Son construcciones culturales y existen porque sus poblaciones, y en muchos casos, la comunidad internacional, han acordado que existen; cómo impacta la guerra en Ucrania
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En una oscura noche de 1939, tres figuras fantasmales vestidas con capas de color blanco y capuchas se acercaron a un campamento ruso en esquís, llevando mochilas cargadas con cocteles Molotov. ¿Su objetivo? Una choza que contenía equipo esencial, al que pronto prendieron fuego.
Entonces sucedió algo inesperado: los objetivos del ataque empezaron a vitorear.
Solo 27 días antes, Finlandia había sido invadida por la Rusia soviética, en un hecho muy discutido y similar lo que está sucediendo en Ucrania hoy, relata la periodista de BBC Future Zaria Gorvett.
La facción, una patrulla de esquí finlandesa, operaba junto al lago Ládoga en el vasto bosque de taiga, en el entonces sureste del país (ahora es parte de Rusia), un lugar cubierto por varios centímetros de profundidad de nieve brillante desde noviembre hasta abril y en donde las temperaturas invernales bajan regularmente hasta -10ºC.
Los 160.0000 soldados finlandeses fueron ampliamente superados en número por el ejército ruso, que constaba de alrededor de 460.000 soldados y 2.000 tanques T2 sofisticados, mientras que ellos mismos dependían principalmente de caballos y renos, indica Gorvett.
Pero el bando defensor tenía una gran ventaja: la fuerza de la identidad nacional de su población.
Aunque Finlandia era un país relativamente nuevo en ese momento, ya que se había independizado de Rusia solo 22 años antes, su gente ya estaba orgullosa de su nación.
Y durante la Guerra de Invierno, como se la conoció después, el pueblo finlandés se unió en torno a su enemigo común para volverse más patriótico que nunca.
En las cartas de la época hablaban de la nación como de su patria y enfatizaban sentimientos como el deber y el sacrificio. Llamaron a esta fuerza colectiva “el espíritu de la Guerra de Invierno”.
“Ellos (los rusos) ciertamente subestimaron la identidad nacional de los finlandeses”, dice a Zaria Gorvett el profesor de historia británica moderna en el King’s College de Londres, quien ha escrito varios libros sobre identidad nacional, incluido Storied Ground: Landscape and the Shaping of English National Identity(“Suelo histórico: paisaje y formación de la identidad nacional inglesa”).
Incluso las tácticas de Finlandia estaban impregnadas de un profundo sentido de su propia cultura y un conocimiento íntimo de su tierra.
Por un lado, sus tropas se desplazaban con esquís, una habilidad que la mayoría de las personas en el país aprenden de niños hasta el día de hoy y que se adapta mejor a un entorno nevado que caminar penosamente a pie, como lo hacía la mayoría de los soviéticos.
Los finlandeses también usaron ropa más apropiada, camuflándose contra la nieve siempre presente con capas blancas acogedoras, en lugar de uniformes caqui delgados.
Su uso de caballos contra los tanques proporcionó otra ventaja inesperada y sorprendente, porque había pocos caminos en las principales áreas de batalla y los vehículos eran ruidosos y fácilmente frustrados por el terreno.
Cuando los tiempos se ponían difíciles, siempre podían recurrir al sisu, una forma local de resiliencia que implica una determinación estoica, explica Zaria Gorvett.
En el lago Ládoga, los soviéticos estaban particularmente desmoralizados: muchos estaban congelados y no tenían el mismo sentido de proteger su propia tierra y su gente.
Entonces, cuando las tropas finlandesas aparecieron e iluminaron el cielo con una hoguera de sus pertenencias, ellos... no hicieron nada. Según un informe contemporáneo de The New York Times, en lugar de contraatacar, las tropas rusas corrieron hacia las llamas para calentarse las manos.
Tan solo tres meses después de la primera incursión en su territorio, Finlandia disuadió a sus invasores y logró conservar la gran mayoría de sus tierras, aunque el país cedió el 11% y luego se alió con la Alemania nazi en la Segunda Guerra Mundial.
