Coronavirus. Ben Oppenheim: “Las pandemias son cuestiones políticas y todas sus dimensiones son políticas: sus causas, su dinámica, sus impactos”
En 2010, la Fundación Bill y Melinda Gates financió el proyecto "Red de Prioridades para el Control de las Enfermedades" (DCPN, en inglés), que durante nueve años evaluó la capacidad del sistema global y los gobiernos nacionales para lidiar con los desafíos sanitarios contemporáneos, y planteó una hoja de ruta para mejorar. Y en su noveno y último volumen de su tercera y última edición, incluyó un reporte tan profético como, hoy, desolador. Se tituló: "Pandemias: riesgos, impactos y mitigación".
Escrito por seis investigadores, el reporte destacó los avances observados alrededor del mundo para lidiar con una potencial pandemia. Pero también alertó sobre "lagunas significativas", con consecuencias mortíferas. Dos años después, pasó lo peor. O empezó a ocurrir. Porque como dice uno de los autores del informe, Ben Oppenheim, "nos da la sensación de que llevamos una eternidad lidiando con el Covid-19, pero todavía estamos en sus fases iniciales o intermedias. Esto es una maratón, no un sprint".
"Se está desarrollando una vacuna con una rapidez increíble, sí", remarca el investigador, desde California, a LA NACION, "pero las probabilidades de que todos estemos vacunados y esto termine este año o a principios del próximo son muy bajas".
-Ahora me siento mucho mejor, gracias…
-[Sonríe] Sí, lo sé. Todos estamos un poco exhaustos. Nuestras familias y nuestros sistemas políticos están agotados, pero no hemos terminado con esto. El problema es que carecemos de la memoria histórica de estos eventos que duran años y remodelan todo, desde la forma en que interactuamos con nuestras familias, la escuela, los negocios, el trabajo…. Ha pasado mucho tiempo desde que tuvimos un evento con este tipo de duración, ciertamente en los países más ricos, y uno de los aspectos más interesantes del Covid-19 es que actúa como una especie de lente que magnifica el efecto de factores preexistentes, como la dislocación económica, la desigualdad, o acelerando cambios que en ciertos casos ya estaban en marcha. Ahora estamos siendo azotados por sus efectos.
-Aplicando sus parámetros de medición, ¿qué países llevan respondiendo mejor a esta crisis global?
-Estamos testeando con datos actuales aquel artículo sobre la preparación para una eventual pandemia que publicamos en 2018. Ya han surgido algunos datos esperables y ciertas sorpresas. Taiwán, por ejemplo, se ha desempeñado excepcionalmente bien. Creemos que se debe a sus instituciones sólidas y un liderazgo muy fuerte, además de que tienen una infraestructura increíble para la detección temprana de enfermedades. Mongolia también reaccionó muy rápido y se desempeñó extremadamente bien, mejor de lo que pensábamos. La velocidad es la variable más importante en estos casos y, muy al principio, detectaron un patrón de casos sospechosos de neumonía que podía ser un nuevo patógeno respiratorio con capacidad para moverse velozmente. Reaccionaron rápido y pudieron aplanar la curva. Estados Unidos es el caso opuesto. Tenemos una infraestructura científica asombrosa, pero no la utilizamos y hubo fallas de liderazgo dramáticas.
-Si tuviera que recomendar una o dos herramientas para mejorar la reacción de un gobierno ante una pandemia, ¿qué destacaría?
-Contar con una autoridad científica creíble, sólida e independiente dentro del gobierno es crucial. Porque si la gente tiene la percepción de que los líderes políticos están manipulando la ciencia para su beneficio, tenemos serios problemas. Eso pasa en Estados Unidos, pero no solo aquí. Hay un aumento global del escepticismo hacia la ciencia, lo cual me gustaría abordar con dos reflexiones. La primera: el Covid-19 resulta todo un desafío porque el público está viendo en tiempo real el abordaje confuso que es muy propio de la ciencia. Probamos. Confirmamos. Validamos. Debatimos. Discutimos. Volvemos a la evidencia. Hacemos más pruebas... ¡Por eso funciona el sistema! El problema es que ahora tenemos personas leyendo investigaciones que todavía no han sido revisadas por pares, ni publicadas, e intentan darle sentido a trabajos en pleno desarrollo. ¡Un maldito desastre! A esto se suma que la forma en que entendemos la amenaza de enfermedades infecciosas también está filtrada de alguna manera por la política.
-Un ejemplo de esa politización de la pandemia es la decisión de utilizar o no los tapabocas en Estados Unidos…
-Exacto, tanto ahora como en la pandemia de 1918, cuando las mascarillas también se convirtieron en un tema de división política. Las máscaras se convirtieron en una cuestión política, aunque no de la misma manera que ocurre hoy, cuando cada partido tiene una suerte de cuestión identitaria en torno a las mascarillas. Es desalentador, pero no sorprendente. La pregunta es: ¿cómo despolitizamos algunos aspectos de esta pandemia?
-Planteó antes que esta pandemia recién está comenzando y que acaso tome años resolverla. ¿Qué escenarios traza a corto y mediano plazo?
-Lo primero que me preocupa es el próximo virus.
-Covid-21, por ejemplo.
