Conmoción en Colombia
Tras la reacción por el crimen de la mujer asesinada con un "collar bomba", el presidente canceló el diálogo con las FARC.
BOGOTA (AP).- Elvia Cortez, una campesina que subsistía vendiendo sus cosechas en la plaza del mercado, dedicó las últimas siete horas de su vida a rezar y a pensar en su esposo y sus hijos, antes de que estallara el "collar de explosivos" que le colocaron guerrilleros de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC).
Los rebeldes le habían exigido el pago de 7500 dólares, y hasta que los consiguiese le dejaron adherido un collar hecho con un tubo galvanizado relleno de dinamita.
El peso del "collar-bomba" era tal que los expertos en explosivos que trataron de desactivarlo tuvieron que hacer varias pausas para permitirle a la mujer descansar cambiando de posición. Su heroico esfuerzo fue en vano pues se trataba de una trampa mortal. "El collar bomba tenía cuatro mecanismos de explosión en cada cuadrante", explicó el coronel Fabio Roa, comandante del Batallón Sucre, la guarnición militar de la región de Chiquinquirá.
Cuando se produjo la explosión que decapitó a la mujer, los expertos habían descubierto dos de los mecanismos detonantes, uno que controlaba el alivio de presiones sobre el aparato y otro que funcionaba con un sistema de fotoceldas. Este último, al parecer, fue el que hizo estallar el artefacto, dijo el coronel Roa.
La explosión le arrancó los brazos al policía Jairo López, técnico en explosivos, quien falleció al ingresar en el Hospital Militar de Bogotá, adonde fue traído en helicóptero. Otros tres técnicos en explosivos quedaron heridos con mutilaciones en sus brazos.
La señora Cortez tenía una pequeña propiedad rural con tres vacas y algunos cultivos agrícolas, de los cuales vivía su familia, integrada por su esposo y cuatro hijos.
"Ella era una mujer humilde", dijo el obispo de Chiquinquirá, monseñor Héctor Gutiérrez Pabón.
Un grupo de individuos armados, que según el ejército y la policía eran guerrilleros de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC), irrumpió en la madrugada de anteayer en la granja La Esperanza con el propósito de forzar el pago de dinero que ella dijo no tener.
Le colocaron el collar con explosivos, que estallarían en 10 horas si su esposo e hijos no conseguían la suma exigida en ese plazo. Uno de los hijos de Cortez trabaja en un banco en Bogotá y los guerrilleros le dijeron que él podía conseguir el dinero.
Fuerzas militares, alertadas por un vecino de Cortez, llegaron poco después para prestarle auxilio y la retiraron al borde de una carretera.
"No se puede desactivar sino a una hora determinada del día o de la noche", dijeron los guerrilleros en un mensaje grabado en un cassette, que dejaron en la casa de Cortez para advertir que sólo ellos podían quitarle la trampa mortal.
Sin embargo, cuatro expertos en explosivos intentaron desactivar la bomba. "Ya habían logrado desarmarla en un 70% cuando explotó", dijo el coronel Roa. Durante todo el operativo, Cortez se dedicó a rezar por su esposo y sus hijos.
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