Con el referéndum en ciernes y con las armas de Occidente, Ucrania se prepara para una brutal lucha por la recuperación de las regiones ocupadas del sur
Las tropas rusas arrasaron gran parte de la región de Kherson ya en febrero, los dos primeros días de la invasión; recuperar el óblast ha convertido en la máxima prioridad de las tropas ucranianas en esta nueva fase de la guerra
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KYSELIVKA, Ucrania.- En abril, cuando las tropas ucranianas se desplegaron en Kyselivka, en la línea de frente de Kherson, encontraron refugio del incesante bombardeo ruso en las viviendas vacías de la localidad.
“Pero ahora ya casi no queda dónde esconderse”, dice un soldado que se identifica como Kulak, y señala ese paisaje de cráteres y árboles retorcidos. “La mayoría de las viviendas se quemó hasta los cimientos por las bombas incendiarias, y la iglesia directamente desapareció. No tenemos paz”.
Aquí en Kyselivka ya no quedan civiles, pero hay una cabra blanca que va de ruina en ruina buscando algo para comer. Los drones rusos con detectores de movimiento sobrevuelan constantemente el lugar desde donde el soldado Kulak observa los movimientos de las tropas enemigas y dirige sus ataque con artillería.
La misión de su unidad es aguantar. “Los rusos nos disparan por derecha y por izquierda, y hacia el interior de la estepa, por todas partes, mientras que nosotros tenemos que racionar las municiones, así que solamente disparamos cuando tenemos coordenadas precisas”.
La situación, al menos por ahora, es similar en toda la línea de frente de Kherson, que se extiende por más de 160 kilómetros. Esa franja estratégica es el único bastión de los rusos en la ribera occidental del Dniéper y una potencial avenida para su marcha hacia los puertos de Mykolaiv, Odessa, y el resto de la costa ucraniana sobre el Mar Negro.
“Ni un bando ni el otro tienen en este lugar los equipos necesarios para lanzar una ofensiva decisiva, por eso ambos se preparan para una guerra posicional”, dice el mayor Roman Kovalyov, oficial a cargo de un batallón ucraniano en otro sector de la región de Kherson. Gran parte de la línea de frente de Kherson corre a lo largo del rio Inhulets, que si bien es poco profundo, se ha convertido en un grave obstáculo para los grandes movimientos de tropas, señala el militar.
“Los rusos son como langostas: los matas y siguen saliendo”, dice uno de los comandantes del batallón de artillería. “Esto no tiene fin”.
El óblast de Kherson es una región del tamaño de Bélgica y uno de los pocos lugares de Ucrania donde las presunciones iniciales de los rusos de una victoria relámpago efectivamente se cumplieron. Las tropas rusas arrasaron gran parte de la región ya en febrero, los dos primeros días de la invasión, cuando la mayoría de los funcionarios locales huyeron o se pasaron al bando de los invasores.
Recuperar el óblast de Kherson, o al menos la ribera occidental del Dniéper, donde se encuentra la capital homónima de la región, se ha convertido en la máxima prioridad de Ucrania en esta nueva fase de la guerra.
“La importancia estratégica de Kherson es enorme”, dice Andriy Zagorodnyuk, exministro de Defensa ucraniano y actual asesor del gobierno. “Desde lo político, porque es la única capital regional ocupada por Rusia, y desde los militar, porque si los rusos consolidan su control del lugar, seguramente intentarán usarlo como cabecera para avanzar con la toma de toda nuestras costas.”
El gran factor es el tiempo. Las autoridades designadas por Moscú para la región tienen planeado realizar un referéndum a mediados de septiembre, para anexar a Rusia la región de Kherson y otras partes ocupadas del sur ucraniano, una jugada que formalizaría el puente terrestre desde la frontera rusa hasta la península de Crimea, ya absorbida por Rusia en 2014.
