Balotaje en Uruguay: las encuestas muestran una diferencia que se achica y anticipan una noche de suspenso
El oficialista Álvaro Delgado y el opositor Yamandú Orsi llegan a la segunda vuelta con una diferencia dentro del margen de error en la mayoría de las encuestas; fue una campaña calma, aunque con un final con algunas controversias
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MONTEVIDEO. - Se dice que va a ser una de las elecciones más cerradas de la historia y que se aguarda un largo suspenso. Así se definirá la presidencia uruguaya en el balotaje de este domingo, que enfrentará al oficialista Álvaro Delgado con el opositor Yamandú Orsi, tras un mes de campaña luego de emerger como los más votados de la primera vuelta.
El izquierdista Orsi quiere devolver al poder al Frente Amplio, que gobernó durante 15 años hasta el triunfo del liberal Luis Lacalle Pou, quien ganó la última elección al mando de una coalición de centroderecha cuyos principales socios son su Partido Nacional y el Partido Colorado. Ahora será Delgado quien defienda la coalición de gobierno, apelando a la buena imagen de la gestión actual.
“La cosa fue mejorando de a poco, la coalición fue ganando gente que estaba indecisa. Lo que los votantes del Frente Amplio no entienden es que en 15 años su partido hizo muchas cosas mal, hizo cosas que no debía. Nosotros fuimos levantando de a poco el país”, dijo a LA NACION John, de 43 años, un militante que repartía volantes de Delgado frente a la intendencia de Montevideo.
Los dos bloques llegan a este fin de semana en paridad de condiciones, con una leve ventaja de Orsi dentro de un estrecho margen de empate técnico. La consultora Factum le asigna solo el 0,5% de diferencia (47,1 a 46,6), casi lo mismo que Cifra (47 a 46,4). Otras consultoras le dan de dos a cuatro puntos arriba.
“No sabemos quién puede llegar a ganar”, dijo Mariana Pomiés, directora de Cifra, sobre la última encuesta de su consultora. Y recordó que en proyecciones anteriores la ventaja de Orsi “era más amplia”. “Eso se fue acortando”, añadió.
El director de Factum, Eduardo Botinelli, dijo por su parte que el pronóstico es “más complejo” que otros años debido al escenario “muy cercano” entre ambos candidatos.
La cercanía en los sondeos hace prever que la diferencia final pueda ser incluso menor que cuando Lacalle Pou ganó en 2019 por menos de 40.000 votos. Y como cada voto cuenta, apenas se apagaron las luces de sus comandos de campaña, la noche del 27 de octubre, los candidatos salieron a recorrer el país y a multiplicar sus presentaciones en actos, encuentros con la gente y medios de comunicación.
Final con controversias
Quien dio el giro más claro fue Orsi. Aunque salió primero en los comicios de octubre con el 44% de los votos, quedó detrás de la suma de los partidos de la coalición oficialista (47%), que compitieron por separado. Ahora van juntos detrás de Delgado con el nombre de Coalición Republicana.
“Los blancos y colorados si van por su cuenta pierden y necesitan juntarse para poder ganarnos. Lo único que tienen en común es querer que pierda el Frente”, dijo a LA NACION Pablo, un votante de 39 años y obviamente del Frente Amplio, que por cierto también es una suma de partidos.
Orsi sabía que era hora de remar, y decidió dejar de escapar de las entrevistas, como venía haciendo, y salir al ruedo. Salió a la caza de votos con la seguridad de que ningún votante del Frente Amplio se va a pasar de bando, y tratando de sacarle votantes a los socios menores de la coalición oficialista.
Vino en su ayuda el expresidente José “Pepe” Mujica (2010-2015), que pese a sus 89 años no dejó de manifestarse por su favorito. El expresidente sembró, de paso, no pocas controversias, con declaraciones picantes que fueron a la vez lo más entretenido de una campaña sin mucha emoción.
Dijo por ejemplo que, por las dudas, en un momento con su partido habían buscado una candidata a vicepresidenta “de repuesto”, por si no aceptaba el ofrecimiento que le habían hecho a Carolina Cosse, la dirigente que finalmente aceptó acompañar en la fórmula a Yamandú Orsi.
