Con tintes casi grotescos, la xenofobia tensa a Alemania
Uno de los líderes de Alternativa para Alemania fustigó a un jugador negro de la selección después de una polémica absurda por los chocolates Kinder
BERLÍN.- El envoltorio de un chocolate infantil parece un objeto más bien inofensivo, pero en la agitada Alemania de 2016 cobró dimensión política este fin de semana y cumplió una función inesperada: sacar a la superficie, de un modo explícito y grotesco, las corrientes xenófobas subterráneas que desde hace meses se expanden por el país.
El incidente comenzó cuando el movimiento islamófobo Pegida (siglas de Patriotas Europeos contra la Islamización de Occidente) descubrió que las populares barritas de chocolate Kinder llevaban en su envoltorio ya no sólo la imagen tradicional de un chico rubio, sino también las de uno negro y otro de tez morena.
"No se detienen ante nada. ¿De verdad se puede comprar esto? ¿O es una broma?", se indignó una cuenta regional de Pegida en Facebook. El comentario dio alas a decenas de seguidores xenófobos: "Intentan colar una mierda como lo normal. Pobre Alemania", lamentó uno. Otro ironizó sobre las fotos: "¿Son alertas contra futuros terroristas?".
En realidad se trataba de algo bien diferente: con motivo de la Eurocopa de fútbol que comienza el 10 de junio en Francia, la marca lanzó una promoción en Alemania con imágenes infantiles de estrellas de la selección, incluyendo a Jérôme Boateng, de padre ghanés, y a Ilkay Gündogan, de origen turco.
La cúpula de Pegida se distanció del comentario de su rama regional. Pero la agresión ya había tocado fibras sensibles en una Alemania que afronta el desafío de integrar a más de un millón de refugiados y provocó por eso no sólo una ola de insultos y bromas en las redes sociales, sino también el rechazo contundente del mundo de la política y el fútbol.
"La selección alemana es uno de los mejores ejemplos de integración exitosa -comentó el presidente de la Federación Alemana de Fútbol, Reinhard Grindel, sobre el espíritu multicultural de la campeona del mundo-. Millones de personas en Alemania están orgullosas de este equipo precisamente porque es como es."
Los líderes de diversos partidos condenaron el absurdo y hasta la Iglesia Católica alemana reaccionó a la polémica... con una broma: en su cuenta de Twitter publicó una foto con el envoltorio del chocolate ilustrado por el papa Francisco y el mensaje "¡Ups! Pegida: tampoco nosotros nos detenemos ante nada".
El tema parecía liquidado al terminar la semana, hasta que ayer intervino el partido populista de derecha Alternativa para Alemania (AfD), la otra fuerza de corte xenófobo que viene explotando el drama de los refugiados y que roza niveles récord de intención de voto.
Alexander Gauland, vicepresidente de AfD, sorprendió con una respuesta abiertamente racista cuando le preguntaron por Boateng en una entrevista: "La gente lo considera bueno como futbolista. Pero no quiere tener a un Boateng de vecino", lanzó el político de 75 años al dominical Frankfurter Allgemeine Sonntagszeitung.
Es un salto inédito en la Alemania actual: si el incidente con los chocolates surgía de un comentario anónimo y en un contexto absurdo, el insulto de Gauland proviene de uno de los líderes de un partido con serias posibilidades de entrar en el Parlamento alemán en las elecciones del año que viene. El escándalo resultó por eso aún mayor.
"Sencillamente inaceptable y falto de nivel. Quien habla así se descubre a sí mismo", escribió en su cuenta de Twitter el ministro de Justicia, Heiko Maas. Otros políticos acusaron a Gauland y AfD de racismo, mientras varios futbolistas se solidarizaban con el jugador estrella del Bayern Munich, nacido en Berlín y de madre alemana.
La jefa de AfD, Frauke Petry, se disculpó también con el defensor y puso en duda la cita recogida por el diario, al igual que el propio Gauland. Pero, más allá de los matices, ambos escándalos revelan la creciente tensión que se respira en Alemania por el desafío que plantea la llegada de refugiados y el consecuente avance de fuerzas xenófobas.
Medidas
El mismo miércoles en que Pegida fustigaba envoltorios de chocolate, el gobierno de Angela Merkel aprobaba el primer paquete de medidas de integración para los solicitantes de asilo.
El espíritu de la ley, que la canciller calificó de "hito", combina más apoyo para facilitar el acceso de los refugiados al mercado laboral con condiciones más estrictas para su integración, como la obligatoriedad de asistir a cursos de idioma o la anulación del permiso de residencia de quienes cometan un delito.
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