Cómo se gestó el 11 de Septiembre: una ola de atentados que costó menos de 500.000 dólares
En total 19 terroristas participaron en el plan para secuestrar cuatro aviones; vivieron durante meses en Estados Unidos como ciudadanos comunes
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WASHINGTON.- Era una mañana de verano idílica: luminosa, sin nubes, y empapada de aire fresco, un preámbulo del otoño. En Boston, Mohammed Atta abordó un vuelo temprano de American Airlines con destino a Los Ángeles. Llevaba más de un año viviendo en Estados Unidos, desapercibido, sin levantar grandes sospechas. El 3 junio de 2000, Atta había viajado a Nueva York con una visa de turista que obtuvo en Berlín, y una tarea concreta, que ejecutó con diligente paciencia: aprender a volar. Se instaló en Florida, estudió, recorrió el país y fue a Europa y volvió, y esa mañana ejecutó un plan tejido durante años que hundió al mundo en el estupor y el espanto.
“Tenemos algunos aviones”, se escuchó en una transmisión por radio desde ese vuelo, poco después del despegue. “Solo mantengan silencio, y estarán bien. Estamos volviendo al aeropuerto.”
Unos minutos después, a las 8.46, Atta cumplió su misión, y estrelló el Boeing 767 contra una de las Torres Gemelas en Manhattan, el primer golpe del peor atentado terrorista de la historia.
Los ataques del 11-S sembraron el terror con una innovación siniestra: en vez de utilizar armas o bombas, los terroristas secuestraron cuatro aviones de aerolíneas comerciales, y los convirtieron en misiles. Por primera vez, Estados Unidos debió cerrar su espacio aéreo, y ordenarles a todos los vuelos en el aire a que aterrizaran de inmediato. Un país inmóvil. Ni la comunidad de inteligencia o las fuerzas de seguridad previnieron el ataque, pese a que se preparó en suelo norteamericano: los pilotos de Al-Qaeda aprendieron a volar en Estados Unidos, donde vivieron, durante meses, como ciudadanos comunes.
Atta, el “comandante táctico” de los atentados, era, con 33 años, el líder y el más viejo de los 19 terroristas que ejecutaron el plan. Secuestró el vuelo American Airlines 11 y lo estrelló contra la Torre Norte. Marwan al-Shehhi, de tan solo 23 años, ocupó el asiento del piloto en el vuelo United Airlines 175, y lo estrelló contra la Torre Sur, a las 9.03 de la mañana. El impacto se vio en vivo por televisión en todo el mundo. Esa torre fue la primera en colapsar. Hani Hanjour, 29 años, y quien más tiempo había pasado en el país, estrelló otro vuelo de American Airlines contra el Pentágono. Y Zaid Jarrah, de 26 años, fue el único que fracasó: pasajeros del vuelo United Airlines 93 intentaron recuperar el avión, que terminó estrellándose en Pensilvania antes de llegar a Washington, donde su blanco era la Casa Blanca o el Congreso.
El atentado, propuesto, según Estados Unidos, por Khalid Sheikh Mohamed, conocido por sus siglas “KSM”, a Osama ben Laden, dejó 2977 víctimas, además de los 19 terroristas.
El complot
Atta, Shehhi, Jarrah –integrantes de la llamada “célula de Hamburgo”– y Hanjour pasaron meses en el país preparándose para los atentados: alquilaron o compraron autos, abrieron cuentas bancarias, viajaron –incluidos viajes internacionales–, estudiaron la seguridad de los aeropuertos y de los aviones, se anotaron en escuelas de aviación y obtuvieron licencias de piloto, entrenaron en simuladores, realizaron “vuelos de práctica” en las rutas que tenían previstas en aviones pequeños alquilados, y también “vuelos de monitoreo” en aerolíneas, tal como los que tomaron el día del ataque.
Los otros 15 terroristas aportaron el “músculo”: divididos en los cuatro vuelos, su tarea era controlar a la tripulación y los pasajeros y tomar la cabina. Entrenaron en Afganistán –la preparación incluyó acuchillar ovejas y camellos para la captura de las cabinas–, y viajaron más tarde, unos meses antes de los ataques con visas obtenidas en Arabia Saudita.
