En el sistema bancario que está bajo la ley islámica, que rige la vida de los musulmanes, las tasas están prohibidas
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*Por Ángel Bermúdez
En un banco tradicional la tasa de interés es un dato clave para cualquier operación que se vaya a realizar. Pero en la banca islámica no existe.
Los ahorradores e inversores que acuden a un entidad convencional quieren saber cuánto van a ganar por sus depósitos, mientras que los deudores quieren conocer cuánto dinero extra tendrán que pagar.
En los bancos islámicos, sin embargo, ni se cobran ni se pagan intereses. De hecho, están prohibidos.
Es que este tipo de instituciones opera de acuerdo con los principios de la sharía, la ley islámica que rige la vida de los musulmanes.
De allí también surgen otros principios como, por ejemplo, que el dinero no debería causar daño.
“En consecuencia, los servicios financieros islámicos no invierten en cuestiones como bebidas alcohólicas, tabaco o juegos de azar”, explica en su página web el Banco de Inglaterra, el banco central de Reino Unido y una de las instituciones financieras occidentales que en los últimos años se ha abierto a las finanzas islámicas.
Pero, ¿a qué obedece la prohibición del cobro de intereses?
Dinero y economía real
Celia de Anca, profesora de Finanzas islámicas en la Universidad IE (España), explica que el rechazo a los intereses no es exclusivo de la cultura islámica, sino que también tiene raíces compartidas con Occidente.
“En las tradiciones tanto judeo-cristiana como islámica los intereses estaban prohibidos y en países como España y Francia sigue habiendo leyes contra la usura. La usura es exceso de interés. En las tres tradiciones del libro siempre se ha prohibido el exceso de interés. ¿La cuestión es cuánto es exceso? Para los islámicos cualquier interés sería ya excesivo. Por tanto, están prohibidos todos”, le dice la experta a BBC Mundo.
De Anca agrega que en la tradición occidental también había una prohibición de intereses que se fue modelando con los años hasta que quedó plasmada en las leyes contra la usura vigentes en muchas partes del mundo.
Pero, además, las finanzas islámicas buscan que los beneficios procedan de actividades relacionadas con la economía real.
“Las finanzas islámicas se basan en la creencia de que el dinero no debería tener ningún valor en sí mismo. Es solo una forma de intercambiar productos y servicios que sí tienen valor”, apunta el Banco de Inglaterra en su página web.
“En otras palabras, no debería ser posible ganar dinero con dinero. Esto significa que, siempre que sea posible, se debe evitar pagar o recibir intereses”, añade.
De Anca explica que el rechazo a los intereses también está presente en figuras importantes de la teología cristiana como Santo Tomás de Aquino.
En palabras del profesor e investigador mexicano Héctor Zagal Arreguín: “Santo Tomás acepta que cada objeto tiene una finalidad propia y un valor de cambio per se. Sin embargo, concibe al dinero como un objeto de cambio cuyo valor actual no puede aumentar sin la mediación y trabajo de un agente”.
En la cultura islámica también se rechaza que el dinero no proceda de la economía real y que, en lugar de ello, se fomente la especulación y la obtención de ganancias sin que haya mediado un esfuerzo o un trabajo.
Entonces, ¿cómo hacen negocios los bancos islámicos?
Intereses, no; beneficios, sí
El hecho de no cobrar intereses obliga a la banca islámica a operar de formas distintas, pero eso no significa que trabajen a pérdida ni sin fines de lucro.
“Una cosa son los intereses y otra los beneficios. La banca islámica está, por supuesto, a favor de los beneficios. Además, el mundo islámico tiene una tradición comercial, siempre ha estado muy vinculado al comercio, con las caravanas en los tiempos medievales, por ejemplo”, señala De Anca.
“Y cuando se trata de los beneficios no tienen una ética de moderación, como a lo mejor la católica. Esa no existe. Estamos hablando de beneficios y cuantos más mejor, pero esos beneficios tienen que tener unas reglas”.
Así, por ejemplo, los bancos pueden financiar operaciones comerciales de compraventa o proyectos productivos en modo capital de riesgo; es decir que la institución participará de las ganancias o de las perdidas que arroje la operación.
“El banco puede invertir capital en un proyecto y, a medida que este produce, se puede dar un reparto de beneficios o estos se pueden distribuir al final. Esa distribución no tiene por qué ser 50-50, puede ser 80-20 o de cualquier otro modo, en función de lo que cada uno haya aportado”, explica De Anca.
Según el Banco de Inglaterra: “Las finanzas islámicas también fomentan la asociación, por lo que, siempre que sea posible, los beneficios y los riesgos deben compartirse, ya sea entre dos personas, una persona y una empresa o una empresa y otra”.
En cuanto a las operaciones con las personas naturales, se aplican los mismos principios.
