Dado lo que se pone en juego, este es uno de los eventos trascendentales de la historia; se espera que asistan cerca de 25.000 personas, entre los delegados de los gobiernos de 190 países y representantes de empresas y de ONGs
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Dado lo que está en juego, es uno de los encuentros más importantes de la historia. ¿Su tema central?: qué harán los gobiernos del mundo para impedir que el cambio climático produzca sus efectos más catastróficos.
Se espera que cerca de 25.000 personas asistan en Glasgow, en Escocia, a la cumbre de cambio climático que se celebra entre el 31 de octubre y el 12 de noviembre.
El encuentro anual reúne a las partes de la Convención Marco de la ONU sobre Cambio Climático (UNFCC por sus siglas en inglés), y la de Glasgow es la Conferencia de las Partes o COP número 26.
No solo están convocados los gobiernos de más de 190 países. Además de las negociaciones oficiales, también hay exhibiciones y debates en los que participan miles de representantes de empresas y ONGs.
La cumbre de este año ocurre cuando la humanidad enfrenta una encrucijada que no podría ser más clara. El cambio climático se está intensificando y afecta ya a todas las regiones del planeta, según el informe de agosto del Panel Intergubernamental de Cambio Climático de la ONU, IPCC.
2021 ha dejado cientos de muertes por inundaciones, olas de calor, huracanes e incendios forestales, eventos que según los científicos son más frecuentes y más intensos debido al cambio climático.
“Hoy nuestro futuro y presente están en riesgo. Esta crisis nos ha alcanzado y está en juego la vida, sobre todo de las comunidades más vulnerables”, dijo a BBC Mundo la estudiante de ingeniería ambiental mexicana Alejandra Gálvez, quien asistirá a la COP26 como miembro del movimiento “Viernes por el Futuro México”.
En BBC Mundo te explicamos los temas clave que están sobre la mesa en la crucial COP26.
1- Por qué 1,5 es el número más importante
La meta principal es impedir que el calentamiento del planeta sobrepase un aumento de 1,5 °C (grados centígrados) respecto al siglo XIX. Y para ello se requieren recortes drásticos y urgentes en las emisiones de CO2 o dióxido de carbono, el principal gas de invernadero liberado por la quema de combustibles fósiles.
La temperatura del planeta ya aumentó 1,1 grados en promedio, según el informe de agosto del IPCC.
Fue en los Acuerdos de París, adoptados en la COP21 en 2015, que la mayoría de los países del planeta se comprometieron a “mantener el aumento de la temperatura media mundial muy por debajo de 2 °C con respecto a los niveles preindustriales, y proseguir los esfuerzos para limitar ese aumento de la temperatura a 1,5 °C”.
“Hay una diferencia notable entre los riesgos con un aumento de 1,5 °C versus un incremento de 2 °C”, explicó a BBC Mundo Michael Oppenheimer, experto en cambio climático de la Universidad de Princeton y autor o revisor de varios informes del IPCC.
El científico señaló que si bien cada incremento de calentamiento adicional causa más daños y más pérdidas de vida, “cuando superamos un aumento de 1,5 °C estos efectos comienzan a darse en forma no linear”.
“Eventos como el calor extremo, daños por ciclones tropicales, inundaciones por precipitaciones más intensas, todo ese tipo de impactos dañinos y letales se vuelven más y más comunes y más y más intensos a medida que el calentamiento supera los 1,5 °C”.
Oppenheimer es uno de los autores del informe “Calentamiento de 1,5 grados” del IPCC, que deja en claro la gran diferencia de riesgos entre un aumento de 1,5 °C y 2 °C.
Con un aumento de 2 °C, por ejemplo, los arrecifes de coral, uno de los ecosistemas más importantes del planeta, prácticamente desaparecen.
¿Qué hay que hacer para no superar 1,5 °C?
El IPCC lo dijo en forma categórica. Si se quiere cumplir la meta de 1,5 °C habrá que disminuir las emisiones CO2 en un 45% para el año 2030. Y para 2050 las emisiones deben alcanzar el cero neto (es decir, el CO2 emitido debe compensarse por mecanismos que absorban el gas, como la plantación de árboles, o tecnologías que capturen el gas y lo almacenen en forma subterránea).
Sin embargo, contrariamente a lo requerido, las emisiones de gases de invernadero van camino a un incremento para fin de esta década de 16% respecto a 2010, según la ONU.
Y los planes actuales de producción de petróleo, gas y carbón a nivel global exceden en más del doble el nivel necesario para no superar 1,5 °C.
Esto se da a pesar de la gran disminución en los precios de energías renovables. El costo de los paneles solares, por ejemplo, cayó un 82% entre 2010 y 2019, según un informe reciente.
Sin cambios drásticos en las emisiones, el mundo se dirige a un aumento de temperatura de al menos 2,7 °C para fin de siglo, según advirtió la ONU este mes.
2- ¿A qué se comprometerá cada país?