“Algunos habían estado en Estados Unidos durante más de un año, mezclándose con el resto de la población”, recopila el informe final de la Comisión del 11-S. “Aunque cuatro tenían entrenamiento de pilotos, la mayoría no tenían una buena educación. La mayoría hablaba mal inglés, algunos casi nada. En grupos de cuatro o cinco, llevando consigo solo pequeños cuchillos, cutters y latas de gas pimienta, habían secuestrado los cuatro aviones y los habían convertido en misiles guiados mortíferos”, remarca el trabajo.
Además de que se gestó dentro de las fronteras del país, el atentado fue barato: el gobierno federal estimó que la planificación y ejecución de los ataques costó menos de 500.000 dólares.
El primero de los pilotos que se mudó a Estados Unidos fue Shehhi. Aterrizó en Newark el 29 de mayo de 2000 en un vuelo proveniente de Bruselas, según el informe de la Comisión. En Nueva York, Shehhi esperó a Atta, quien viajó primero a Praga en omnibus desde Alemania, y luego voló, también a Newark, el 3 de junio. Jarrah llegó a fin de mes. Era el único que ya estaba inscripto para asistir a un programa en el Centro de Entrenamiento de Vuelo de Florida, en Venice, Florida. Atta había enviado correos electrónicos a 31 escuelas de aviación en nombre de “un grupo de hombres de países árabes que estudiaban en Alemania y, sin tener entrenamiento previo, estaban interesados en aprender a volar en Estados Unidos”, indica el informe.
Atta y Shehhi visitaron primero una escuela de aviación en Oklahoma, y después terminaron anotándose en otra escuela de Venice, Huffman Aviation. Además de recurrir a las escuelas norteamericanas, Al-Qaeda también usó bancos norteamericanos: todos abrieron cuentas bancarias a su nombre, y pagaron sus lecciones con dinero que enviaba desde Dubai un familiar de Khalid Sheikh Mohamed, actualmente detenido en Guantánamo, Cuba. Arquitecto de los ataques de Al-Qaeda, el informe de la Comisión del 11-S lo llamó un “terrorista emprendedor”.
“Sus transacciones no tenían nada de especial y eran esencialmente invisibles en medio de los miles de millones de dólares que circulan por el mundo todos los días”, señala el informe.
Atta, Shehhi y Jarrah entrenaron durante todo el segundo semestre de 2000 en Florida. A fines de septiembre, casi un año antes de los ataques, Atta y Shehhi cambiaron de escuela y se anotaron en Jones Aviation, en Sarasota, Florida, cerca de Venice, aunque al poco tiempo retornaron a Huffman, donde también terminó Jarrah. Para diciembre de 2000, los tres pilotos ya habían comenzado a practicar vuelos en grandes aviones en simuladores de vuelo. Unos meses después, a principios del verano boreal de 2001, comenzaron a tomar “vuelos de monitoreo” para estudiar las rutas de costa a costa. En agosto, comenzaron con los vuelos de práctica en aviones pequeños.
Hanjour fue el último piloto reclutado para el plan. Tenía una ventaja: ya había vivido en Estados Unidos, en Arizona, donde primero aprendió en inglés, en 1991, y luego tomó lecciones de vuelo y obtuvo un certificado de piloto comercial en 1999. Al año siguiente, ya con el plan en marcha y en medio de dificultades para terminar de armar los equipos, Hanjour fue identificado como piloto en uno de los campos de entrenamiento en Afganistán, y eso lo llevó hasta Khalid Sheikh Mohamed. A las pocas semanas, Hanjour obtuvo una visa de estudiante en Arabia Saudita, y en diciembre de 2000 viajó a San Diego.
Atta asignó a cada piloto un grupo de cuatro o tres secuestradores, y luego se encargó de coordinar los equipos. En los días previos al ataque, cada uno partió rumbo a su destino. Hanjour y su equipo se instalaron en un hotel en Laurel, Maryland cerca del aeropuerto Dulles. Jarrah recibió una multa por exceso de velocidad en Maryland mientras manejaba al norte en la I-95, hacia Newark, donde se reunió con el resto de sus hombres. Shehhi pasó la noche con los suyos en dos hoteles en Boston. Atta pasó la última noche en Portland, Maine. Junto con uno de los integrantes de su equipo, comió pizza, hizo compras, y sacó dinero de un cajero.
El plan que había nacido con una propuesta de Khalid Sheikh Mohamed, en 1996, según el informe oficial, había logrado superar “numerosos obstáculos”. La noche del 10 septiembre de 2001, los 19 hombres durmieron en hoteles, y a la mañana siguiente abordaron sus cuatro vuelos. La “Operación Aviones”, tal como se bautizó al plan, había comenzado.
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