Cómo se vivió el Watergate en el diario que destapó el escándalo
Ben Bradlee, ex director de The Washington Post, relató el caso a LA NACION
WASHINGTON (De nuestro corresponsal).- Ben Bradlee ya no es más el director de The Washington Post. No lo es desde 1991, pero aún se mueve en el diario como lo que es: el hombre que llevó al periódico a su máximo esplendor periodístico y al presidente Richard Nixon al ostracismo, tras revelar durante dos años los vínculos entre su gobierno y una red de espionaje.
Allí, en su luminosa oficina repleta de fotos de su familia, de Katharine Graham, de sus amigos, de un par de medallas Pulitzer y de una caricatura de Nixon, Bradlee recibió a LA NACION hace una semana, antes de que se revelara quién era el legendario "Garganta Profunda".
"The Washington Post identificará a «Garganta Profunda» el día en que la fuente muera. Así honraremos la importancia de su rol en todo esto", dijo Bradlee entonces, sin saber que el ex segundo del FBI Mark Felt blanquearía el secreto en cuestión de días. Bradlee cree que Felt decidió colaborar con los periodistas Bob Woodward y Carl Bernstein por una razón poco común: "Creo que es un buen ciudadano", dijo, aunque aclaró que no cree que hoy pueda desencadenarse otro Watergate. "Existe cierto desgano del gobierno para tolerar algo así otra vez", afirma.
-¿Por qué confió en Woodward y Bernstein, dos periodistas con menos de dos años en este diario?
-Watergate comenzó un sábado y muchos de nuestros mejores periodistas no trabajaban ese día. Llegó la noticia y todos empezaron a pensar qué diablos había pasado allí, con gente metiéndose en las oficinas de los demócratas con guantes y micrófonos. El editor levantó la vista y lo que encontró fue a los periodistas más jóvenes, con menos trabajo. Woodward ya nos había impresionado con algunos artículos por su inteligencia y su esfuerzo. Bernstein era más tranquilo, siempre atento a lo que estaba pasando en la redacción. Y cuando vio a Woodward charlando con el editor, se acercó a ver qué pasaba y se sumó. Ellos sacaron la noticia para el fin de semana y la publicaron bien. Después encontraron en la agenda de uno de los ladrones "H. Hunt" (por Howard Hunt) al lado de un teléfono de la Casa Blanca. Woodward discó y preguntó por él. Lo interesante es que no le dijeron que estaba equivocado, sino que no estaba allí y le ofrecieron el número donde podía ubicarlo. Lo llamó y le preguntó: "¿Qué está haciendo su nombre en la agenda del ladrón?" Y la respuesta de Hunt fue: "Oh, Dios mío". Y cortó. Todos dijimos entonces: "¿Qué fue eso?" y los dejamos avanzar. Bernstein se encargó de trazar la ruta del dinero. ¿De dónde sacaron todo ese dinero los ladrones? Llegó hasta una cuenta bancaria en Miami, donde habían sido depositados por un recolector de fondos de la campaña republicana para reelegir a Nixon. Así que en cuestión de días habían vinculado ese pequeño robo al comité nacional republicano y a la campaña de Nixon.
-¿Jamás pensó en pasarles la posta a los redactores más experimentados?
-No. ¡Jamás! Esos dos iban detrás de las noticias como desesperados. ¿Qué podían saber otros que ellos no supieran o no pudieran obtener? Ellos comenzaron a atraer muchísima atención por sí mismos con los artículos que publicaban. Llamaban y decían soy Woodward o soy Bernstein y del otro lado se sentía el cimbronazo. Y para cuando todo comenzó a resultar gigantesco?
-Imagino que la presión de la Casa Blanca y del propio Nixon aumentaba a medida que se acercaban a él?
-¡Seguro! ¡Y eso nos aseguraba que estábamos en la senda correcta! Los editores teníamos una relación ejemplar con Katharine (Graham), que para entonces bajaba a la redacción cuatro o cinco veces por día para hablar conmigo, con el secretario general de redacción y con Woodward y Bernstein.
-¿Qué es el periodismo?
-El buen periodismo siempre ha sido como un perro guardián. Después de Watergate quizás estuvimos demasiado pendientes de otro Watergate. Pero hoy existe cierto desgano del gobierno para tolerar que algo así ocurra otra vez.
-¿Por qué cree que "Garganta Profunda" les dio información?
-Creo que era un buen ciudadano, perdón, que es un buen ciudadano, porque aún está vivo. Pero no fui yo, sino Woodward y Bernstein, quienes confiaron en él. Yo ni siquiera sabía de su existencia. Fueron verificando lo que decía y tenía razón. Además, le aclaro algo: "Garganta Profunda" no les decía qué buscar o dónde. No les decía vayan a tal esquina, al quinto piso, en la segunda oficina, en la primera mesa, en el tercer cajón hay información sensible. No. No les daba información específica. Les decía "rastreen el dinero". Nos empujaba en la dirección correcta. Fue invalorable, pero menos específico de lo que la gente piensa. Y además siempre exigimos a Woodward y Bernstein que tuvieran otras fuentes que corroboraran cada pedazo de información. Luego de Watergate, cuando ambos se convirtieron en celebridades, hubo una movida en esta ciudad para embarrarlos, diciendo que "Garganta Profunda" era un invento. Entonces, recién entonces, sentí que yo debía saber quién era esa fuente porque se lo debía a la familia Graham, aunque los Graham nunca pidieron saber quién era. Fui con Woodward al parque acá enfrente y le dije que tenía que saberlo y me lo contó. Y no lo sabe ni mi esposa: sólo yo, Woodward y su esposa, Bernstein, quizá su esposa, y la propia fuente. Nadie más.