Cómo se vive en Singapur, el mejor país para pasar la pandemia según Bloomberg
La semana pasada la ciudad-Estado desplazó a Nueva Zelanda del primer puesto en el ranking de resiliencia al Covid-19 de Bloomberg
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“Las restricciones acá se respetan y de no ser así, el singapurense no duda en denunciar al otro”, cuenta a LA NACIÓN Magdalena Guaia, una psicóloga argentina de 30 años, que llegó hace seis meses a la pequeña ciudad-Estado junto a su pareja, y permaneció los primeros 14 días aislada en un hotel donde cumplió con la cuarentena que impuso el gobierno para todos los que ingresan al territorio como una medida para evitar la filtración del coronavirus.
La cultura de vigilancia, el estricto control de las fronteras, la comunicación clara y transparente, el respeto por las normas y el exhaustivo rastreo de contactos han sido pilares elementales en la estrategia del gobierno para contener la propagación del virus, que lo ha hecho con gran éxito, ya que la semana pasada Singapur desplazó a Nueva Zelanda como el mejor lugar para pasar la pandemia, según una clasificación de Bloomberg.
El ranking de resiliencia al Covid-19 de Bloomberg analiza una amplia gama de datos –desde las tasas de mortalidad y pruebas hasta el acceso a las vacunas y la libertad de movimiento– para capturar dónde se está manejando la crisis sanitaria de manera más eficaz, con la menor perturbación social y económica.
“Hasta el momento, el impacto económico no recayó en la sociedad, el gobierno ha apoyado económicamente a aquellos que han perdido su trabajo y ha brindado muchas otras formas de sustento tanto para individuos como para empresas (…) Dejando de lado ciertas restricciones, políticas de rastreo permanente y una cultura muy diferente a la que hay que adaptarse, podría decir que sí, se puede hacer una vida ‘normal’”, agrega Magdalena.
“Nosotros llevamos una vida súper normal, está todo abierto”, coincide Florencia González Bonorino, una diseñadora gráfica de 32 años que vive en Singapur desde 2018 y trabaja en un instituto de español.
Florencia está “totalmente de acuerdo” con la clasificación que hizo Bloomberg y elogió la eficaz respuesta del gobierno y el comportamiento de la sociedad frente a la amenaza sanitaria. “Desde el primer minuto todos adoptaron el barbijo. Yo nunca sentí miedo de contagiarme. Siempre confié mucho en las medidas que estaba tomando el gobierno y en cómo se manejaba la sociedad. Acá hay mucha cultura de respeto, conciencia social y confianza en el gobierno. Si se pone una regla la gente la cumple”, explica a LA NACIÓN.
Agustín Bastien, de 29 años, que estuvo en Singapur entre enero y abril de 2020 para cursar un MBA en Insead, concuerda. “Los políticos acá están muy preparados, se basaron en la ciencia y siempre exigieron cosas muy lógicas por lo que la discusión nunca fue política, fue una cuestión de salud”, señala.
En parte, esta obediencia está acompañada de una fuerte cultura de vigilancia que está ampliamente instalada en Singapur. En los primeros meses de la pandemia las autoridades montaron equipos humanos de rastreadores de contactos que trabajaban con una combinación de imágenes de CCTV, seguimiento a través de llamadas telefónicas y videollamadas e incluso herramientas de investigación policial para detectar los posibles casos positivos. Además, rápidamente lanzaron una aplicación móvil y repartieron dispositivos adicionales –TraceTogether Tokens– para identificar las cadenas de contagios entre la población.
“El Estado tiene un rol muy grande en cuanto a la vigilancia, especialmente con respecto al rastreo. Todos debemos tener una app encendida llamada ‘Track & Trace’ y hay que registrar cada lugar al que uno va. Si voy al supermercado, en la puerta tengo que escanear un código QR y me toman la temperatura. Lo mismo en todos los bares, cines, restaurantes y demás. El gobierno sabe dónde estás, dónde estuviste y con quién”, cuenta Magdalena.
“Sé de algunos casos de expatriados que incumplieron ciertas normas y el castigo fue bastante duro; tuvieron que pagar multas tremendas e incluso hubo casos de deportaciones”, dice Florencia, por su lado, a la vez que lamenta que muchas veces “es la única forma en que las personas respeten las reglas”.