También causó revuelo criticando esta semana al presidente Lacalle Pou porque “se compró una moto de 50.000 dólares, tiene dos camionetas al pedo”, más algunos insultos al voleo contra otros políticos y sindicalistas. Dos días después se retractó. O más o menos. “Se me fue la lengua por la calentura y pido disculpas al pueblo uruguayo. No por el contenido, el contenido lo suscribo. Por las formas. No es momento de decir eso”, declaró.
El periodismo, en tanto, estaba encantado de tener algo de qué hablar, igual que las redes sociales.
Por su parte, Álvaro Delgado también se dijo y desdijo al mismo estilo. Lo suyo empezó con una comparación entre Orsi y Alberto Fernández, apelando al desprestigio del expresidente argentino. “Si llega a ganar Orsi, lo digo con respeto porque le tengo afecto y respeto, va a pasar un escenario parecido a lo que fue Alberto Fernández en Argentina: seguramente sea el que firma, pero no el que manda. Va a decidir la barra, que lo condiciona todo el tiempo”, sostuvo Delgado en una entrevista.
Al día siguiente, dijo en otra entrevista que si ganaba las elecciones del domingo, quería convocar a su rival de estas últimas semanas para trabajar juntos. “Me gustaría contar con Orsi, porque creo que tiene un valor per se contar con él en el próximo gobierno”, aseguró. Orsi respondió que Delgado estaba “perdiendo su centro”.
De todos modos, esas mínimas controversias no agitaron las aguas de una campaña en calma, donde incluso hubo un debate con tanto respeto que los dos candidatos se terminaban dando la razón en varios de los puntos tratados. Los contendientes de hecho presentaron sus programas y no hubo casi confrontación entre ellos, sobre todo por la insistencia de Orsi en mantener su libreto.
Mientras Delgado hacía campaña, quien buscó incidir a su favor fue Lacalle Pou, que no puede presentarse a la reelección y deberá esperar un período de gobierno para hacerlo, como Julio María Sanguinetti y Tabaré Vázquez. El presidente no puede hacer política, pero como recordó El País, “dedicó gran parte de este año electoral –algo que había decidido con mucha antelación- a recorrer todo el país y asistir a centenares de eventos e inauguraciones”, además de participar contra un plebiscito de seguridad social, finalmente rechazado.
Cruzar el charco
Si Orsi salió a seducir votantes del oficialismo, Delgado debió esforzarse en hacer la maniobra contraria y “fidelizar” los votos de su coalición. Ambos apelaron además a los indecisos, que volcarán el resultado final.
Los dos bloques rivales redoblaron los esfuerzos en los medios tradicionales y digitales, y apelaron al aún más tradicional y a su manera digital “puerta a puerta”, tocando el timbre de las casas. Se reflotó también el llamado “voto Buquebus”, es decir, llamar a votar y dar facilidades a los miles de uruguayos que viven en la Argentina para que crucen el Río de la Plata.
La candidata a vicepresidenta del oficialismo, Valeria Ripoll, fue la figura central de un evento ante 300 personas en Buenos Aires. Y el Frente Amplio, por su parte, publicitó pasajes con el 80% de descuento para quienes se anotaran. Incluso fue más que en la primera vuelta, que era de solo 50%. “¡A redoblar!” decía la promoción que salía en los medios, donde mostraban la foto de un ferry con ese cartel extendido en el costado.
Se espera que llegue el doble de votantes que en la primera vuelta, según afirmaron desde el Frente Amplio, cuando unos 8000 votantes cruzaron desde la Argentina. Ese número ya era superior a las cerca de 6000 personas que habían arribado en las elecciones de 2019.
Para este domingo unas 16.000 personas confirmaron que viajarán a votar gracias a los beneficios económicos que dio la coalición de izquierda, según el conteo del Frente Amplio hasta el miércoles pasado. Incluso, el secretario de Organización del partido, Manuel Ferrer, indicó a El País que las previsiones apuntan que sean unos 18.000 los uruguayos residentes en la Argentina los que viajarán a votar. “Seguimos vendiendo”, afirmó Ferrer. Cada voto puede hacer la diferencia para cualquiera de los dos, en una noche, quizás, muy larga.
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