Esto contrasta con lo quo ocurre con otra nación con gran determinación patriótica, Gran Bretaña, un país con más de tres siglos continuos como nación continua, pero que tiene algunas de las tasas más bajas amor patrio del planeta
Hoy, solo 15% de los jóvenes de 18 a 24 años en Reino Unido se describen a sí mismos como “muy” patriotas, según una encuesta del gobierno.
En otra encuesta, el 51% de los jóvenes reprobó el controvertido examen “Life in the UK”, que está diseñado para evaluar el conocimiento de una persona sobre los valores tradicionales, cultura política, historia y leyes británicas, muchas de las cosas que diferencian al país de cualquier otro. (Este examen es obligatorio para los inmigrantes que solicitan la ciudadanía).
Esto plantea algunas preguntas interesantes: ¿cómo obtienen las poblaciones sus identidades nacionales? ¿Por qué algunos países son mucho más patrióticos que otros? ¿Estos sentimientos son saludables o dañinos?
Un concepto abstracto
Una de las razones por las que las identidades nacionales son tan importantes es la naturaleza de los propios países.
“Si lo piensas bien, todos los estados son construcciones artificiales”, dice a Zaria Gorvett la profesora de Historia y Política en la Universidad de Westminster en el Reino Unido y fundadora de la revista académica National Identities, Pippa Catterall.
“Solo funcionan porque la gente tiene cierto sentido de identificación con ellos”.
Las áreas que la humanidad ha designado como “estados” no se basan en ningún tipo de lógica universal, aunque a menudo tienen sus raíces en algún tipo de legado cultural.
La mayoría tampoco son entidades geográficas discretas, como una sola isla. En cambio, son construcciones culturales y existen porque sus poblaciones, y en muchos casos, la comunidad internacional, han acordado que existen.
Como señala el historiador israelí Yuval Noah Harari en libro de 2011 “Sapiens: una breve historia de la humanidad”, si una población cambia colectivamente de opinión sobre un país o desaparece, ya sea por la guerra, el hambre o la migración, su nación también desaparece.
Desde que comenzó la civilización humana, innumerables países e imperios han ido y venido porque la gente dejó de creer en ellos, desde la República Romana hasta el Antiguo Egipto, los Estados Pontificios, Persia y Alemania Oriental.
Cuanto más fuerte sea la identidad nacional de un país, definida en términos generales como el sentido de pertenencia de su población y la confianza en su sistema político, más fácil será que continúe. Luego, el patriotismo se superpone y las personas se sienten orgullosas de ser parte de ese club, indica Zaria Gorvett
“Por lo general, es una buena idea que los regímenes construyan algún tipo de sentido de identidad como el Estado”, dice la académica Pippa Catterall, y remarca: “Porque les permite controlar el territorio, controlar las calles, etc., de manera más efectiva”.
La experta señala que la gente suele pensar que la maquinaria del gobierno en términos de instituciones como el Parlamento, pero podría decirse que una identidad nacional es igualmente importante, aunque intangible, puede otorgar legitimidad a un régimen político.
El nacionalismo es un paso más allá. Coopta las ideas de una persona sobre lo que distingue a su territorio de origen y los lleva a apoyarlo directamente como entidad política.
Como creyente apasionado en un estado en particular, es posible que desee ayudar a promover sus intereses, como invadir otro lugar para adquirir recursos.
Un enemigo común
Quizás la ruta más rápida hacia los sentimientos de pertenencia es una amenaza extranjera.
Antes de la Guerra de Invierno, la población finlandesa era nacionalista pero el suyo era un país fracturado, dividido entre los que apoyaban a la República Socialista Obrera de Finlandia comunista y la Finlandia Blanca, que se oponía a ellos, recuerda Zaria Gorvett.