Según el Acuerdo de París de 2015, los países deben anunciar cada cinco años nuevas y más ambiciosas metas de reducción de emisiones. La primera vez que esto ocurrirá es en la COP26, que estaba prevista para 2020 y fue postergada por la pandemia.
Esas metas se conocen en la jerga climática como “contribuciones determinadas a nivel nacional” o NDC por sus siglas en inglés.
Muchos países han anunciado en años recientes planes de llegar al “cero neto” de emisiones en 2050 (EE.UU., Reino Unido), o 2060 (China).
“La COP 26 debe llegar a acuerdos de una reducción enorme de las emisiones globales hasta 2030″, dijo a BBC Mundo Carlos Nobre, investigador del Instituto de Estudios Avanzados de la Universidad de Sao Paulo y experto en la Amazonía.
La cumbre debe obtener “no solo promesas para 2050, sino compromisos de reducciones rápidas de emisiones con planes concretos de transición para economías de bajo carbono, algo que ya es tecnológicamente factible, pero se está implementando muy lentamente a nivel global en los sectores de energía, agricultura e infraestructura, entre otros”.
El científico brasileño también señaló que “una de las acciones urgentemente necesarias es eliminar los enormes subsidios que la economía actual da a sectores altamente contaminantes, como por ejemplo, el más de un trillón de dólares anuales de subsidios para los combustibles fósiles, que son la mayor fuente de emisiones”.
Para el científico británico James Dyke, “las políticas de cero neto pueden ser una trampa peligrosa”.
“Esas políticas pueden dar licencia a una mentalidad temeraria de “quemar ahora y pagar luego”, señaló Dyke, director del Instituto de Sistemas Globales de la Universidad de Exeter en Inglaterra y autor del libro “Incendio, Tormenta, Inundación: la violencia del cambio climático”.
La tecnología para extraer dióxido de carbono de la atmósfera es aún muy limitada, advirtió el científico.
Por ello, las promesas de cero neto “pueden dar a los políticos y empresas una forma de ‘lavado verde’. En lugar de introducir cortes rápidos en el uso de combustibles fósiles invocan un futuro optimista en el que sea posible retirar en forma segura las emisiones de carbono”.
3- El reclamo de justicia climática y la promesa de 100.000 millones de dólares
Los países desarrollados se comprometieron en 2009 a aportar US$100 mil millones cada año a partir de 2020, con el fin de ayudar a otras naciones a hacer la transición a economías de bajo carbono y adaptarse al cambio climático. El compromiso fue luego extendido hasta 2025.
Pero los fondos aportados en 2020 no llegaron a esa meta. Y el gobierno británico anunció días antes de la cumbre de Glasgow que es “poco probable” que se cumpla esa meta en 2021, aunque “confía” en que se alcanzará en 2023.
Los países en desarrollo exigen que se cumpla la promesa.
“No todos contribuyeron a las emisiones en forma igual”, señaló Saleemal Huq, director del Centro Internacional de Cambio Climático y Desarrollo en Bangladesh.
“Los países ricos se beneficiaron de la Revolución Industrial. Pero las principales víctimas son los pobres en países como el mío, Bangladesh, cuyas emisiones son minúsculas en comparación. Es realmente una cuestión moral”, agregó Huq.
Anaid Velasco es gerenta de investigación del Centro Mexicano de Derecho Ambiental A.C. (CEMDA), una de las ONGs que estará presente en la COP26.
“Para América Latina, el cumplimiento de esta promesa de US$100 mil millones es de gran relevancia, considerando que somos una región altamente vulnerable a los efectos del cambio climático, con cuantiosas pérdidas y daños”.
“Basta recordar que el reciente informe del IPCC ha identificado un incremento considerable de temperatura en esta región, mayor incluso que en otras regiones del planeta, lo cual contribuye a más sequías, mayor probabilidad de inundaciones y aumento del nivel del mar”.
Para Velasco, contar con los fondos prometidos es “una acción alineada con la responsabilidad que tienen los países que generan mayores emisiones frente a naciones que tienen menor responsabilidad (salvo México y Brasil) pero más afectaciones derivadas del cambio climático. Se trata lisa y llanamente de una acción de justicia climática”.
Otros puntos polémicos
Otro asunto financiero sin resolver es el de los mercados de carbono, que permitirían a países con emisiones inferiores a sus metas vender créditos a otras naciones.
La implementación de este mercado es polémica. Muchos temen que los países ricos eviten reducciones en sus propios países comprando créditos que no contribuyen lo suficiente a la caída global de emisiones.
Y otra disputa clave es la relacionada con “pérdidas y daños”. Además de la ayuda para adaptación, el Acuerdo de París reconoció en su artículo 8 en términos generales “la importancia de afrontar pérdidas y daños” causados por el cambio climático.
Los países ricos se niegan a cualquier sugerencia de compensación. Pero eso es lo que plantean desde hace años grupos como la Asociación de Países Insulares (AOSIS por sus siglas en inglés), que incluyen islas para las que el aumento del nivel del mar es una amenaza existencial.
