A través de un experimento mediante dispositivos de localización basados en el Sistema de Posicionamiento Global (GPS) se busca detectar las primeras alertas
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La manera de conducir de todo el mundo cambia a medida que se envejece.
Pero en algunas personas surgen sutiles diferencias en la forma de controlar un vehículo, que, según los científicos, están relacionadas con las primeras fases de la enfermedad de Alzheimer.
En un experimento para averiguar si estas diferencias en la conducción pueden detectarse mediante dispositivos de localización basados en el Sistema de Posicionamiento Global (GPS), un grupo de personas mayores de 65 años del Estado de Washington (EE.UU.) aceptó que se vigilara su conducción durante un año.
Lo que los investigadores querían averiguar era si el mero estudio de los hábitos de conducción de este grupo podía revelar el comienzo de la enfermedad, sin necesidad de utilizar procedimientos médicos invasivos o costosos.
Tras 365 días acumulando la información, están seguros de que sí se podría.
Entre las 139 personas que participaron en el estudio, las pruebas médicas ya habían demostrado que alrededor de la mitad tenía la enfermedad de Alzheimer en fase muy temprana o “preclínica”. La otra mitad no la tenía.
El análisis de su conducción reveló diferencias detectables entre los dos grupos.
En concreto, los que tenían alzheimer preclínico tendían a conducir más despacio, a hacer cambios bruscos, a viajar menos por la noche y a registrar menos kilómetros en general, por ejemplo. También visitaban una menor variedad de destinos cuando conducían, ciñéndose a rutas ligeramente más limitadas.
“La forma en que las personas se mueven en su entorno cotidiano, desde los lugares que visitan hasta la forma en que conducen, puede decirnos mucho sobre su salud”, afirma Sayeh Bayat, candidata al doctorado en la Universidad de Toronto, que dirigió el estudio.
Los rastreadores GPS instalados en los coches de los participantes revelaron con detalle estos movimientos y el momento en que se produjeron.
Los investigadores que llevaron a cabo el estudio habían dividido previamente a sus participantes entre los que padecían la enfermedad de alzhéimer preclínica y los que no, utilizando para ello pruebas médicas como el análisis del líquido cefalorraquídeo y la tomografía por emisión de positrones (TEP).
Pero utilizando los resultados de los datos de conducción, pudieron diseñar un modelo que podía predecir la probabilidad de que alguien tuviera alzhéimer preclínico utilizando simplemente su edad y sus datos de conducción por GPS. La precisión fue del 86%.
“Utilizando estos pocos indicadores... se puede realmente, con una confianza muy alta, identificar si una persona tiene la enfermedad de alzhéimer preclínica o no”, expone Bayat.
El modelo fue aún más preciso (90%) cuando se añadieron los resultados de una prueba genética para el alzhéimer conocida como genotipo de la apolipoproteína E (APOE), que indica si se puede tener un riesgo heredado de la enfermedad.
(Aunque hay que tener en cuenta que este grupo es una pequeña minoría de las personas que acaban desarrollando alzhéimer).
Pero la predicción basada únicamente en la edad y la manera de conducir era casi igual de precisa.
Una predicción con poco costo
Se necesitan estudios aleatorios más amplios para demostrar una relación definitiva entre los comportamientos de conducción detectados y la enfermedad de alzhéimer preclínica.
Sin embargo, el hecho diferencial posible es que esta investigación podría suponer una forma barata de detectar esta condición en una etapa temprana y potencialmente apoyar el tratamiento.
Pero también plantea la cuestión de si las personas mayores querrían que se siguiera tan de cerca su comportamiento, incluso si hubiera beneficios para la salud.
El hecho de que el comportamiento de los conductores cambie cuando tienen alzhéimer está bien documentado.
El Instituto Nacional sobre el Envejecimiento de EE.UU. sostiene que los familiares pueden llegar a notar que su ser querido tarda más en completar un viaje sencillo, que conduce de forma más errática o se confunde de pedal, por ejemplo.
