Ante la falta de tratamientos modernos, muchas sociedades pasadas desarrollaron sus propios métodos ingeniosos para afrontar el trauma
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El atacante se acercó por detrás. Su víctima era un hombre musculoso de mediana edad al que le faltaban dientes, posiblemente un luchador inglés curtido, que ya había sufrido una grave lesión en la cabeza años antes. El soldado normando levantó su pesada espada de doble filo y asestó un golpe cerca de la oreja derecha de su objetivo. No se detuvo. Tras un un frenesí de movimientos cortantes que desgarraron el cráneo del inglés, la víctima cayó. Y allí quedaron sus huesos, en la ladera de una colina en Sussex, durante casi 1000 años hasta que los arqueólogos los descubrieron debajo de una escuela en 1994.
Se cree que el propietario original del “Skeleton 180″ murió durante la invasión normanda de Inglaterra en 1066. Si es así, sus huesos son los únicos restos humanos encontrados de este conflicto. Pero, aunque las reliquias de esta violencia se disolvieron en su mayoría en el suelo ácido de la región, la evidencia del impacto psicológico que tuvo persistió en un oscuro documento medieval.
La guerra más antigua registrada en la historia ocurrió en Mesopotamia en el año 2700 a. C., entre las civilizaciones de los elamitas y los sumerios, desaparecidas hace mucho tiempo, y a pesar de alguna época ocasional de relativa paz, como a principios del siglo XXI, la guerra se cernió sobre nuestra especie desde entonces.
Como era de esperar, nuestros antepasados no eran inmunes a los efectos psicológicos de toda esta muerte, como tampoco lo somos hoy. Pero en ausencia de tratamientos modernos, muchas sociedades antiguas desarrollaron sus propios métodos ingeniosos para afrontar el trauma, desde justificaciones religiosas hasta rituales purificadores o incluso juegos de inmersión. ¿Qué podemos aprender de estas prácticas?
Europa medieval: rituales de limpieza
Apenas un año después de la conquista normanda, un grupo de obispos se reunió para crear una lista inusual. La Penitencial de Ermenfrid registra un conjunto de instrucciones para aquellos que participaron en el derramamiento de sangre, estableciendo las acciones de arrepentimiento que deben realizar para expiar sus actos. Hay penitencias específicas para cada circunstancia: si los soldados habían cometido una violación, habían matado a alguien, habían infligido una herida o no sabían cuántas personas habían acribillado.
Si hubiera sobrevivido, el soldado responsable de las heridas del “Skeleton 180″ habría tenido que hacer penitencia durante un año entero.
Este documento medieval no fue un acto ordinario de compasión. Ahora se piensa que la Penitencial pudo haber sido un intento de absolver a los soldados normandos de “daño moral”: las angustiosas consecuencias de actuar de una manera que va en contra de los valores morales. “Está claro que los combatientes medievales sabían que el trauma era una posibilidad”, dijo Kathryn Hurlock, profesora titular de Historia Medieval en la Universidad Metropolitana de Manchester.
Las batallas en la Edad Media implicaban principalmente combates cuerpo a cuerpo, un estilo de lucha carnicero que provocaba heridas horripilantes y, a veces, miles de muertes en un solo día.
Incluso el tapiz de Bayeaux, una obra maestra medieval de 68 m (224 pies) que cuenta la historia de la invasión normanda, contiene escenas desgarradoras. Mientras los ejércitos normando e inglés chocan con hachas de batalla, espadas, garrotes, lanzas, arcos y lanzas, la carnicería se extiende a los márgenes de la tela; caballos atravesados por lanzas caen, soldados sacan armaduras de cadáveres desnudos y el recuento de cabezas desmembradas y otras partes del cuerpo se acumula.
Sin embargo, la evidencia del impacto psicológico de toda esta violencia es escasa, en parte porque los registros medievales tienden a ser cuentos heroicos o registros históricos de eventos, dijo Hurlock. “Los relatos en primera persona de los combatientes son poco comunes y la autorreflexión es prácticamente inexistente”, explicó.
Algunas pistas del trauma
Pero hay algunas pistas. Tomemos como ejemplo el Libro de Caballería, un manual de combate escrito durante la Guerra de los Cien Años por uno de los caballeros más famosos de la época. Además de proporcionar instrucciones prácticas sobre técnicas de lucha, el autor advierte sobre los tipos de cosas que hoy reconoceríamos como causantes de trauma, dice Hurlock, escribiendo sobre “grandes terrores” incluso cuando los caballeros no estaban en peligro inmediato. Otros registros de la época incluso mencionan síntomas específicos, como miedo, vergüenza y traición, dijo.
“Había expectativas sobre lo que debería y no debería suceder en la guerra, como tomar rehenes para pedir un rescate, y cuando esas expectativas o ‘reglas’ se transgredían, la gente parecía haber tenido más probabilidades de sufrir algún tipo de trauma”, añadió Hurlock.