Se habían enfrentado durante la Guerra Civil que siguió a la declaración de independencia de Rusia décadas antes, y el país aún no se había recuperado.
Entonces aparecieron los soviéticos con sus tanques y animaron a ambos partidos políticos en Finlandia a trabajar juntos para lograr un objetivo común. Hasta el día de hoy, la Guerra de Invierno se considera una fuerza central en su supervivencia como nación.
Esta ruta hacia un sentido de unidad también ha estado funcionando en Ucrania durante las últimas tres décadas, desde que se fundó el país en 1991 después de la desintegración de la Unión Soviética.
Poco a poco se ha distinguido de su vecino ruso por volverse más europeo, a medida que aumentan las amenazas del Kremlin. “Los rusos ayudaron a crear la identidad nacional ucraniana muy rápidamente”, dice Caterall.
“Y esto es, ya sabes, una de las cosas de la identidad nacional”, dice por su lado Readman. “En realidad, luchar en una guerra, supongo que es bastante tópico, te defines a ti mismo en relación con lo que no eres. Llegar a comprender lo que eres en relación con lo que no eres”.
Un ingeniosos invento
Sin embargo, hay muchas otras formas de adquirir una identidad nacional rápidamente.
Catterall da el ejemplo de Oriente Medio.
A principios del siglo XX, la región estaba controlada en gran medida por el Imperio Otomano, que estaba en declive.
Pero en 1916, seis años antes de que finalmente colapsara, dos diplomáticos, uno de Gran Bretaña y otro de Francia, se juntaron e hicieron un trato secreto sobre cómo dividirán sus restos entre las esferas de influencia de sus dos países.
Este fue el Acuerdo Sykes-Picot, y sentó las bases para la creación de muchos países del Medio Oriente durante la década siguiente, incluidos los precursores de Líbano, Palestina, Siria, Irak, Jordania y Arabia Saudita. Otras naciones de la región también surgieron o dibujaron sus fronteras en medio del caos.
“Muchos de estos ‘estados poscoloniales’, como a veces se les conoce, fueron sacados de la nada: la intromisión de Gran Bretaña y Francia ignoró las divisiones existentes, como las basadas en el idioma, la etnia y la religión, y creó nuevas países arraigados en lo que era políticamente conveniente para Europa en ese momento”, explica Zaria Gorvett.
“Todas las líneas en el mapa en el Medio Oriente fueron dibujadas por las potencias europeas en algún momento, como en África. Entonces, ¿cómo construyes una sensación de ‘hay un pueblo’ en estos estados cuando estás tratando con construcciones artificiales?”, dice Catterall.
La respuesta era inventar una identidad nacional. Las “tradiciones inventadas” son aquellas que tienen la apariencia de ser heredadas de generaciones anteriores, pero en realidad fueron creadas de manera rápida y artificial.
Un ejemplo de ello es la falda escocesa, utilizado en todo tipo de eventos, desde bodas hasta partidos de fútbol. Hay miles de patrones diferentes, y se supone que el que se use depende del clan histórico al que pertenecieron los antepasados.
Pero como señaló el historiador inglés Hugh Trevor-Roper en su innovador libro de 1983 The Invention of Tradition (”La invención de la tradición), el tartán -el tipo de tejido asociado tradicionalmente con escocia- ha sido usado por quienes viven en las tierras altas durante siglos. Pero no era una parte importante de la identidad de la comunidad de las tierras altas.
Luego, en el siglo XVIII, Escocia comenzó a cambiar su marca, presentándose primero como la patria celta original, cuando en realidad gran parte de su población había emigrado de Irlanda, y luego como una nación culturalmente distinta de Inglaterra, con la que compartía muchas de sus tradiciones auténticas.
Similares ejemplos ocurren con las carreras de camello y la caza con aves rapaces (cetrería) en los Emiratos Árabes Unidos y los países árabes del Golfo Pérsico, y que algunos expertos consideran tradiciones inventadas hasta cierto punto.