José Villalobos, estudiante de psicología y activista climático y LGBTQ+, también asistirá a la cumbre en representación de Viernes por el Futuro México.
“Yo soy del sur de México y he visto y vivido la tragedia migratoria entre la frontera de México y Guatemala... Tenemos que alzar la voz aún más fuerte de lo que ya hacemos todos los días durante la COP26 para exigir acciones, y que los países del norte global se comprometan por los daños y reparaciones. Yo creo que nuestra existencia y seguridad misma está en juego”.
4- Barreras y el papel de China
El alto costo de los viajes y la falta de vacunas en muchos países pueden hacer que la cumbre de Glasgow carezca de la necesaria representación de los países más pobres.
Pero el mayor obstáculo a un acuerdo efectivo son las relaciones entre los principales actores internacionales, especialmente China y Estados Unidos, que representan casi el 40% de las emisiones globales actuales de CO2.
El presidente estadounidense Joe Biden no logró aprobación en el congreso para su ambiciosa iniciativa de electricidad a partir de energías renovables. Esto debilita según analistas su capacidad de presionar a otros países hacia reducciones de emisiones.
Por otra parte, la relación entre Estados Unidos y China se resintió aún más tras la creación de AUKUS, un pacto militar anunciado en septiembre por EE.UU., Reino Unido y Australia, que es interpretado por analistas como un intento de contrarrestar los avances de China.
No está claro si el presidente chino, Xi Jinping, asistirá a la COP26. Pero la cooperación de China es vital.
“A menos que China descarbonice su economía no vamos a vencer el cambio climático”, señaló a BBC Mundo David Tyfield, profesor del Centro Ambiental de la Universidad de Lancaster en Inglaterra y autor del libro “Liberalismo 2.0 y el ascenso de China: Crisis Global, Innovación y Movilidad Urbana”.
“Las emisiones de China dominan las cifras globales, con el 27% de las emisiones mundiales en 2019, y Estados Unidos en segundo lugar con un 11%. Por primera vez las emisiones chinas pasaron a todas las emisiones combinadas de los países de la OCDE”, agregó Tyfield.
Pekín puede tener otro gran impacto en la lucha contra el cambio climático, según el experto.
“China es desde hace tiempo la ‘fábrica del mundo’ y tiene un papel central en los circuitos de producción de economías alrededor del planeta. Esto significa que los esfuerzos de descarbonización de China tendrán un impacto desproporcionado en industrias enteras y en todas las economías nacionales asociadas con esas industrias”.
Pero Tyfield advierte que las emisiones chinas no deben servir para que otros países abdiquen de su responsabilidad y demonicen al gigante asiático.
“Los países de la OECD combinados tienen un porcentaje similar al de China. Y los países ricos no tienen como China el problema de desarrollarse y descarbonizar en forma simultánea”.
Si bien China es el mayor emisor de CO2 actual, el panorama es diferente cuando se habla de emisiones acumuladas históricamente, un punto importante para los reclamos de justicia climática. El CO2 emitido hace siglos sigue calentando hoy en día el planeta. Al considerar emisiones históricas, EE.UU. con un 20% supera ampliamente a China con un 11%, según una investigación del sitio Carbon Brief.
¿Qué se espera de la cumbre?
“Me gustaría ver planes para ‘pérdidas y daños’ que tengan una perspectiva de derechos humanos y de justicia”, afirma Alejandra Gálvez.
“Yo quiero ver planes y estrategias concretas de financiamiento climático para daños y reparaciones, quiero saber que existe un plan de descarbonización, y quiero ver planes de cómo se mantendrán a los combustibles fósiles en el suelo. Todo eso de manera en la que nadie se quede atrás”, señala José Villalobos.
Anaid Velasco afirma que ante el “estado de emergencia que vive la humanidad y el planeta”, los países “deberían presentar compromisos de reducción de emisiones mucho más ambiciosos (lo cual implica ‘apagar el interruptor’ a los proyectos basados en fuentes fósiles) y una mayor asunción de responsabilidad frente a las pérdidas y los daños que están viviendo las naciones más vulnerables”.
Para Carlos Nobre, “se deben crear las condiciones para una rápida transición del sistema económico global actual a una innovadora economía de bajo carbono”.
Y es hora de ir más allá de las promesas.
“Por ejemplo, Brasil tiene hoy emisiones per cápita de 9,5 toneladas de CO2 y metas de reducción para cerca de 5 toneladas para 2030. Pero las emisiones de Brasil vienen creciendo hace muchos años y fue uno de los pocos países cuyas emisiones aumentaron durante la pandemia en 2020 por la desforestación en la Amazonia y las emisiones de la agricultura”.
“Los jóvenes tienen razón en no aceptar compromisos urgentemente necesarios que la mayoría de los países prometen en las COP pero ignoran casi en su totalidad a la hora de implementarlos”.
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