Con un polémico video, un candidato xenófobo y misógino irrumpe en la carrera hacia el Palacio del Elíseo
El escritor y polemista Eric Zemmour hace campaña contra la inmigración y la inserción cultural de los musulmanes; “Ya no es tiempo de reformar Francia, sino Salvarla”, dijo
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PARÍS.- Condenado dos veces por racismo, xenófobo, misógino y homofóbico, el polemista de extrema derecha francés, Eric Zemmour, oficializó este martes su candidatura a la presidencia de Francia en un video difundido en las redes sociales, donde lee un texto de contenido apocalíptico. Pero después de meses de vertiginosos sondeos, su fulgurante carrera hacia el Elíseo parece, sin embargo, empantanarse.
“He decidido tomar nuestro destino en nuestras manos. Ya no es tiempo de reformar Francia, sino de salvarla”, dijo en un discurso acompañado de imágenes de violencia, reflejo de “una Francia que ha dejado de ser Francia”, donde vuelve a exponer su eterna teoría del Gran Reemplazo (de los blancos por los musulmanes).
Pero Zemmour parece haber tomado la decisión en el peor momento. Después de tres meses de reuniones públicas y autógrafos, el polemista oficializó su candidatura este martes en un video cuya escenografía fue copiada del histórico llamado del 18 de junio de 1940 del general Charles de Gaulle a resistir a la ocupación nazi. Lamentable mise-en-scene y patética recuperación política que encantó a sus seguidores e indignó a decenas de millones de franceses.
Por la noche, entrevistado en horario central en el informativo de TF1, la principal cadena privada de televisión, Zemmour trató sin demasiado éxito de defenderse de todas las acusaciones -y condenas- por racismo, sexismo y misoginia que pesan sobre él.
“Yo considero esas condenas (por racismo) injustas porque penalizaron un delito de opinión, con una ley liberticida en un país democrático. Pero eso fue hace diez años. Hoy no soy más periodista o escritor. Soy candidato”, argumentó. “No vamos a volver sobre lo que escribí”, dijo, omitiendo que esos escritos fueron publicados hace apenas dos meses en su último libro Francia no dijo su última palabra, cuya promoción le permitió lanzar su campaña sin ser aún candidato.
Fue con ese libro, precisamente, que Zemmour perdió la simpatía del electorado femenino, aterrado con su afirmación sobre la inferioridad de la mujer. Pero el exescritor persiste, sin explicar por qué: “Yo creo que mi candidatura es la que mejor defiende a las mujeres”. Los sondeos demuestran, en todo caso, que obtendría apenas 13% de votos de ese sector de la sociedad.
Ocupando el tercer puesto en los sondeos, con entre 12 y 15% de intensiones de voto -detrás de Emmanuel Macron (24%) y Marine Le Pen (20%)- el experiodista consiguió en tiempo récord un sitio central en el debate público. Pero, ¿logrará llegar a las elecciones de abril próximo? Nada es menos seguro.
Beneficiado a comienzos del otoño boreal por un aumento vertiginoso en los sondeos y una cobertura mediática fuera de serie, su trayectoria parece desinflarse desde comienzos de noviembre: abandono de importantes contribuyentes financieros, dificultades para obtener las 500 firmas de representantes electos (alcaldes, diputados, etc.) necesarias para participar en las elecciones, masivas manifestaciones populares de rechazo durante sus desplazamientos y gestos grotescos de su parte, hicieron derrumbar su popularidad 4 puntos en apenas una semana.
“No se hace un corte de mangas a los franceses cuando se quiere ser presidente”, señaló Gabriel Attal, vocero del gobierno.
“Si bien sus provocaciones le permitieron concentrar la atención de las cadenas de televisión y las redes sociales, hoy hacen dudar hasta en su círculo más cercano”, analiza Raphaël Lorca, experto en la Fundación Jean-Jaurès.
¿Cuál es entonces la explicación del fenómeno Zemmour? Una “campaña a muerte, violenta en las palabras y en las imágenes. Zemmour está en la afirmación de la conflictividad y el rechazo de lo que habitualmente constituye la base de una campaña victoriosa: el apaciguamiento, el consenso y el compromiso. En una sociedad donde la gente ha dejado de creer en todos esos valores, el método funciona”, observa Lorca.
“Cuando el discurso político está dominado por la ideología ‘bien pensante’ de izquierda, es necesario ser brutal para no someterse a esa mecánica”, explicaba en octubre el mismo Zemmour.
Es probablemente por culpa de ese gusto incontrolable por la desmesura -que él califica de “sinceridad”- que Zemmour podría haberse transformado en su peor enemigo. El 20 de octubre, apuntó un arma descargada contra los periodistas durante un desplazamiento. El 13 de noviembre, convocó a la prensa delante del Bataclan, teatro del peor ataque terrorista de Francia, para denunciar la responsabilidad del entonces presidente François Hollande en los atentados de 2015. Espantadas, las asociaciones de víctimas lo calificaron de “profanador de sepulturas”. Cuatro días después, el aún no-candidato fue juzgado por provocación al odio y por injuria racial. Para él, se trató de “un intento más de intimidación”.
Objeto de detestación de toda la clase política, hasta la otra gran candidata ultra nacionalista, Marine Le Pen -que por el momento lo supera en los sondeos-, no pierde ocasión de descalificarlo: “Es un polemista, no un candidato presidencial. Firmeza no es brutalidad”. (Zemmour) “Separa y divide”, dice la presidenta de Reunión Nacional (RN), que consideró su video de candidatura “retrógrado y crepuscular”.
Por una vez, la dirigente de ultra derecha parece tener razón.
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