Sin embargo, es difícil detectar desde el principio los cambios más sutiles, como la conducción más lenta. Esta distinción, cuenta Bayat, requiere la recopilación de datos a lo largo del tiempo para un análisis detallado.
Añade que los participantes en el estudio con alzhéimer preclínico, en algunos casos, conducían menos por la noche, restringían su conducción a zonas ligeramente más reducidas alrededor de su casa o viajaban más despacio de lo esperado.
La mejor manera de predecir, a través de los datos de conducción, si alguien sin alzhéimer preclínico puede estar en riesgo de desarrollarlo podría ser controlar su manejo en la carretera durante un período de tiempo más largo.
Esto podría revelar cambios en su conducción, sostiene Bayat.
Laura Phipps, del centro Alzheimer’s Research de Reino Unido, afirma que el estudio es “realmente interesante” y añade que los cambios en el comportamiento al volante suelen ser percibidos por los familiares de una persona a la que posteriormente se le diagnostica la enfermedad.
“Lo que nos dirán es que, a menudo, uno de los primeros síntomas o signos que notaron es que su ser querido empezó... a perderse”, dice Phipps.
Pocos fármacos para las primeras etapas
La especialista explica que actualmente hay relativamente pocos fármacos disponibles para tratar la enfermedad de alzhéimer en su fase inicial, pero espera que esto cambie en el futuro.
Si este fuera el caso, disponer de una indicación precoz de quiénes son propensos a desarrollar la enfermedad -sin necesidad de procedimientos costosos o invasivos- podría ayudar a los médicos a saber cuándo prescribir los tratamientos.
“Las investigaciones han demostrado que, en realidad, la enfermedad puede empezar en el cerebro hasta 20 años antes de que aparezcan los síntomas”, afirma.
Los datos sobre la conducción u otros comportamientos, como los cambios en la forma de hablar, también podrían impulsar cambios en el estilo de vida que ayuden a mantener a raya el alzhéimer.
El Servicio Nacional de Salud del Reino Unido aconseja cuidar la salud cardíaca y mantenerse activo social y mentalmente, entre otras medidas preventivas que la ciudadanía puede tomar.
La idea de que el análisis de la forma de conducir podría ayudar a las personas a controlar e incluso a retrasar el inicio de los síntomas más graves del alzhéimer suena tentadora.
Pero siempre existe la posibilidad de que se produzcan errores en este análisis. O que los resultados tengan consecuencias negativas.
El riesgo de los datos
Muchos conductores de todas las edades ya permiten que su aseguradora utilice la telemática o una caja negra para medir su manera de conducir, lo que puede dar lugar a una prima de seguro más baja.
Pero en el futuro, ¿podrían estos dispositivos predecir con exactitud su riesgo de padecer alzhéimer y tenerlo en cuenta también?
Aunque este escenario potencial está muy lejos del mercado de los seguros, es algo que podría preocupar a los actuales propietarios de cajas negras, que ya han tenido problemas con la precisión de sus dispositivos en el pasado.
Rhoda Au, de la Universidad de Boston, sostiene que los clientes deberían tener más control sobre el destino de sus datos en general, para evitar una discriminación injusta de sus hábitos o comportamientos.
“Deberían tener derecho a decidir qué se comparte y qué no”, afirma.
Señala en broma que su propia forma de conducir podría considerarse errática: “Sólo pienso: Dios, esta gente de Google debe pensar que estoy loca... No tengo sentido de la orientación”.
La especialista cree que, en general, los nuevos sistemas de recopilación de datos diseñados para encontrar correlaciones sutiles entre el comportamiento y las condiciones médicas, probablemente tengan fallos. Pero dadas las posibles ventajas de poder identificar a tiempo a las personas con riesgo de desarrollar la enfermedad de alzhéimer, hay buenas razones para explorar cuidadosamente esas posibilidades ahora.
“Hay que empezar por algún sitio”, reflexiona.
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