Así, por ejemplo, si una persona abre una cuenta de ahorros en un banco islámico no obtendrá intereses por el dinero allí depositado, pero sí podrá obtener algunos beneficios procedentes de las actividades en las que la entidad haya invertido esos fondos.
En el caso de las personas que requieren un préstamo del banco para, digamos, comprar una vivienda, hay varias modalidades posibles para hacer esto, según explica De Anca:
1. El banco compra la propiedad y luego se la alquila a la persona hasta que la acabe de pagar, en una especie de leasing.
2. La entidad y la persona compran la casa en sociedad. Luego, el cliente la alquila y le va entregando al banco una parte del beneficio de ese alquiler hasta un momento acordado en el que la persona se queda como propietaria única de la vivienda.
3. El banco compra la vivienda y se la revende más cara a la persona, añadiendo una comisión para cubrir sus gastos y beneficios.
Esta última modalidad es de difícil aplicación en muchos países occidentales por razones tributarias, pues en aquellos lugares donde existe impuesto a las ventas se corre el riesgo de enfrentar un impuesto doble (cuando el banco compra la vivienda y cuando la persona se la compra al banco), lo que encarece demasiado el costo final.
Sin embargo, De Anca apunta que en algunos lugares como Reino Unido se han hecho ajustes legales para que estas operaciones solamente paguen el impuesto una vez, tomando en consideración que en el fondo el banco está actuando solamente como intermediario para conceder el préstamo.
Un sector en auge
Aunque las finanzas islámicas operan según principios antiguos de la sharía, De Anca advierte que la banca islámica en realidad es un fenómeno relativamente reciente y moderno.
“Los bancos islámicos empiezan a desarrollarse en los años 1950 y 1960 con algunas iniciativas en Pakistán y Egipto, pero es sobre todo a partir de 1970 con el auge del petróleo”, dice la experta.
“Entonces, hay muchos individuos con mucho capital que le piden a los gestores convencionales que gestionen su dinero de una manera islámica y, por tanto, sin intereses”.
Así, considera que se trata de un movimiento que ha surgido de abajo hacia arriba, impulsado por los requerimientos de las personas.
“Ha habido mucha demanda de personas que querían tanto invertir como recibir dinero según sus valores islámicos y, entonces, ha habido una industria que ha sabido proporcionar una serie de instrumentos para responder a esa demanda”, indica.
Según la experta, el crecimiento de esa oferta de servicios financieros compatibles con la sharía también ha ayudado a aumentar los niveles de bancarización en el mundo.
“La mayoría de los bancos en los países islámicos son convencionales, pero por eso desde siempre ha habido mucha población que no quería o no accedía a los bancos, puesto que estos operaban en contra de los principios de su religión”, dice.
Asegura que esa era una de las razones por las cuales en los países de mayoría islámica había gran cantidad de población no bancarizada, pero que cada vez hay menos porque ahora existe la banca islámica.
Para 2022, el valor de los activos financieros gestionados en el mundo de acuerdo con los principios islámicos sumaban unos US$4,5 billones y se estima que para 2027 alcancen a US$6,7 billones, de acuerdo con un informe publicado este año por el Observatorio de Finanzas Islámicas de España SCIEF – Casa Árabe.
Más de 70% de estos activos son gestionados a través de la banca islámica que ya tiene presencia en 77 países.
La mayor parte de los activos financieros islámicos se concentran en los países miembros del Consejo de Cooperación para los Estados Árabes del Golfo (53,60%), seguidos por los países del Sudeste asiático (23,30%), Medio Oriente y Asia Meridional (18,60%). África y Europa también aparecen, pero con una proporción del total de activos de 2,7% y 1,7%, respectivamente.
América Latina no aparece mencionada en el informe.
De acuerdo con el “Reporte sobre el estado global de la economía islámica 2023-2024″, elaborado por la consultora DinarStandard, México está evaluando la posible emisión de un sukuk (un bono que cumple con los preceptos de la sharía), lo que significaría su entrada en el mundo de las finanzas islámicas.
Sin embargo, no es probable que algún banco islámico vaya a operar pronto en América Latina.
“No existe ningún banco islámico operando en América Latina, ni se le espera”, dice Gonzalo Rodríguez Marín, profesor de Finanzas y Economía islámica de IE University y Board member del Centro de Economía y Finanzas Islámicas de IE University.
Explica que hay dos motivos principales que hacen improbable que este tipo de entidad financiera se establezca en la región.
“Por un lado, no existe suficiente población musulmana en la región como para que exista una demanda lo suficientemente atractiva para que un banco islámico se instale allí. Por otro lado, la apertura de actividades de bancos islámicos exige una adecuación legislativa específica y eso implica voluntad política, lo que a su vez supondría un esfuerzo explicativo a la ciudadanía de esta adecuación y no es algo que esté en la agenda política de los partidos políticos latinoamericanos”, advirtió.
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