Con Carlos como virtual regente, la familia real entra en una nueva etapa
Ahora sola, la reina Isabel podrá apoyarse en el príncipe de Gales, que desde 2017 cumple cada vez más obligaciones reales
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PARÍS.– Con la desaparición del príncipe Felipe, que será inhumado hoy en el Castillo de Windsor, su hijo Carlos quedará transformado de facto en el regente de la monarquía. Pero, para preservar la unidad del reino, el futuro rey tendrá que demostrar que es capaz de reunir. Como supo hacerlo su padre.
El encanto burlón de Felipe de Mountbatten, esposo de la reina Isabel II y príncipe consorte durante más de 73 años, ocultaba el modernismo de un gran comunicador. En 1953, fue él quien insistió para que la coronación de su esposa fuera filmada desde todos los ángulos a fin de contentar a los contribuyentes que financiaban su exorbitante costo. También fue quien hizo entrar las cámaras de televisión en la intimidad de los Windsor a mediados de la década de 1960.
Felipe había comprendido que, para sobrevivir, la monarquía debía adaptarse, incluso plegarse a las exigencias de una opinión pública moderna. El hombre que firmaba sus cartas a la princesa Diana, su nuera, con un afectuoso “Pap” y ponía paños fríos en cada disputa familiar encarnaba, comparado con la reina, un “conservadurismo elástico”.
Ambos formaban el cimiento del reino. Desde ahora sola, Isabel II podrá apoyarse en su hijo Carlos, heredero al trono. Pero, ¿sabrá este dar muestras del mismo olfato que su padre?
“Carlos es un romántico. Yo soy un pragmático”, decía Felipe de su hijo mayor.
En un país totalmente fragmentado por el Brexit, fragilizado por la pandemia, donde Escocia se siente cada vez más tentada por la independencia e Irlanda del Norte es presa de la agitación, el futuro rey deberá ser un auténtico unificador con nervios de acero.
Es verdad, la actual jefa del Estado no parece tener intenciones de abdicar en favor su heredero. Esa mujer piadosa, gobernador supremo de la iglesia de Inglaterra, sigue siendo fiel a promesa de “servir a su pueblo hasta su muerte”. En los Windsor, nadie renuncia a su corona, salvo obligado, como sucedió con Eduardo VIII en 1936, que colocó el amor por encima del deber.
Pero ahora, con la desaparición de su padre, las prerrogativas del príncipe de Gales como “teniente general” virtual del reino aumentarán. Teniendo en cuenta la edad de la soberana, que cumplirá 95 años el 21 de abril, el país vive ya en ese estado, sistema por el cual el hijo mayor puede ejercer el poder real en nombre de la reina.
Pero Carlos no es un príncipe-regente propiamente dicho. En virtud del Regency Act de 1937, ese título está reservado al primero en el orden de sucesión en caso de incapacidad mental o física del soberano. El único regente que conoció el Reino Unido, el futuro Jorge IV, que reemplazó a su padre Jorge III a causa de su locura, entre 1811 y 1820, no dejó buenos recuerdos.
Pero, pragmáticos, los británicos saben como esquivar en forma legal una Constitución tanto más flexible cuanto que no está escrita.
Desde 2017, el príncipe de Gales cumple cada vez más obligaciones reales. El futuro Carlos III representa a la soberana en el extranjero. Junto a su esposa, Camilla, está presente durante el discurso del Trono, ceremonia durante la cual la soberana lee el programa del gobierno para la sesión parlamentaria. También es él quien entrega las condecoraciones en la sala de fiesta del Palacio de Buckingham y pasa revista a las tropas. Los dignatarios extranjeros obligatoriamente deben realizar una visita de cortesía a Clarence House, su palacio londinense.
Sobre todo, el futuro rey tiene acceso a las famosas “cajas rojas”, valijas oficiales que contienen una copia de los telegramas diplomáticos, informes de los servicios secretos y documentos de Estado dirigidos a Isabel II.
A los 72 años, su alteza real el príncipe Carlos dispone de tres ventajas para llevar a bien su rol de regente: su propia corte, independencia financiera y el movimiento filántropo que fundó.
En el marco de su nuevo estatus, aquel que un día se definió como un “disidente político” calmó sus ardores. Lejos quedaron sus años de provocador mientras que, invariablemente, se mantiene alejado de los temas controvertidos.
Consciente de la aceleración de historia y de la frágil situación de su futuro reino, el príncipe de Gales anunció recientemente que, una vez coronado, iniciará de inmediato una gira por las cuatro naciones que lo componen. Un gesto inédito para un rey de Inglaterra.
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