Conmovedora visita del Papa al “gueto de la vergüenza” eslovaco, el barrio gitano más grande de Europa
En Eslovaquia, visitó Lunik IX, donde 4300 personas de la minoría rom viven en condiciones terribles y discriminados
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KOSICE.- En Eslovaquia hubieran preferido que Francisco no fuera a Lunik IX, el barrio gitano más grande de Europa, también conocido como el “gueto de la vergüenza”. Allí, unas 4300 personas de la minoría rom -que representa el 8% de la población de poco más de 5 millones de este país-, viven en condiciones terribles. Hacinados en departamentos destruidos, sin servicios básicos, sin empleo, sin salud, ni educación y totalmente discriminados.
En 2013, vecinos de un barrio contiguo hasta quisieron segregarlos aún más, construyendo un muro de hormigón de tres metros de altura a su alrededor, del que hoy solo quedan restos.
Llegada triunfal de @Pontifex_es a Lunik IX, el barrio gueto gitano más grande de Košice. “Te amamos Papa!”, le gritan en idioma rom #PopeInSlovakia 🇻🇦🇸🇰 pic.twitter.com/FfmPzJmf9N
— Elisabetta Piqué (@bettapique) September 14, 2021
Coherente con su prédica en favor de los últimos, los marginados, Francisco fue hoy igual a Lunik IX, uno de los puntos álgidos de esta gira. Y lo hizo con un objetivo muy claro: visibilizar su dramática exclusión y gritarle al mundo, que “nadie en la Iglesia debe sentirse fuera de lugar o dejado de lado”.
“Sí, la Iglesia es casa, es su casa. Por eso, quisiera decirles con el corazón, ustedes son bienvenidos, siéntanse siempre en casa en la Iglesia y nunca tengan miedo de estar aquí. ¡Que ninguno los deje, a ustedes o a cualquier otra persona, fuera de la Iglesia!”, clamó.
La visita del Papa a este Fuerte Apache eslavo significó para la mayoritariamente católica Eslovaquia exhibir al mundo otra cara, la del racismo, la violencia, el no reconocimiento del otro. Para la ocasión, Lunik IX, un barrio de la periferia de Kosice que también recuerda el de Scampia, de la periferia degradada de Nápoles, recibió una pintada de cara. Se veía maquillado para la ocasión, con una pared de sus monoblocks pintada para la con algunas flores de colores y pancartas que decían “Francesco, benvenuto da noi” (Francisco, bienvenido entre nosotros).
Pero Lunik IX -también custodiado por francotiradores en los techos, efectivos del Ejército a pie y a caballo, vallas y demás medidas de seguridad-, no podía ocultar su historia.
Las ventanas rotas de los monoblocks de seis pisos descascarados, sus escaleras sin barandas y fachadas ennegrecidas por los incendios que suelen desatarse en invierno, cuando hace mucho frío y la gente prende hogueras en sus hogares para calentarse y se desatan incendios mortales, saltaban a la vista.
Aunque no se veía porque la habían sacado, todo el mundo sabe que en este barrio al que muchos eslovacos nunca fueron porque le tienen miedo -el prejuicio es que los gitanos son delincuentes malos y violentos-, la basura suele acumularse hasta construir montañas. Algo que hace las calles insalubres y que vuelvan a aparecer enfermedades erradicadas en Europa.
Historia
Cuando Kosice -ciudad donde en 1924 nació Ferdinand Fallik, el famoso artista argentino Gyula Kosice- formaba parte de Checoslovaquia, en Lunik, complejo de monoblocks construido a fines de la década del 1970 para militares, policías y familias romaníes, convivían muchos vecinos de clase media, en armonía.
Otra postal de Lunik, el barrio gueto gitano estilo Fuerte Apache que visitó @Pontifex_es #PopeInSlovakia 🇻🇦🇸🇰 pic.twitter.com/7zOj2ciSHD
— Elisabetta Piqué (@bettapique) September 14, 2021
Luego de la caída del Muro de Berlín, cuando el régimen comunista checoslovaco también se derrumbó y se desataron enormes cambios sociales, en el barrio comenzaron a vivir todos los que no podían permitirse hacerlo en el centro de Kosice, la mayoría, gitanos.
