Con botas rusas en Ucrania, la OTAN se prepara para combatir en sus fronteras
La alianza optó por una transformación de fondo ante la invasión de Rusia, abandonando su antigua estrategia de “disuasión por represalias”
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NUEVA YORK.- La invasión de Rusia a Ucrania, el conflicto más gravoso que vive Europa desde la Segunda Guerra Mundial, hizo que la OTAN pusiera el motor a toda marcha para volver a ser esa alianza bélicamente calificada que fue durante la Guerra Fría.
Se trata de una transformación de fondo para una alianza que durante décadas osciló entre la hibernación y la baja autoestima. Y después de la reciente admisión de Finlandia, históricamente neutral, ese cambio de la OTAN también entraña otra consecuencia no buscada para Vladimir Putin y su guerra en Ucrania.
La OTAN está virando rápidamente de lo que los estrategas militares llaman “disuasión por represalias” a la “disuasión por negación”, que implica negarle al adversario la posibilidad de lograr sus objetivos. En el pasado, la teoría era que ante una invasión de Rusia, los países miembros tratarían de aguantar hasta que llegaran las fuerzas aliadas, básicamente de Estados Unidos y otras locales, y los ayudaran a tomar represalias contra los rusos para intentar expulsarlos.
Pero después de las atrocidades de los rusos en las zonas ocupadas de Ucrania, desde Irpin y Bucha hasta Mariupol y Kherson, los Estados fronterizos de la OTAN, como Polonia y los países del Báltico, ya no están dispuestos a arriesgarse a sufrir un solo día de ocupación rusa. Y en su advertencia se ocupan de recordar que en apenas los primeros días de la invasión a Ucrania, las tropas del Kremlin ocuparon porciones de territorio más grandes que algunos países enteros del Báltico.
Para impedirlo está la “disuasión por negación”, que en términos prácticos implica una verdadera revolución: más bases de tropas permanentes en las fronteras con Rusia, mayor integración con Estados Unidos y la planificación militar de los aliados, más gasto militar y requerimientos más detallados de los tipos de fuerzas y armamentos que deben tener para luchar, de ser necesario, en destinos preasignados.
Putin acusa desde hace tiempo a la OTAN de querer sitiarlo y arrinconarlo, pero su invasión a Ucrania solo logró que la alianza atlántica olvidara sus inhibiciones y se decidiera a aumentar la cantidad de tropas a lo largo de la frontera con Rusia.
La intención no solo es contar con más tropas y mejor capacitadas, sino también que para Rusia sean más visibles y palpables, un elemento crucial de cualquier estrategia de disuasión. “Ya nadie se cuestiona si no será demasiado, por temor a molestar a Moscú, sino cuánto hace falta”, apunta Camille Grand, reciente exsubsecretaria general de la OTAN para inversiones en defensa y ahora miembro del Consejo Europeo de Relaciones Exteriores, un grupo de expertos con sedes en varias capitales europeas.
Los países de Europa Central y del Este insisten en que “ya no alcanza con estar preparados para disuadir con promesas de reconquista, sino que debemos defender cada centímetro de territorio de la OTAN desde el primer día”, señala Grand. “Nadie quiere estar bajo control ruso durante unos meses a la espera de la caballería”.
La OTAN ha desplegado un batallón de tropas multinacionales a lo largo de la frontera oriental de ocho países con Rusia, y está afinando los detalles para ampliar esas fuerzas y convertirlas en brigadas, para potenciar el efecto disuasorio y poder hacer retroceder a las fuerzas invasoras desde el principio. También está entrenando a miles de soldados más, para que en caso de guerra se muevan rápidamente en apoyo de las tropas fronterizas, con planes detallados de movilidad y logística.
“La OTAN es una organización que había decidido tomarse vacaciones de la historia”, dice Ivo H. Daalder, exembajador de Estados Unidos ante la OTAN. “Pero Putin nos recordó que tenemos que pensar en la defensa y hacerlo colectivamente”.
