Cómo tratar con el heredero del trono saudita, el dilema a resolver de Joe Biden
WASHINGTON.– Cuando era candidato, el demócrata Joe Biden no dejó dudas sobre el modo en que, a su entender, Estados Unidos debía tratar al reino de Arabia Saudita.
Su intención, adelantó entonces, era “hacer que los sauditas paguen el precio y convertirlos en los parias que de hecho son”. Biden fue igualmente terminante con la familia real saudita: “El actual gobierno saudita no reporta beneficios que puedan redimirlo”, dijo el entonces candidato.
Ahora, ya presidente, Biden tendrá que tratar con ese gobierno, sea o no sea un beneficio para la sociedad. Y deberá pilotear una serie de promesas que hizo durante la campaña, como cortar el envío de armas y hacer públicas las conclusiones de la inteligencia norteamericana sobre el rol del príncipe heredero saudita y, en los hechos, gobernante del país, Mohammed ben Salman, en el asesinato del periodista disidente Jamal Khashoggi mientras se encontraba en el consulado de su país en Estambul, donde acudió por un trámite.
Ese proceso probablemente arranque en estos días, después de la conversación que Biden mantuvo este jueves con Salman ben Abdulaziz, el rey enfermo. Y aunque la charla telefónica seguramente estuvo plagada de lisonjas diplomáticas, fuentes de la Casa Blanca dicen que el verdadero propósito de la llamada fue advertirle al rey que el informe de inteligencia sobre aquel incidente será desclasificado y publicado en breve.
La Casa Blanca no niega ni confirma esa minuciosa coreografía de hechos, y los funcionarios consultados habían negado incluso que había una charla programada entre ambos mandatarios, aunque los preparativos eran obvios.
“La intención del presidente y de su gobierno es recalibrar nuestra vinculación con Arabia Saudita”, declaró el miércoles pasado a los medios la secretaria de prensa de la Casa Blanca, Jen Psaki.
Mientras que el gobierno de Trump trataba libremente con el príncipe heredero –que se mantenía en contacto con Jared Kushner, yerno y asesor del expresidente–, la postura de Biden es que el rey Salman sigue siendo el líder del país y el único con quien está dispuesto a hablar directamente. Como el príncipe heredero ocupa el cargo de ministro de Defensa, le informaron que sus contactos serán con el secretario de Defensa norteamericano, Lloyd J. Austin.
Pero las cuestiones protocolares son menos importantes que el drástico cambio de trato que sufrirán las autoridades sauditas.
Hace casi tres semanas, en el Departamento de Estado norteamericano, Biden ordenó poner fin a la venta de armas ofensivas y otros equipos a los sauditas para la guerra en Yemen, a la que calificó de “catástrofe estratégica y humanitaria”.
Las armas defensivas de Estados Unidos sí seguirán fluyendo, básicamente como protección contra los misiles y drones iraníes. Pero Biden quiso cumplir con su promesa de campaña de terminar con la práctica de la era Trump de perdonarles a los sauditas sus violaciones a los derechos humanos para preservar los puestos de trabajo de la industria armamentística norteamericana.
Pero ir directamente contra el príncipe heredero Mohammed, el implacable e incansable hijo del rey, conocido como MBS, es un asunto muy distinto para el gobierno de Biden.
El contenido del informe de la CIA no es ningún misterio: en noviembre de 2018, el diario The New York Times informó que los organismos de inteligencia habían concluido que el príncipe heredero había ordenado el asesinato de Khashoggi, que fue drogado y descuartizado en el interior del consulado saudita en Turquía.
La CIA sostiene su conclusión con la evidencia de dos series de comunicaciones: conversaciones interceptadas del príncipe días antes del asesinato y llamados del equipo de sicarios a un colaborador estrecho de MBS.
El gobierno de Trump aplicó sanciones a 17 sauditas involucrados en el asesinato, pero nunca desclasificó las conclusiones de inteligencia –ni siquiera omitiendo las fuentes–, y esquivaba cualquier pregunta sobre el príncipe Mohammed.
De hecho, los máximos funcionarios del gobierno de Trump solían enojarse cuando les señalaban su falta de compromiso con la evidencia recabada, y muchas veces retrucaban preguntando si Estados Unidos debía abandonar una importante alianza estratégica por la muerte de un solo periodista disidente.
La gran pregunta ahora es qué medida directa piensa tomar Biden contra el príncipe heredero.
“Espero que su mensaje sea que hay que sancionar a MBS con la misma penalidad que les impusimos a los otros 17 cómplices del asesinato”, dice Sarah Leah Whitson, directora ejecutiva de Democracia ya para el mundo árabe, una ONG creada por el propio Khashoggi. “Prohibición de ingreso a Estados Unidos y congelamiento de activos. Menos que eso, sería darle trato preferencial y le restaría seriedad a las sanciones impuestas a los demás”, añadió
“Hasta el gobierno de Trump se vio obligado a actuar” contra los otros 17, dice Whitson. “El mensaje para los sauditas tiene que ser: ‘Saquen a este tipo’”.
David Sanger
The New York Times
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