El resto de los vecinos se fue mudando a otras zonas y Lunik IX terminó siendo un verdadero gueto, donde, aunque ya no existe el muro que intentó segregarlo aún más, en 2013, la discriminación racial está a la orden del día. Fiel reflejo de esto, durante la reciente pandemia, según denunciaron diversas ONG, a los gitanos se los obligaba a pasar cuarentenas en instalaciones muy distintas de las reservadas a los eslovacos.
Por todo esto Francisco quiso visitar el gueto de la vergüenza. “No juzguen, nos dice Cristo. Cuántas veces, en cambio, no solo hablamos sin tener elementos o de oídas, sino que nos consideramos en lo correcto cuando somos jueces implacables de los demás. Indulgentes con nosotros mismos, inflexibles con los otros. ¡Cuántas veces los juicios son en realidad prejuicios, cuántas veces adjetivamos! La belleza de los hijos de Dios, que son nuestros hermanos, se desfigura con palabras. No se puede reducir la realidad del otro a los propios modelos prefabricados, no se puede encasillar a las personas”, dijo el exarzobispo de Buenos Aires, que habló, de pie, desde un palco montado en una plaza adyacente a un centro de sacerdotes salesianos. Desde 2008, hacen un admirable trabajo pastoral para mejorar las condiciones de vida imposibles del gueto.
“Queridos hermanos y hermanas, demasiadas veces han sido objeto de preconceptos y de juicios despiadados, de estereotipos discriminatorios, de palabras y gestos difamatorios. De esta manera todos nos hemos vuelto más pobres, pobres de humanidad”, lamentó el Papa.
“Lo que necesitamos es recuperar dignidad y pasar de los prejuicios al diálogo, de las cerrazones a la integración”, agregó. “Juicios y prejuicios solo aumentan las distancias. Conflictos y palabras fuertes no ayudan. Marginar a las personas no resuelve nada. Cuando se alimenta la cerrazón, antes o después estalla la rabia. El camino para una convivencia pacífica es la integración”, insistió, en palabras traducidas luego al romaní por un sacerdote.
Lo escuchaban entonces, algunos sentados en bancos y muchísimos otros asomados desde las ventanas rotas y sin vidrios de los monoblock, centenares de residentes del barrio, que durante todo el día cantaron, bailaron y rezaron a la espera del Papa, a quien recibieron de manera triunfal. “¿Te amamos Papa!”, le gritaban, en idioma romaní, que también Francisco utilizó pasa saludarlos, al final de una visita que muchos eslovacos esperan que marque un antes y un después.
“Ojalá que haga que los eslovacos y los gitanos nos conectemos, que haya un puente entre nosotros y que pueda comenzar un proceso por el que se termine esta marginación, algo que no es fácil”, dijo a LA NACION Pavol Hrabovecky, vice decano de la Facultad de Teología de la Universidad Católica de esta ciudad, que vino a Lunik IX para comentar en la televisión el paso del Papa por este lugar al que muchos hubieran preferido que no pisata, porque reconocen que significa vergüenza.
“No muchos eslovacos están dispuestos a dar vuelta la página en este tema, es difícil, pero la palabra Pontifex viene de puente y el Papa vino aquí a marcar que es necesario un puente entre los eslovacos y la minoría gitana”, agregó.
Con lágrimas de emoción y felicidad, Karo Sivak, gitano de 49 años que es ya abuelo de un bebe llamado Elías, desdentado y con un rosario al cuello, contó a LA NACION -a través de un traductor- que vino desde Zborovo, otro asentamiento gitano cercano a la ciudad de Bardejov, para ver al Papa. “Nosotros somos muy discriminados, pero Jesús nos mandó al Papa, es una bendición”, exclamó. Kevin, de 20 años, admitió que quedó sorprendido cuando se enteró de la visita del papa del fin del mundo a su gueto. ¿Por qué? “Porque la mayoría de las personas que visitan este país nunca vinieron a Lunik IX”.
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