La alianza pondrá más tropas bajo control directo del máximo oficial militar de la OTAN, el comandante del Mando Aliado de Operaciones, general Christopher G. Cavoli, también a cargo de todas las fuerzas de Estados Unidos en Europa.
Disuadir y defender
Bajo la nueva marca de “disuadir y defender”, es la primera vez desde la Guerra Fría que el comandante de las fuerzas norteamericanas en Europa participa de planes de guerra de Estados Unidos con sus aliados, señaló un alto funcionario de la OTAN que preserva su anonimato debido a la sensibilidad del tema. Estados Unidos está nuevamente en el corazón de la defensa de Europa, agrega el funcionario, debatiendo precisamente con la OTAN cómo Estados Unidos defenderá a Europa.
Según el funcionario, por primera vez desde la Guerra Fría los países de Europa del Este sabrán exactamente lo que la OTAN piensa hacer para defenderlos, lo que cada país debería poder hacer por sí mismo, y la tarea de ayuda que se espera de sus vecinos.
Por su parte, los países de Europa Occidental sabrán a dónde despachar sus tropas, con qué equipos y armas, y la logística para llegar al lugar.
La OTAN también está tratando de alinear sus necesidades de largo plazo con sus exigencias operativas actuales. Si antes, por ejemplo, a los países de la OTAN se les pedía que enviaran algunas fuerzas expedicionarias con helicópteros y armas ligeras a Afganistán, ahora se les pedirá que defiendan partes concretas del propio territorio de la alianza.
Para Gran Bretaña, como ejemplo, eso implica que deberá proporcionar más armamento pesado para defender el flanco oriental de la alianza, por más que el gobierno británico habría preferido seguir contribuyendo con tropas expedicionarias livianas, que demandan menos dinero, menos personal y menos equipos pesados.
La planificación en la OTAN ya era intrusiva y se volverá todavía más exigente y específica. Desde siempre, los países aliados deben responder cuestionarios sobre sus capacidades y equipos, y los planificadores de la OTAN les dicen lo que falta o lo que podría recortarse.
Según comenta Robert G. Bell, asesor de defensa de la misión de Estados Unidos en la OTAN hasta 2017, una vez se le dijo a Dinamarca que dejara de gastar dinero en la construcción de submarinos, y también se le dijo a Canadá que debía proporcionar aviones de reabastecimiento de combustible.
Los países pueden resistirse –durante años, algunos países se negaron a colocar misiles de defensa aérea en sus fragatas por temor a que pareciera una escalada–, pero deben defender su criterio ante todos los miembros de la OTAN. Si los demás aliados coinciden en que el plan de un país es inadecuado, pueden votar para obligarlo a adecuarlo, algo que se conoce como “consenso menos uno”. Es raro que ocurra, señala Bell, pero le pasó a Canadá.
Ahora las exigencias serán más duras y rigurosas, para que la alianza recupere su capacidad bélica en Europa, lograr que el efecto disuasivo sea creíble, y garantizar que la OTAN pueda librar una guerra de alta intensidad contra un rival como Rusia desde el día mismo en que se desate el conflicto.
El cambio en la OTAN empezó lentamente en 2014, cuando Rusia se anexó la península de Crimea. En la cumbre de ese año en Gales, los aliados se impusieron llevar el gasto militar de cada país miembro al 2% de su PBI para 2024. Hasta ahora, solo 8 de los 31 países cumplieron esa meta, pero desde 2014 el gasto militar conjunto aumentó significativamente, hasta alcanzar los 350.000 millones de dólares.
La próxima cumbre de la OTAN se celebrará en julio y allí se acordará un nuevo plan de gasto, con un mínimo del 2% del PBI. Según el alto funcionario de la OTAN, dadas las pérdidas que ha sufrido Rusia en Ucrania, si durante la próxima década los principales países invierten entre el 2,5% y el 3% del PBI en sus fuerzas militares, eso debería alcanzar para disuadir o repeler desde el primer día un ataque del Kremlin.
Por Steven Erlanger
Traducción de Jaime Arrambide
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