-Sí. O la gripe, que siempre representa una amenaza con un enorme potencial. Hay un informe hermoso que describe el ciclo de las pandemias, del pánico al descuido: golpea la pandemia, "Oh, mi Dios. ¡El cielo se cae!", movilización general, promesas de que nunca más nos daremos la mano … y un año después, el olvido. Vimos esto con el Zika y con el Ébola. Olvidamos rápido porque la vida está llena de problemas y siempre hay algo nuevo en qué enfocarnos. Esa otra de mis preocupaciones: la amnesia social. Acaso en el caso del Covid-19 esto ocurra menos porque nos golpeó a todos y la amenaza de una amnesia social sea menor. Debemos construir sistemas que, si no evitarán la próxima pandemia, al menos nos permitan navegarla de manera más inteligente y exitosa. Estoy hablando de un esfuerzo de décadas, por lo que me preocupa que nos falte la resistencia política para eso. Los líderes políticos siguen un calendario, que es el electoral, pero los virus no operan con ese mismo calendario.
-El problema es que estamos muy cansados ya…
-Exacto. Esa es otra preocupación: el agotamiento. Porque solo puedes quedarte en casa durante un cierto tiempo. Es otro aspecto fascinante de una pandemia, que es profundamente personal y al mismo tiempo una cuestión social. Todos empezamos a bajar la guardia, lo que desemboca en aceleraciones de contagios y muertes. Se trata de un proceso que seguirá fluctuando y solo cuando logremos que funcione bien, el virus retrocederá. Lamento decirlo, pero la vida no ha vuelto a la normalidad. Estamos en una pausa que nos permite prepararnos para la próxima oleada, que vendrá si bajamos la guardia.
-Si volviera a escribir hoy aquel reporte de 2018, ¿añadiría o quitaría algo?
-Uno de los desafíos es cómo comunicar la complejidad y eliminar los problemas de desinformación. Los rumores se han convertido en una de las dinámicas centrales de la pandemia y merece una mayor atención. La desinformación se ha vuelto un área realmente activa. ¿Cómo ayudamos a las personas a dar sentido a la complejidad y la ambigüedad? ¿Cómo las ayudamos a tomar decisiones acertadas en condiciones de sobrecarga de información? ¿Cómo eliminamos el ruido? Y luego está el filtro de las creencias preexistentes que condiciona inconscientemente cómo recibimos la información. ¿Cómo ayudamos a las personas a identificar ese filtro en ellas mismas para protegerse de sus consecuencias?
-¿Es optimista sobre el futuro?
-Sí, incuestionablemente. Algunas cosas se hicieron bien: se detectó el virus, se secuenció su genoma y se compartió la información entre los científicos. ¿Fue lo suficientemente rápido? No. Mucha más información pudo y debió compartirse antes. Pero la comunicación científica funcionó bastante bien y con bastante rapidez, lo que produjo efectos realmente buenos. Tailandia, por ejemplo, es parte de un programa mundial de detección de nuevos virus, con protocolos que aplicaron de inmediato, lo que les permitió identificar el primer caso importado muy rápidamente e implementar las políticas adecuadas. Esto nos permite concluir que algunos aspectos del sistema actual funcionan como se supone que deben hacerlo, incluso con una inversión bastante pequeña, así que con inversiones mayores podemos lograr algo increíblemente significativo. Eso me da esperanza. Sabemos qué hacer. No es ningún secreto. No es tan complicado. Podemos prepararnos mejor para el próximo virus.
-¿Hay alguna pregunta que no le planteé y quisiera abordar?
-[Calla unos segundos] Solo subrayar que entre la gripe de 1918 y el Covid-19 pasaron 100 años. Pero la próxima pandemia podría llegar el año próximo, podría llegar este año. Siempre es una cuestión de probabilidades. Lo incorrecto es pensar que las pandemias están perfectamente espaciadas, que tenemos tiempo para recuperar el aliento, que ahora sabemos cómo es el rostro de las pandemias. Hay cientos de miles o millones de virus desconocidos circulando. Hay mucho espacio para las sorpresas. Al mismo tiempo, ésta es una pandemia dura, pero no es la peor que podríamos haber enfrentado y algunos países nos han mostrado un camino posible para contener estos eventos y sus consecuencias humanas y económicas. Ojalá que avancemos y hagamos una pequeña inversión en salud pública. Creo que podemos.
Biografía
- Nacido en California, en 1980, se licenció en la Universidad Wesleyan, para luego completar una maestría en la London School of Economics y otra maestría y un doctorado en Ciencias Políticas en la Universidad de California en Berkeley
- Trabajó como investigador en la Universidad de Columbia y para la Comisión Lancet–Sight de la Real Academia Sueca de las Ciencias, en la actualidad trabaja en Metabiota, enfocado en el estudio de las pandemias, sus riesgos e impactos, y su posible mitigación
- Miembro del Concejo del Pacífico en Política Internacional, desarrolló investigaciones en las universidades de Uppsala, Stanford y Cambridge, con trabajos de campo en el sudeste asiático, África Occidental y América Latina
Recomendación para aprovechar el tiempo
-Dado que millones de argentinos deben permanecer en sus casas desde hace meses, ¿qué libros, películas, música u otra actividad les recomienda para distraerse o "aprovechar" el tiempo? ¿Qué hace usted en su tiempo libre?
-Un momento de estrés profundo puede ser también un momento para contemplar la belleza de la naturaleza, para mirar más allá de los confines de nuestras vidas y tener una visión amplia de lo que es ser un ser humano diminuto en un planeta diminuto, en un gran universo. Por eso recomiendo Cosmos [por Carl Sagan] y El problema de los tres cuerpos [por el escritor chino Liu Cixin], una trilogía asombrosa. Y si pueden salir al aire libre, es profundamente relajante y sirve de recordatorio de que incluso en momentos de confinamiento, hay una belleza y complejidad extraordinarias que aún podemos encontrar. Prepararse un café, dar un paseo, encontrar un parque tranquilo, sentarse debajo de un árbol... Las cosas son mejores después de eso.
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