Hasta ahora se recuperaron más de 200 cuerpos de fosas comunes en el vasto bosque de Shakahola en la costa sur de Kenia y cada día se desentierran más
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Salema Masha habla en voz baja, pero su esbelta figura está animada por una fuerza interior que salvó la vida de sus cinco hijos. Un día de marzo, ella los guio fuera de un desierto remoto donde los seguidores de un teleevangelista de Kenia se estaban muriendo de hambre, bajo la creencia de que, de esa forma, podrían conocer a Jesús más rápido.
Entre las historias horribles que surgen de la secta cristiana del fin del mundo en el país del este de África, se destaca la de Salema.
Hasta ahora se recuperaron más de 200 cuerpos de fosas comunes en el vasto bosque de Shakahola en la costa sur de Kenia, y cada día se desentierran más. Todavía se encuentran sobrevivientes escondidos debajo de árboles y arbustos en el territorio de más de 300 hectáreas.
Una nueva “Tierra Santa”
El pastor autoproclamado Paul Mackenzie abrió la Good News International Church (Iglesia Internacional Buenas Noticias) en 2003. En repetidas ocasiones atrajo la atención de la policía con sus afirmaciones de que los niños no deberían ir a la escuela y que los tratamientos médicos deberían ser rechazados.
En 2019 cerró la iglesia e invitó a sus seguidores a mudarse con él a Shakahola, un lugar al que llamó una nueva “Tierra Santa”. El esposo de Salema estuvo entre los que acudieron al llamado.
Mientras cuenta su historia, ella amamanta a Esther, de 1 año, que nació en el bosque. Su hijo mayor, un niño llamado Amani, tiene 8 años.
El suicidio masivo comenzó en enero. Salema dice que siguió las instrucciones para comenzar a ayunar para poder “llegar al cielo”. Mackenzie les había estado diciendo a sus seguidores durante algún tiempo que el mundo estaba llegando a su fin.
Inicialmente ofreció el bosque como un santuario del apocalipsis que se acercaba. Pero, en un giro espeluznante, el lugar se convirtió en el último punto para llegar al cielo antes del “Fin de los Días”.
La reacción de Salema
Después de siete días de ayuno, Salema dice que escuchó una voz de Dios que le decía que esa no era su voluntad y que todavía tenía trabajo que hacer en el mundo, así que se detuvo.
La gente a su alrededor estaba muriendo: en un momento asistió al funeral de ocho niños. Se llamaba ir a “dormir”. Cuenta que le dijeron: “Si tus hijos no mueren, deberías dejar de asistir a los funerales de otras personas”.
Los sobrevivientes dicen que se suponía que los niños debían ser los primeros en irse, según una orden macabra redactada por Mackenzie. Luego los solteros, las mujeres, los hombres y, por último, los líderes de la iglesia.
“Cuando el niño lloraba o pedía comida o agua, nos decían que tomáramos una caña y lo golpeáramos para que se fueran a comer al cielo”, explica Salema. “Así que lo pensé y dije: ‘no puedo seguir con esta situación, no puedo comer mientras mi hijo se muere de hambre’. Me dije a mí misma, ‘si me siento tan mal cuando ayuno, ¿qué hay de mi hijo?’”.
Un análisis de la BBC de videos de los sermones de Mackenzie no lo muestra ordenando directamente a la gente que deje de comer. Sin embargo, según Salema, era explícito en las reuniones semanales de los sábados.
“Al principio, el pastor cavó... pozos de agua [en el bosque] y nos dijo que esperáramos a Jesús, y esperamos. Pero luego, de repente, nos dijo que debíamos ayunar e ir al cielo”, relata. Cuando cuestionaron la orden, como lo hizo Salema, les dijeron que, si retrasaban sus muertes, el cielo estaría lleno: “La puerta estaría cerrada”.
La huida
Gran parte de la predicación de Mackenzie se centraba en una nueva tarjeta de identidad nacional que se usará en Kenia y que incluirá datos personales codificados en un chip electrónico. Lo llamó el “signo de la bestia” y dijo que debía evitarse a toda costa.
El esposo de Salema era ayudante de Mackenzie. Una amiga le dijo que cuando salía a trabajar, en realidad iba a enterrar a los muertos. Un día de marzo se plantó y obligó a su familia a ayunar. Cuatro días después se fue a trabajar y Salema vio su oportunidad. Agarró a los niños y se fue.
“Mis hijos ayunaron durante cuatro días sin comida ni agua, y estaban llorando”, recuerda. “Entonces, cuando vi que estaban tan débiles, les di agua y me dije que no podía permitir que mis hijos murieran”. Los niños fueron guiados por la voluntad de acero de su madre y protegidos por su condición de esposa de un ayudante de Mackenzie.
Salema dice que otros miembros de la secta la desafiaron, pero no la detuvieron, y cuando llegó a la carretera principal después de caminar varios kilómetros, “un buen samaritano” la llevó a un lugar seguro.
Pero otros fugitivos fueron detenidos. Un grupo de hombres armados con machetes los persiguieron, golpearon y arrastraron de regreso al bosque, según relatos contados por sobrevivientes y exmiembros del grupo.
Desmantelamiento e investigación
Mackenzie se entregó a las autoridades el 15 de abril. Niega haber ordenado a sus seguidores que se maten de hambre. Pero la operación de búsqueda y rescate encontró muchos niños muertos enterrados en su recinto.
La policía dijo que los ayudantes que habían sido detenidos contaron que esta era una forma de Mackenzie de identificarse con el mandato de Jesús de “dejar que los niños vengan a mí”, señala la periodista Marion Kithi. La policía también señaló que antes de que Mackenzie se fuera, ordenó a sus ayudantes que siguieran aplicando la hambruna masiva y enterrando a los muertos, según Kithi.
Son los niños sobrevivientes quienes han brindado gran parte de la información sobre lo que sucedió, dice Victor Kaudo, un activista de derechos humanos de Haki Africa, quien fue el primero en alertar a la policía de que niños pequeños estaban muriendo en Shakahola.
Algunos de los adultos se han negado a recibir tratamiento incluso después de haber sido rescatados. Y existe la sospecha de que los miembros de la secta continúan ejerciendo influencia más allá del bosque, diciéndoles en voz baja a los sobrevivientes que rechacen alimentos y medicinas.
Kaudo dice que dos personas que su grupo rescató y consideró como víctimas eran en realidad “parte de esta milicia que tenía Mackenzie” y debieron ser separadas de los demás. El exmiembro de la secta Titus Katana dice que conoce a gran parte de los ayudantes de Mackenzie y que la mayoría fueron arrestados.
Pero esta semana se descubrió un cuerpo tirado en el bosque, no enterrado. Eso le hace sospechar que algunos de los ejecutores todavía están “supervisando el proceso de ayuno de las personas”.
Salema dice que los agentes de Mackenzie vinieron a buscarla una semana después de que se fue y le aconsejaron que regresara, pero no la amenazaron. Ella sabe que otros no fueron tratados con tanta amabilidad.
Una mujer se acercó a ella y le pidió ayuda para escapar de la secta con sus hijos y encontrar el dinero para el transporte de regreso a su pueblo natal. Salema prometió ayudarla. La mujer volvió al bosque a buscar a sus hijos y nunca más se supo de ella.
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