Con o sin Bolsonaro en el gobierno, el Brasil más conservador mantendrá su poder
El presidente logró organizar políticamente a fuerzas conservadoras que mantendrán un fuerte poder, incluso si gana Lula; los interrogantes sobre el escenario poselectoral
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SAN PABLO.– La ciudad de Pará de Minas, en el interior del estado de Minas Gerais, donde viven solamente 95.000 habitantes, es un reflejo de un nuevo Brasil que emergió con fuerza y todavía causa perplejidad y desconcierto. En los últimos días, la ciudad fue noticia por un boicot organizado por agrupaciones que defienden la reelección del presidente Jair Bolsonaro en contra de “comerciantes comunistas” (electores del expresidente Luiz Inacio Lula da Silva). La intolerancia social es alarmante en un país donde, como mostró el resultado de la primera vuelta, casi la mitad de la sociedad se reconoce conservadora y de derecha.
No es que Brasil se haya vuelto conservador, aclara el sociólogo Giorgio Romano, profesor adjunto de la Universidad Federal del ABC (Ufabc), del gran San Pablo, “es que con Bolsonaro los conservadores brasileños, que siempre existieron, se organizaron políticamente e instalaron la idea de que el otro es el enemigo y te quiere destruir”.
“La izquierda tardó mucho en entender que este Brasil conservador existía y podía tener una expresión política”, amplia Romano.
El actual escenario político brasileño plantea algunos dilemas: si gana Lula, hay riesgo de gobernabilidad y, por el contrario, si se reelige a Bolsonaro hay riesgo de un retroceso democrático. Este Brasil empoderado por Bolsonaro tendrá una enorme fuerza en el Congreso, en gobiernos regionales y en la sociedad en general, lo que representará un enorme desafío para Lula, en caso de vencer las elecciones y conquistar un tercer mandato. El expresidente ya avisó que si gana va a tener que empezar a conversar con el Congreso “ya”.
Algunos especulan con la posibilidad de un impeachment a Lula en el mediano plazo, en caso de derrotar a Bolsonaro en las urnas. Otros creen que ese es un escenario totalmente exagerado.
Lula es un buen articulador político, tal vez uno de los mejores de la política brasileña, pero si gana, el desafío es gigantesco. Durante la campaña presidencial, uno de sus grandes objetivos fue ampliar su base de apoyo entre los evangélicos, que representan cerca del 30% de la población brasileña y tendrán importantes dirigentes aliados en el Parlamento a partir de febrero del 2023. En ese sector, Bolsonaro es ampliamente más popular. “Los evangélicos crecieron durante los gobiernos de Lula, pero quien entendió cómo transformar eso en un movimiento político fue Bolsonaro. Lo hizo durante mucho tiempo y no nos dimos cuenta de lo que estaba ocurriendo”, admite Romano.
Conservadurismo, religión y ultraliberalismo económico son las banderas del Brasil que vota por el presidente que busca de su reelección. Un sector que, opinan analistas, estaría dispuesto a sacrificar la democracia en nombre de sus metas e intereses. “Saldremos de esta elección con la mitad de la población habiendo votado por la derecha y extrema derecha, y si Lula gana la elección deberá, entre otras cosas, combatir con mucha eficacia las fake news”, afirma el economista Paulo Nogueira Batista, exdirector ejecutivo de Brasil en el Fondo Monetario Internacional (FMI) y ex vicepresidente del banco de los Brics. “El riesgo de gobernabilidad siempre existe, pero confiamos en que, si gana, Lula sabrá administrar un fenómeno que es global y se expresa de manera muy contundente en Brasil”.
Nogueira Batista es uno de los que se refiere a la amplia alianza que lidera Lula como Arca de Noé, por la diversidad de sectores políticos que la integran, y que tendrán dificultad para ponerse de acuerdo, sobre todo en temas económicos. “Lula no podrá tirar al mar ninguno de los integrantes del arca, deberá consensuar para asegurar la gobernabilidad”, opina el economista, que considera la extrema derecha brasileña “retrógrada y peligrosa, sin duda un problema para un futuro gobierno de Lula”.
Además de los desafíos políticos, preocupan los sociales. Hoy no es poco común escuchar en Brasil anécdotas sobre choferes de Uber que piden a sus pasajeros que se bajen del auto en mitad de trayecto porque son electores de Lula, o de Bolsonaro (en mucha menor medida). La violencia y la intolerancia están en el aire. El boicot a empresarios que apoyan a Lula en el interior de Minas Gerais es solamente un ejemplo, entre muchos. La grieta llegó a Brasil.
“Si escuchamos algunos dirigentes del mundo bolsonarista, como el recientemente electo senador Hamilton Mourão, vemos que el proyecto que tienen está fuertemente determinado por el factor militar y la religión. Lula, si gana, va a enfrentar muchas resistencias”, opina Vicente Trevas, uno de los fundadores del PT y presidente do Instituto Sudamericano para la Cooperación y Gestión Estratégicas de Políticas Públicas.
El temor a un segundo gobierno abiertamente antidemocrático de Bolsonaro unió hasta los dirigentes, intelectuales y académicos menos pensados. El expresidente del Banco Central Armínio Fraga, por ejemplo, fue uno de los llamados economistas del establishment brasileño que decidió anunciar públicamente su voto por Lula, en nombre de su compromiso democrático. Como la exministra de Medio Ambiente y excandidata presidencial Marina Silva, el expresidente del Banco Central no es fan de Lula, nunca lo fue, pero reaccionó a los constantes ataques de Bolsonaro a instituciones como el Supremo Tribunal Federal (STF).
En la recta final de la campaña, el presidente especuló con proyectos para cambiar el número de miembros del máximo tribunal, generando una catarata de críticas y hasta comparaciones con el modus operandi de Hugo Chávez.
Los escenarios que se plantean en Brasil después de la segunda vuelta están llenos de dudas, fantasmas y especulaciones. ¿Aceptará Bolsonaro el resultado de la elección en caso de derrota? ¿Aceptarán los electores de Bolsonaro la eventual derrota de su líder? ¿Podría Lula, en caso de victoria, gobernar con medio Brasil en contra y, en muchos casos, considerando su presidencia ilegítima? ¿Hay riesgo de crisis de gobernabilidad política y social? ¿La violencia podría descontrolarse en un país donde se flexibilizaron al máximo las reglas para adquirir armas?
Muchas preguntas sin respuesta. La única certeza hoy es que Brasil cambió y eso no tiene vuelta atrás, con o sin Bolsonaro en la presidencia.
Janaína Figueiredo
Para LA NACION
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