Convención: los tres mensajes que dejaron los demócratas para ganarle a Trump
WASHINGTON.- Joe Biden no tuvo una multitud enardecida, cárteles, globos, o nada de la liturgia tradicional que distingue a los lanzamientos de las fórmulas presidenciales en Estados Unidos. Pero la convención demócrata que cerró el jueves y lo encumbró como candidato presidencial, una pulida producción virtual pensada para las pantallas, pareció funcionar para los demócratas y Biden, cuyo discurso –sin estadio, sin público, en un ambiente sobrio, íntimo y silencioso– cumplió con la misión de marcar un fuerte contraste a Donald Trump, y logró cosechar elogios por derecha e izquierda.
Para Biden, el discurso marcó un punto de quiebre. Durante meses, Biden permaneció en su casa en Wilmington, Delaware, encerrado, "en el sótano", como remarcó una y otra vez la campaña de Trump, que lo bautizó "Sleepy Joe". Llegó al discurso más importante de su vida con el desafío de conectar con la gente, y lo hizo con un mensaje claro, convincente y enérgico, que apeló a la unidad y a "superar esta época de oscuridad" en el país.
"Esta campaña no se trata solo de ganar votos. Se trata de ganar el corazón, y sí, el alma de Estados Unidos", afirmó.
Era la misión de Biden y los demócratas, que durante cuatro días de convención virtual buscaron convencer al país de que son una alternativa mejor a Trump. Para cumplir con ese objetivo, ofrecieron tres mensajes..
El primero y más urgente, que se vio y se escuchó con mayor claridad en el discurso de Barack Obama , pero estuvo presente en cada una de las noches del encuentro partidario, es que Trump es una amenaza para la democracia de Estados Unidos, una de la más longevas del mundo. Obama, acostumbrado a dar una imagen de calma y serenidad en sus discursos, pareció esta vez casi desbordado por sus emociones al brindar un alegato mordaz contra Trump, a quien acusó convertir de la Casa Blanca en un "reality show". Obama sumó su voz al urgente llamado que recorrió toda la convención al país a que salga a votar, y lo hizo con un mensaje directo a los más jóvenes, a quienes llamó "el ingrediente faltante".
"No dejen que les quiten el poder. No dejen que les quiten la democracia", dijo Obama.
El segundo mensaje es que Joe Biden,el hombre a quien los demócratas eligieron para la tarea de recuperar la Casa Blanca, es el líder que el país necesita en este momento, pese a sus conocidas falencias como candidato. Los demócratas dejaron en claro que harán campaña montados en la empatía de Biden, como si se tratara de una vacuna contra Trump.
Por eso la convención se enfocó mucho en las virtudes humanas de Biden: noche tras noche, fue retratado como un hombre honesto, decente y, sobre todo, capaz de conectar con el sufrimiento de la gente, una virtud ausente en Trump, según los detractores del mandatario. Biden carece del carisma de Obama, el talento político de Bill Clinton, el caudal enciclopédico de políticas públicas de Hillary Clinton o Elizabeth Warren, la frescura de Peter Buttigieg o la visión revolucionaria de Bernie Sanders. Pero el mensaje que se preocuparon por arraigar los demócratas fue otro: Biden es el hombre que puede estar a la altura de este momento, capaz de "restaurar el alma de la nación", cerrar la grieta y guiar la salida de uno de los peores años de la historia.
Unidad
Por último, la convención buscó mostrar a los demócratas más unidos que hace cuatro años. No era una misión difícil. En 2016, el partido dejó la convención que encumbró a Hillary Clinton –una candidata, para el electorado, más tóxica que Biden, quien además de todo tuvo que lidiar con la misoginia– fracturado. Esta vez, el espanto a un segundo mandato de Trump unió a todos detrás de Biden y Kamala Harris, ícono de la diversidad que busca representar el partido. Bernie Sanders, quien hace cuatro años respaldó a regañadientes a Clinton, brindó esta vez un apoyo más sincero y contundente a Biden.
Pero esa unidad es frágil: su raíz es Trump, no el consenso ideológico.
Pese a ese avance, los demócratas dejan su convención con algunas de las mismas carencias de hace cuatro años. Una de ellas es la ausencia de un recambio generacional sólido, reflejado no sólo en el hecho de que su nuevo abanderado tiene 77 años, sino también en el rol preponderante que tuvo Obama. Muchos de los oradores principales que eligió el equipo de Biden cruzaron la edad de jubilación hace rato: John Kerry, Nancy Pelosi, Chuck Schumer, Mike Bloomberg –a quien se le dio un lugar estelar la última noche–, y Colin Powell integran el panteón de figuras políticas del país.
El futuro estuvo desdibujado: ninguna de las estrellas partidarias jóvenes tuvo un rol saliente. Fueron actores secundarios. Alexandria Ocasio-Cortez, la congresista más joven, estrella naciente del ala progresista y una de las comunicadoras más efectivas de Washington, apenas tuvo un espacio formal, de menos de dos minutos. Las figuras latinas brillaron por su ausencia: Julián Castro, el único latino que buscó la presidencia, ni siquiera llegó a dar un discurso.
Al igual que en 2016, el principal argumento de los demócratas para ganar la elección presidencial es el candidato, y el repudio a Trump. Hace cuatro años, el mensaje era que Hillary Clinton era la candidata más preparada de la historia. No le alcanzó. El mensaje ahora es distinto –Biden tiene empatía, además de experiencia– pero su naturaleza es la misma. Al igual que hace cuatro años, los demócratas dejan la convención sin brindar una visión nítida sobre el país que buscarán si llegan a la Casa Blanca, y sin un eslogan como los de antaño: "Es la economía, estúpido", en la de Bill Clinton, o "Esperanza y cambio" y "Sí, podemos", en la de Obama.
Los demócratas y la campaña de Biden confían en que les alcanza con deshilachar a Trump, y mostrar un horizonte de progreso y normalidad en un país convulsionado. Una fórmula parecida a la de hace cuatro años. Para un partido que, ahora, dice que la democracia de Estados Unidos está en juego, puede ser una confianza excesiva, y puede llegar a costarles otra elección.
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