Condicionado, Castillo buscará negociar con todas las fuerzas para normalizar Perú
El futuro presidente asumirá el 28 de julio con una agenda que deberá acordar con diversos sectores en un crítico escenario sanitario, económico e institucional
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La semana que viene, el maestro de escuela Pedro Castillo se calzará la banda presidencial en Perú y entrará a un Palacio de Gobierno donde sus antecesores se quedaron bastante poco, más como invitados que dueños de casa. Una especie de bosque encantado donde se sucedieron cuatro presidentes en cinco años, signo de la crónica inestabilidad del país
Ahora todos los ojos están puestos en este maestro de escuela rural, sin experiencia en la política, pero que ganó precisamente por no pertenecer a ese grupo de desprestigiados dirigentes de quienes los peruanos del común cuidarían celulares y billeteras si pasaran a su lado.
¿Pero qué se espera de Castillo? ¿Y qué capacidad de maniobra tendrá en ese enredado laberinto de alianzas e intereses que significa gobernar? Para empezar, según explicó a LA NACION el politólogo Carlos Meléndez, deberá ocuparse de su propio espacio de izquierda.
“Castillo tiene que articular diversas fuerzas políticas, desde las más radicales, que son los marxistas leninistas del partido al que pertenece, a las más moderadas y las independientes”, dijo Meléndez, investigador de la Universidad Diego Portales de Chile.
Solo negociando con estas distintas corrientes, que serán esenciales para respaldar su gestión, tendrá la capacidad de encarar su gobierno con bases más sólidas. Y allí lo espera el desafío de atajar de manera simultánea la triple crisis sanitaria, económica y política del país.
Castillo deberá enfrentar la pandemia de coronavirus, que hizo de Perú uno de los países con mayor índice de muertes del mundo, y trabajar por reactivar una economía que cayó el 11% en 2020, esforzándose al mismo tiempo en recuperar la estabilidad institucional.
La visión de gobierno de Castillo, basada en la reivindicación social y sintetizada en la consigna “no más pobres en un país de ricos”, asustó al establishment peruano, sobre todo por su promesa de reformar la Constitución para acentuar el rol económico del Estado.
Conciliador, en su discurso de victoria dijo que rechazará cualquier “modelo de otro país”, y que buscará el desarrollo peruano “garantizando la estabilidad jurídica y económica”, dos expresiones destinadas a ahuyentar los fantasmas de un símil chavista, cuya bancarrota social y económica de todos modos no son la envidia de nadie.
El poderoso gremio de empresas mineras dijo en un comunicado que “es el momento del diálogo” con el próximo gobierno para afianzar la competitividad del sector, en vista del proyecto de aumentar los impuestos a las mineras para financiar la acción pública.
“Hoy más que nunca, requerimos de autoridades con liderazgo y visión de futuro que asuman con decisión el compromiso de emprender las reformas necesarias para revitalizar nuestra golpeada economía”, garantizando el Estado de Derecho, dijo la Sociedad Nacional de Minería, Petróleo y Energía (SNMP).
Castillo fue suavizando su discurso a medida que avanzaba la campaña, que comenzó con la imprecisa proclama de “nacionalizar” la economía y desarmar “los monopolios”, y culminó con el llamado a su lado al respetado economista Pedro Francke, quien se convirtió en su vocero en materia de economía y suena para esa cartera.
También mantendría al presidente del Banco Central, Julio Velarde, considerado un dios por los fans del liberalismo económico.
Cuesta arriba
Consciente de que arranca su gestión cuesta arriba, y reafirmando ese discurso más medido, Castillo dijo este martes que estaba convocando a técnicos y personas comprometidas de diferentes grupos políticos para su primer gabinete.
“Estamos estructurando un equipo de trabajo, veo también que hay personas bastante interesadas en contribuir en el apoyo a este gobierno, de todas las tiendas políticas, personas que también no son políticos”, dijo sobre su posible elenco de gobierno.
Si de algo hay certezas en Perú es que la clave para sacar adelante cualquier tipo de reforma está en el Congreso, un recinto altamente fragmentado donde el partido de Castillo, Perú Libre, tendrá 37 legisladores sobre el total de 130 y obligará al presidente a negociar con propios y ajenos.
¿Y qué será de la vida de Keiko Fujimori, la líder de la derecha derrotada? Luego de competir por tercera vez a la presidencia, y de asegurar en cada ocasión que le birlaron la merecida victoria, le queda el consuelo de los 24 escaños que conserva su partido, Fuerza Popular, en el recinto.
Ese mismo recinto desde donde se gestó tras bastidores la caída de más de un presidente.
Ahora mismo Perú está gobernado por un presidente interino, Francisco Sagasti, cuyos nueve meses de mandato ya son más de lo que sobrevivió alguno de los varios presidentes que subieron y bajaron desde 2016 en adelante.
En diálogo con el diario peruano El Comercio, el analista político Enrique Castillo explicó que será fundamental una actitud responsable de los partidos opositores en este nuevo período de gobierno.
“No podemos repetir la experiencia de los dos últimos Congresos, si volvemos a eso vamos a un suicidio político –señaló-. Y así como se requiere poner límites al gobierno, también se deben poner a la oposición, no podemos tener otra oposición obstruccionista, populista y electorera”.
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