado laboral.
"Hay un grupo que va a sufrir bastante, que son los jóvenes y las personas de mayor edad, que ya estaban en una situación compleja. Y en particular, las mujeres y los grupos migrantes que sufren mucho más riesgo, lo que generará mayor desigualdad", consideró Pedro Américo Furtado de Oliveira, director de la OIT Argentina, en diálogo con LA NACION.
El #COVID19 no es sólo una crisis sanitaria, es una crisis laboral. Debemos mantener la actividad económica, proteger a los trabajadores y asegurarnos que no pierdan sus ingresos dice Wagner Moura, Embajador de Buena Voluntad de la OIT. #EstamosJuntosEnEsto#NoContagiemosAlEmpleopic.twitter.com/JQPfMUnSXn&— OIT (@OITnoticias) March 25, 2020
Sin embargo, la situación que más preocupa es la de aquellos trabajadores que no se encuentran registrados que, según cifras de la OIT, afecta alrededor de 2000 millones de trabajadores en el mundo, lo que representa un 61% de la fuerza de trabajo global. "La informalidad es una preocupación en el mundo y con la cuarentena no se sabe qué va a suceder", reflexionó de Oliveira, mientras planteó una preocupación con miras a futuro: "Hay un riesgo de que se informalice lo que está formalizado tanto en trabajadores como en el ámbito productivo. Lamentablemente los que ya estaban en una situación de vulnerabilidad laboral van a seguir así", se lamentó.
El impacto global que provocará el coronavirus es aún incalculable. Tampoco se sabe quiénes serán los más afectados, pero acatar las recomendaciones sanitarias de higiene de manos y distancia social son las únicas medidas reconocidas para frenar la expansión de la pandemia. Hay un gran número de personas imposibilitadas a cumplirlas, por lo que su exposición a los riesgos de la enfermedad se vuelve ineludible. "Estas cosas están muy interconectadas", expresó Nicole A. Errett, experta en salud pública que codirige un centro de resiliencia ante eventos extremos en la Universidad de Washington a The New York Times. "Las vulnerabilidades sociales preexistentes solo empeoran después de un desastre y este es un ejemplo perfecto de eso", alertó.
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