La ira islámica, una trampa para Obama
WASHINGTON.- Después de varios días de violencia antinorteamericana en el mundo árabe, la Casa Blanca se prepara para un prolongado período de agitación, que pondrá a prueba la seguridad de las misiones diplomáticas norteamericanas y la habilidad del presidente Barack Obama para encauzar las fuerzas transformadoras de esa región.
La ira en el mundo musulmán volvió a encenderse ayer, con nuevos ataques en Paquistán. Altos funcionarios del gobierno admiten que las violentas protestas presagian una crisis de largo aliento y de impredecibles derivaciones, tanto diplomáticas como políticas.
La ola de disturbios se convirtió de pronto en la mayor crisis de política exterior de la temporada electoral, y los analistas advierten que es un llamado a revisar los pilares de la política norteamericana hacia Medio Oriente.
¿Hizo Obama lo suficiente durante la "primavera árabe" para ayudar en la transición de la autarquía a la democracia? ¿Ha puesto realmente a raya a los extremistas islámicos?
Éstas son preguntas que llegan en muy mal momento, justo cuando el presidente se prepara para la recta final de su campaña por la reelección con una visible ventaja en las encuestas.
Las políticas de Obama para la región escaparon del escrutinio de la opinión pública tras el ataque que la semana pasada le costó la vida a cuatro ciudadanos norteamericanos en Libia. En parte fue por la indignación que generó una declaración de su oponente, Mitt Romney, acusándolo de simpatizar con los atacantes. En la Casa Blanca admiten que, de no haber sido por Romney, el que habría estado a la defensiva hubiese sido el gobierno.
"Después del éxito de Obama al acabar con Ben Laden, al matar a Khadafy y al no arruinar lo de Irak, creo que Obama y sus colaboradores se dijeron: «De este casillero ya no hay que ocuparse»", afirmó Michael Rubin, experto en Medio Oriente del Instituto Norteamericano de la Empresa y ex funcionario de la administración Bush.
Obama llegó al poder con la promesa de recalibrar las relaciones de Estados Unidos con el mundo árabe después de la guerra de Irak, y pronunció un muy aclamado discurso en El Cairo, en el que vislumbró una nueva era de fraternidad.
Pero tuvo problemas para encontrar el equilibrio entre apoyar el desarrollo de la democracia y proteger los intereses norteamericanos, ya que los gobiernos autoritarios fueron reemplazados por partidos islamistas, algunos hostiles a Estados Unidos. Los funcionaros de Obama son conscientes de los riesgos. Están preocupados porque la violencia de Egipto, Túnez y otros países se prolongue, ya que cada nueva manifestación implica que más gente se exponga al incendiario video antiislámico realizado en Estados Unidos.
El doble desafío de ocuparse de la crisis afuera y de la política interna se entrecruza de la peor manera. Después de expresar sus condolencias por la muerte del embajador norteamericano en Libia, Christopher Stevens, y de las otras víctimas en Libia, Obama voló a un evento de campaña en Las Vegas. Y el viernes pasado, tras despedir los restos de las víctimas en la base Andrews, se dirigió a los cuarteles generales de campaña para mantener varias reuniones, antes de ir a un evento para recaudar fondos.
Durante las maratónicas reuniones celebradas en la Casa Blanca desde el asesinato de los diplomáticos norteamericanos en Benghazi, los funcionarios se propusieron anticiparse al desarrollo de los hechos y evaluar posibles respuestas. Pero el ataque contra una escuela norteamericana en Túnez los tomó desprevenidos.
Si Estados Unidos reduce su grado de compromiso hacia esos países, estaría socavando la posibilidad de construir puentes culturales que en teoría hacen disminuir las hostilidades. Pero los funcionarios dicen que seguir como si nada hubiera pasado sería insostenible, y admiten que la ayuda para países extranjeros, un sapo difícil de tragar en tiempos de apriete fiscal, no tendría chances de aprobación en el Congreso.
Hacia el interior de Estados Unidos, el desafío es político, pero colosal. Los republicanos no lograron presentar batalla en el terreno de la seguridad nacional y la política exterior, pero creen que los recientes brotes de violencia les brindan una nueva oportunidad. Romney caracteriza la postura de Obama respecto de la "primavera árabe" como ingenua, y le ha criticado no brindar suficiente apoyo a Israel.
Aunque el equipo de Obama cree que a Romney su exabrupto le ha costado caro, también reconoce que una crítica justa sería que el presidente no estaba bien preparado para los gobiernos islamistas que surgieron de las cenizas de los gobiernos autoritarios.
Traducción de Jaime Arrambide
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