Con o sin herederos, Mónaco no pierde la fe en los Grimaldi
Alberto y Charlene no tienen hijos y la falta de un sucesor genera murmullos en el principado
MONTECARLO.- Los escándalos y los dramas del clan Grimaldi suelen ser frecuentes: accidentes, romances prohibidos, hijos sin reconocer, divorcios, rumores.
Ahora se agrega otro problema en ciernes: Alberto II y su mujer, la sudafricana Charlene Wittstock, que se casaron en 2011, tardan en dar al principado un heredero y la demora genera cada vez más murmullos entre los súbditos apegados a la tradición.
Sin embargo, eso parece no alterar la devoción y simpatía que la mayoría de los monegascos tienen por la dinastía que gobierna el pequeño y rico principado desde hace 716 años.
Sentada a metros del puerto de Fontvieille, en el sur del pequeño principado, Victoria Gramaglia dice que a Alberto y Charlene hay que darles tiempo para que sean padres. "Todavía no llegan a los dos años de matrimonio. La princesa es joven y sabemos que él nos puede dar un heredero y, si es varón, mejor", dice la simpática anciana, acompañada de su caniche toy, en una velada referencia a la paternidad de Alberto sobre dos hijos, Jazmin Rotolo (de 21 años) y Alexandre Coste (de 9), fruto de relaciones fugaces durante sus décadas de playboy , cuando tenía más pelo y menos kilos.
Por su parte, Charlene debe lidiar con el fantasma de su fallecida suegra, Grace Kelly, y la popularidad internacional de su cuñada y la mayor del clan, Carolina, de pasado sufrido y presente turbulento: su tercer matrimonio, con Ernst Hannover, es un fracaso, tanto que este alemán pasa la mayor parte del año en su patria.
Charlene participa poco y nada del protocolo, al punto de que la prensa la llama "la princesa ausente". En abril fue muy comentada la ausencia de Charlene en la asunción de Guillermo al trono de Holanda, a la que Alberto asistió solo. Semanas después la situación, se dio a la inversa: la princesa fue sola a la boda de Magdalena de Suecia.
Por eso a pocos les extrañaría que Carolina accediera al trono ante una incapacidad o muerte prematura de Alberto. "Tenemos todo preparado por si su alteza no deja descendencia legítima. Rainiero, viejo zorro, se anticipó y promulgó una ley que habilita a las mujeres a acceder al trono. Así que ante una adversidad de Alberto, Carolina sería la cabeza del Estado", comenta a LA NACION uno de los 24 diputados del Consejo Nacional (el Parlamento), que prefirió permanecer en el anonimato.
Carolina -divorciada de Philippe Junot, viuda de Stefano Casiraghi y separada de Hannover- también podría cederle el trono a Andrea, el primogénito de su unión con el empresario italiano, muerto en un accidente de motonáutica, en 1990.
"Mónaco siempre va a tener a un Grimaldi como jefe de Estado. De eso no hay dudas. ¿Usted sabe lo que es la transustanciación? Bueno, los Grimaldi se convirtieron en Mónaco", dice Claude Clericci, a la salida de la Catedral de San Nicolás.
El orgullo sobre la casa Grimaldi descansa también en cuestiones de intereses. Con 7000 ciudadanos -sobre un total de 35.000 residentes-, los monegascos tienen importantes privilegios que les da Alberto II y su gobierno, más allá de exenciones impositivas.
La mayoría de los monegascos acceden a los mejores empleos, tanto en la administración como en el sector privado, donde la mayoría son generados por la Société des Bains de Mer (SBM), un pulpo comercial que concentra el monopolio del juego, los mejores hoteles y clubes y 33 restaurantes. El 35% de la empresa es de la familia real, y otro 35% del gobierno, también controlado por los Grimaldi.
"El monegasco tiene los mejores empleos. El resto que trabaja acá vive en Francia y los contratos laborales se renuevan por año, previa revisión médica y el certificado de buena conducta que emite la policía francesa", dice Pascal, un guía turístico francés que trabaja para el hotel Hermitage y vive en Niza.
En tanto no se vea afectado su buen pasar, el monegasco promedio defenderá a los Grimaldi y esperará al hijo de Alberto y Charlene con la misma paciencia que usa para soportar la visita anual de cuatro millones de turistas.
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