Coronavirus. Amenaza: las crisis política y sanitaria se retroalimentan y llevan al límite a Brasil
RÍO DE JANEIRO.– En Brasilia se vive casi en una realidad paralela. Mientras Brasil rozaba los 10.000 muertos por el coronavirus, con un récord diario de fallecidos, Jair Bolsonaro se mofaba de la cantidad de invitados que reuniría en un asado. "¿Vendrá todo el mundo? Tres mil personas en el asado", ironizó anteayer el presidente ultraderechista, bajo fuego por su respuesta a la pandemia. Frente a la repercusión negativa, finalmente lo canceló. El tamaño de la crisis sanitaria es cada vez mayor, pero en el gigante sudamericano algunas cosas no cambiaron desde el 26 de febrero, cuando se confirmó el primer caso.
El país emerge como el próximo foco mundial del coronavirus, con curvas de muertes y contagios en ascenso que alarman a la región, y Bolsonaro lo continúa menospreciando.
De la mano de una gestión errática y un discurso negacionista, Brasil padece dos crisis, la política y la sanitaria, que se retroalimentan y dejan a la población más propensa a enfermarse, según analistas y epidemiólogos consultados por LA NACION.
"Gripecita". "Lluvia". Las distintas formas como Bolsonaro llamó al virus y sus repetidas apariciones en comercios y actos públicos en los que violó las recomendaciones de aislamiento pudieron acelerar el número de contagios y muertos, según un estudio de la Fundación Getulio Vargas (FGV) y la Universidad de Cambridge.
Un grupo de científicos observó el índice de aislamiento social y los resultados en las elecciones presidenciales de 2018 en más de 5000 municipios y comprobaron que, más allá de la retórica, la actitud de Bolsonaro tiene efectos prácticos. En las ciudades más fieles al presidente, donde recibió un apoyo cercano al 50% del electorado, la diferencia en el grado de aislamiento de la población varió hasta un 30% menos que el promedio nacional, según un análisis de datos de antenas de 60 millones de celulares.
"Bolsonaro es el caso más emblemático en el mundo de un presidente contra las medidas de aislamiento. Al principio de la pandemia, sobre todo, el discurso del líder sirve para ordenar el comportamiento y los seguidores han tendido a seguir sus recomendaciones", afirmó Nicolás Ajzenman, profesor de Economía de la FGV y uno de los autores del trabajo titulado "Más que palabras: discurso de líderes y comportamiento de riesgo durante la pandemia".
La falta de respeto al aislamiento se incrementó después de algunos de los mensajes más salientes de Bolsonaro, según los autores. Hubo por lo menos dos ejemplos. El 15 de marzo pasado, Bolsonaro apoyó en Brasilia un acto en defensa de su gobierno y compartió imágenes de manifestaciones en todo el país, cuando la crisis sanitaria apenas comenzaba. También sucedió después del 24 de marzo, cuando por cadena nacional el presidente llamó a la enfermedad "gripecita" y pidió la reapertura de escuelas. En los dos casos, los índices de aislamiento social cayeron entre un 5 y un 20% rápidamente en los municipios más fieles. Paradójicamente, explicó Ajzenman, Bolsonaro terminó por perjudicar la salud de sus electores, que se sintieron más confiados para salir a la calle con un discurso oficial insalubre.
Separada por más de 3000 kilómetros de Brasilia, cerca de tres horas en avión, Manaos devino en la capital nacional de la tragedia. La ciudad amazónica entierra desde hace semanas a sus muertos en fosas comunes, la capacidad hospitalaria está colapsada y cada vez más personas que mueren en sus casas.
Entre el 16 de marzo, cuando se reportó el primer contagiado en la ciudad, y el 2 de mayo, el número de muertos en domicilios se incrementó más de tres veces respecto del año anterior, lejos de los ojos de Bolsonaro, según datos del registro civil a los que accedió LA NACION.
Ninguna ciudad quiere tener a la capital del estado de Amazonas como espejo. Empujado por decisiones de los gobernadores y alcaldes, Brasil avanza poco a poco al lockdown. Tres estados brasileños, Maranhão, Pará y Ceará, terminaron la semana con sus capitales y otros municipios con amplias restricciones. Unos ocho millones de personas ya están bajo esas condiciones. El caso más relevante fue el de Fortaleza, la quinta urbe del país en población, donde las autoridades registraron en los últimos días un dramático aumento de muertes y proyectaban 4000 muertos a fin de mes, en una ciudad en la que viven 2.700.000 personas.
La prestigiosa revista médica británica The Lancet le puso nombre y apellido a la principal amenaza para que el virus deje de diseminarse: Jair Bolsonaro. En un editorial, apuntó esta semana que el desprecio del líder ultraderechista por la enfermedad y por las medidas de cuarentena siembran confusión en el país, que ostenta la mayor mortandad entre los considerados "emergentes". Ayer, el país sumó 730 muertos por Covid-19 y elevó el total a 10.627, mientras que los nuevos casos registrados fueron 10.611 (155.939 en total).
Turbulencias
En el ápice de su popularidad por la defensa de medidas de aislamiento social, el exministro de Salud Luiz Mandetta fue despedido por diferencias con el presidente. Las turbulencias políticas continuaron, sin embargo, con la escandalosa salida, dos semanas atrás, del hasta ese momento ministro de Justicia Sergio Moro, el político brasileño más popular, que dio el portazo con una escandalosa denuncia de interferencia política de Bolsonaro en la Policía Federal.
"El desorden en el corazón del gobierno es una distracción mortal y una señal de que Brasil perdió su brújula moral, si alguna vez tuvo una", rezó el editorial de The Lancet. En sintonía con el informe de la FGV, apuntó al presidente como una traba para combatir con éxito el coronavirus y resolver la crisis de la salud pública.
"El discurso contradictorio entre los gobernadores por un lado y presidente por otro hizo perder tiempo. En vez de discutir acciones técnicas y medidas ambiciosas para contener la crisis sanitaria, se perdió el foco en discusiones mediáticas que confunden a las personas y no conducen a nada", dijo Frederico Fernandes, presidente de la Sociedad Paulista de Neumonología.
Un estudio del Imperial College de Londres mostró anteayer que la epidemia está lejos de ser controlada y seguirá en crecimiento, en contraste con las tendencias predominantes en Europa y Asia. El mismo informe estimó que más de cuatro millones de personas ya contrajeron el virus en Brasil, muy por encima de los casos notificados. Una realidad que el ministro de Salud, Nelson Teich, había admitido al reconocer que Brasil "navega a ciegas" en la pandemia.
La presión para que San Pablo y Río de Janeiro, dos de los estados con más casos de coronavirus, declaren el lockdown va en aumento. El instituto Friocruz, una de las principales instituciones médicas de Brasil, dijo esta semana que Río ya requiere esa medida debido al colapso del sistema de salud público, con casi todas las unidades de terapia intensiva ocupadas.
¿Está Brasil a tiempo de evitar una tragedia mayor?
Thomas Conti, profesor del Insper de San Pablo especializado en Economía y Datos, cree que sí, pero la solución no parece sencilla. "Hay condiciones para salvarse de una catástrofe", dijo. "Pero la principal medida, y la que es más difícil que suceda, es un cambio radical del presidente que deje de generar ruidos políticos y problemas para implementar estrategias de combate contra el virus".
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