O incluso la Italia moderna, puntualiza Readman.
Italia constaba de varios estados dispares a principios del siglo XIX. Eventualmente, surgió un movimiento nacionalista, y en 1861 sus partes constituyentes votaron para unificarse.
El inconveniente era que anteriormente habían estado en su mayoría bajo control extranjero, y se hablaban muchos dialectos diferentes en la región. Entonces, la nueva nación tuvo que forjar una nueva identidad, comenzando por elegir el idioma.
Los italianos se decidieron por el toscano, que anteriormente había sido un dialecto literario y era apreciado por su belleza y claridad.
A veces se le conoce como el “italiano de Dante”, en honor al poeta del siglo XIV Dante Alighieri (1265-1361) que lo usó para sus poemas, los cuales no fueron traducidos a otros dialectos, por lo que históricamente poder entenderlos era una marca del estatus social de una persona.
Una batalla constante
Sin embargo, la idea de lo que se necesita para pertenecer a una nación está cambiando.
En un estudio realizado por el grupo de expertos estadounidenses Pew research, alrededor de la mitad de los encuestados de Japón, Hungría y Grecia dijeron que haber nacido en su país era crucial para su sentido de la identidad.
Al mismo tiempo, la mayoría de las personas de EE.UU., Canadá, Europa y Japón informaron que poder hablar el mismo idioma era muy importante para ser verdaderamente parte de su país.
Pero a pesar de estos puntos de vista persistentes, otra encuesta de Pew Research Center sugiere que Europa occidental y EE.UU. se están volviendo gradualmente más inclusivos en sus actitudes hacia los inmigrantes, con una disminución de las preocupaciones sobre la población que comparte la misma religión o lugar de nacimiento.
De hecho, la forma en que los países se definen a sí mismos está en constante cambio, con la inmigración, el idioma, la cultura, la política, la religión y la historia, todo cambiando la forma en que las personas ven las principales características de su nación, dice Zaria Gorvett.
En Reino Unido, el fútbol es fundamental para las ideas de muchas personas sobre lo que significa ser británico, con equipos multiculturales que ayudan a dar forma a una visión más moderna del país. Pero el fútbol solo ha existido en su forma actual durante poco más de un siglo.
Por supuesto, hay muchas formas diferentes de ver la identidad de un solo país.
“Entonces, en la revista (National Identity) tenemos personas que escriben sobre identidad nacional y literatura, identidad nacional y comida”, dice la académica Catterall.
“La gente de Finlandia siempre escribe sobre la importancia del paisaje... y no puedes usar el paisaje como un emblema central de la identidad nacional estadounidense por ejemplo”, dice.
Entonces, ¿qué podría significar todo esto para Ucrania? Si la creencia de una población en un país ayuda a determinar si seguirá existiendo, es posible que el futuro de Ucrania nunca haya sido más seguro a largo plazo.
“Si observa (factores) de abajo hacia arriba, la formación de la identidad a menudo se basa en cosas como la religión, la etnia, el idioma”, dice Catterall.
“Ahora, en todos esos casos, se puede decir que Ucrania es un problema. Debido a que tienes el este de habla rusa y el oeste de habla ucraniana, tienes una historia problemática en la que partes del oeste tradicionalmente han sido mucho más estrechamente alineados con Polonia y Lituania. Las partes orientales tienden a ser ortodoxas y las partes occidentales tienden a ser católicas”, dice.
Sobre el papel, en opinión de Catterall, Ucrania no parece necesariamente la más coherente de las entidades. Pero eso no significa que no lo sea, o que estos problemas no desaparecen fácilmente bajo ciertas condiciones.
Como sucedió con Finlandia en las décadas de 1930 y 1940, Rusia ha creado una amenaza existencial, y eso garantiza que los ucranianos se sientan más unidos y patriotas que nunca.
“Si te invaden personas que te apuntan con armas muy grandes, no importa si hablas el mismo idioma que ellos o no”, concluye Catterall.
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