El gobierno también ha apostado por mantener bien informados a los ciudadanos como parte de su plan para atacar al coronavirus. Empapeló la ciudad con carteles sobre las medidas de cuidado y creó una lista de difusión de Whatsapp donde las personas reciben diariamente un parte que describe las últimas métricas de la pandemia, informa sobre nuevos brotes y cualquier cambio en las restricciones.
“En el transporte público, por ejemplo, hay una propaganda que dice que no tenés que hablar por teléfono o con otras personas cuando vas en el metro. Es simplemente una recomendación, pero es una muestra del constante recordatorio del gobierno de que hay que cuidarse, porque sino la gente se olvida como hay tan pocos casos”, relata Florencia.
En los últimos días, el gobierno ha hecho especial hincapié en que “no es el momento de relajarse y bajar los brazos”, a raíz de un foco infeccioso reciente de 35 casos vinculado al Hospital Tan Tock Seng (TTSH).
Nuevas restricciones
Aunque las autoridades sanitarias inmediatamente identificaron los positivos y a sus contactos estrechos y los aislaron, es la primera vez en meses que se detectan casos comunitarios de nueve focos activos diferentes (siendo el del TTSH el más grande), por lo que el gobierno ha decidido endurecer las medidas.
Las autoridades anunciaron hoy en conferencia de prensa la prohibición de reuniones de más de cinco personas, y los grupos mayores a ese número tendrán que trabajar desde casa. Los gimnasios permanecerán cerrados y se establecieron límites al número de participantes en conferencias, bodas y funerales. Los viajeros deberán hacer cuarentena por tres semanas, en lugar de dos como se venía haciendo.
La nación insular de 5,7 millones de habitantes ha registrado 61.235 infecciones y 31 muertes desde el comienzo de la pandemia.
“Las próximas semanas serán críticas”, dijo el ministro de Salud, Gan Kim Yong.
Aunque las medidas podrían parecer exageradas, Singapur aprendió de su experiencia con el SARS en 2003 que una rápida respuesta puede ser crucial para evitar un desastre sanitario . “El SARS fue finalmente contenido mediante la vigilancia sindrómica, el aislamiento inmediato de los pacientes, la aplicación estricta de la cuarentena a todos los contactos y, en algunas áreas, la aplicación estricta de cuarentenas comunitarias”, explicó la profesora Annelies Wilder-Smith, de la Escuela de Higiene y Medicina Tropical de Londres, en un artículo publicado en la revista médica The Lancet.
Más allá de las restricciones recientes, la mayoría de los ciudadanos en Singapur ha gozado de la libertad de movimiento durante casi toda la pandemia. Las escuelas, por ejemplo, fueron una prioridad para el gobierno por lo que permanecieron cerradas parcial o completamente 11 semanas en total, según información de la Unesco.
El lado B
Sin embargo, lo cierto es que no todos en Singapur han gozado de las mismas libertades, lo que expuso las desigualdades persistentes en la ciudad-Estado. Cientos de miles de trabajadores migrantes todavía están confinados en su mayoría en sus lugares de trabajo y dormitorios, luego de los brotes masivos del año pasado debido a las condiciones de vida precarias e insalubres.
Tienen que pedir permiso a sus empleadores si quieren salir de sus dormitorios y, sobre todo, socializar en centros de recreación aprobados por el gobierno.
Todo esto es necesario para proteger al resto del país, ya que existe un riesgo “real y significativo” de otro brote en su comunidad, ha argumentado el gobierno. La afirmación no es del todo falsa, dado que el 47% de esta comunidad ha sido contagiada en algún momento de la pandemia. Pero también subraya el amargo hecho de que, a pesar de todo su discurso sobre la igualdad, Singapur sigue siendo una sociedad profundamente segregada.
Esto es “vergonzoso y discriminatorio”, dijo a BBC Mundo el activista por los derechos de los migrantes Jolovan Wham. “Debido a que los trabajadores migrantes carecen de poder político, de alguna manera se vuelve socialmente aceptable que ellos carguen con la peor parte de los fracasos de nuestras políticas.
“Nueva Zelanda también lidera la lista de Resiliencia de Covid, pero no pisoteó los derechos de las personas. No se trata solo del resultado, sino de los medios para llegar allí”, agregó.
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