“El referéndum es una gran amenaza, así que tenemos que adelantarnos y arruinarles los planes”, dice Serhiy Khlan, miembro de la legislatura de Kherson, que escapó a zonas controladas por Kiev y ahora se sumó las tropas ucranianas.
Para los líderes ucranianos, la gran pregunta es si el momento de la ofensiva para recuperar Kherson debe tener en cuenta el calendario político impuesto por Rusia. En los cinco meses transcurridos desde la toma de la ciudad, Moscú ha logrado reclutar una cohorte relativamente pequeña pero muy destacada de colaboracionistas locales.
Por ahora, sin embargo, la mayoría de la gente en Kherson se niega a colaborar con los rusos, en parte por temor a los esporádicos intentos de asesinato que tienen como blanco a funcionarios y policías optaron por unirse a las autoridades de ocupación.
Pero permitir que Rusia lleve a cabo el referéndum de septiembre podría alterar todo eso, advierte un alto funcionario policial ucraniano. “En este momento, la mayoría de las personas de las áreas ocupadas están sentadas sobre la medianera, a la espera de ver quién gana”, confiesa el funcionario. “Pero si no recuperamos Kherson antes de que Rusia se lo anexe, terminarán eligiendo el bando ruso y perderemos a esa gente para siempre”.
Prácticamente la mitad del millón de habitantes que tenía el óblast de Kherson antes de la guerra logró escurrirse a las zonas controladas por el gobierno de Kiev o directamente al extranjero, según estimaciones de los funcionarios ucranianos. Algunos se aventuraron por los caminos de tierra que atraviesan la estepa, otros bajaron por el Dniéper en botes a remo, y algunos se escabulleron en bicicleta por los bosques, para evitar los puestos de control rusos.
Ivan Petrov estaba en una aldea del norte de Kherson ahora controlada por los rusos, de donde escapó hace un mes a campo traviesa cuando su familia se quedó sin comida y los soldados rusos empezaron a cavar playones para tanques al lado de su casa. “Esa mañana supimos que era hora de escapar”, dice Ivan, y agrega que ahora planea enrolarse en el ejército ucraniano: “No puedo veo la hora de que expulsen a los rusos para poder volver a casa”.
En las aldeas ocupadas que están más cerca de la línea de frente no queda ni la décima parte de la población de preguerra, dice el teniente coronel Serhiy Shatalov, comandante de un batallón ucraniano desplegado en el frente de Kherson. “Los únicos que quedan del otro lado son los que aman el mundo ruso y quieren vivir en ese régimen”, dice en referencia a algunos lugareños que dispararon contra sus hombres cuando el batallón logró recuperar la aldea de Potiomkine, a fines de junio.
Ese avance mínimo les costó bajas significativas. “Fueron tres días de lucha sin cuartel solo para recuperar la aldea de Potiomkine. La gente tiene que entender que para internarse rápidamente detrás de las líneas enemigas y cruzar 100 kilómetros en pocos días hay que acumular una masa crítica de recursos impresionante”, dice Shatalov.
De las 49 comunas que integran Kherson, solo Kochubeivka, en el norte del óblast, está realmente bajo control de las fuerzas ucranianas. En marzo los rusos la ocuparon, saquearon las viviendas de los vecinos, y ejecutaron a un aldeano por usar ropa de faena en su jardín, dice la alcaldesa Liudmyla Kostiuk.
A diferencia de las aldeas más cercanas a la línea de frente, que siguen desiertas debido a los constantes bombardeos rusos, en Kochubeivka la vida empezó a normalizarse tras la expulsión de las fuerzas rusas, hace un par de semanas. Reabrieron los negocios y hay más movimiento en las calles.
Kostiuk dice que reza todos los días por la liberación del resto de Kherson. “Todos queremos que sea lo antes posible, pero también somos realistas y tenemos paciencia”, dice la alcaldesa. “Pero no solo esperamos: también ayudamos”.
Por Yaroslav Trofimov
Traducción de Jaime Arrambide
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