Ahí entra el daño moral, un tipo de herida psicológica que parece ser universal y que afecta a guerreros de muchas culturas humanas diferentes a lo largo de miles de años, desde los cristianos medievales hasta los veteranos de la guerra de Vietnam del siglo pasado.
Para ayudar a los veteranos a evitar el trauma y darles herramientas para afrontarlo, las sociedades medievales dependieron en gran medida de la religión. Hubo oraciones y bendiciones de los sacerdotes antes de las batallas, y las penitencias permitieron a los veteranos absolverse de cualquier atrocidad que hubieran cometido.
Más tarde, durante las Cruzadas, a la gente se le dijo que entrar en la guerra era un acto sagrado en sí mismo y que podía acabar con todas las transgresiones anteriores, dice Hurlock.
El papel de la superstición
Es posible que las gallinas estuvieran un poco mareadas. Era el año 264 a.C. en el puerto de la ciudad siciliana de Drepana, y los romanos se disponían a atacar una flota de barcos pertenecientes a su enemigo, los cartagineses. El comandante del ejército estaba realizando el ritual previo a la batalla para determinar si los dioses estaban a su favor: todo lo que tenían que hacer era liberar un lote de pollos sagrados de su jaula y convencerlos de que comieran un poco de grano. Cuanto más ávido fuera el picoteo, más auspiciosa sería la predicción.
El problema era que los romanos tenían un poco de prisa. Entonces, en lugar de realizar el ritual antes de botar los botes, en la playa, el comandante insistió en que debía realizarse en el bote. Las gallinas se negaron rotundamente a comer y él, furioso, las arrojó al mar. El ejército perdió rápidamente.
El comandante romano había cometido un error elemental. “Los soldados siempre fueron supersticiosos y los romanos no fueron una excepción”, dijo Barry Strauss, profesor de estudios humanísticos en la Universidad de Cornell, Nueva York.
Este presagio no sólo habría socavado la confianza del ejército al ir a la batalla, sino que potencialmente habría hecho que sus experiencias posteriores fueran más traumáticas, dijo.
De hecho, los antiguos romanos invirtieron mucho para obtener el permiso adecuado de los dioses para sus guerras. “Los romanos eran un pueblo muy legalista”, dijo Strauss. Sólo consideraban aceptable la guerra defensiva y cada conflicto era aprobado por un comité especial de sacerdotes, los feciales.
“Y por supuesto, es absurdo, los romanos pasaron siglos conquistando un imperio, así que por supuesto se involucraron en agresiones. Pero los feciales siempre insistieron en que lo que estaba sucediendo era defensivo y que la guerra estaba justificada”, añadió Strauss.
Antigua Roma: permiso especial y combates de gladiadores
Esto era importante, porque la guerra romana era particularmente brutal y espantosa para los combatientes involucrados. Si bien la antigua Grecia tenía hoplitas (soldados de infantería fuertemente armados que se movían en formación de falange y atacaban a su enemigo con lanzas de 2,4 m), la estrategia romana era mucho más cercana.
Luchaban con el gladius, una especie de espada corta. “Se lo comparó con un machete”, dijo Strauss, quien sugiere que habría sido más difícil ocultar el horror de lo que estaba sucediendo. “Oímos hablar de soldados de las batallas romanas que caminaban a través de la sangre; había peligro de resbalar porque había mucha sangre”, marcó.
Pero los romanos tenían otra forma de evitar que los soldados quedaran traumatizados: los juegos de gladiadores. Estos espectáculos sangrientos a menudo se utilizaban como una forma de acostumbrar a los jóvenes a la violencia, acotó Strauss, y al público en general les encantaban. “Encontramos recuerdos de juegos de gladiadores por todas partes, de un extremo al otro del imperio, y en Pompeya hay grafitis de los aficionados a los gladiadores”, afirmó.
Y añadió: “Y sabemos que algunos de ellos fueron escritos por niños porque están escritos en un nivel muy bajo al que los niños pueden llegar”.
Sin embargo, Strauss no está convencido de que estas estrategias fueran completamente efectivas para prevenir el trauma. “El mundo antiguo está lleno de advertencias (no huyas de la batalla), lo que nos dice que la gente huía de la batalla porque era muy aterradora”, consideró.
Antigua Grecia: obras de teatro inmersivas
Aproximadamente a 40 kilómetros (25 millas) al noreste de Atenas hay una llanura cubierta de hierba. Este lugar tranquilo, que hoy está envuelto en flores silvestres y rodeado de pinos y olivos, es donde, un día de otoño del año 490 a.C., más de 6000 antiguos guerreros encontraron su perdición en la Batalla de Maratón. El trágico y veterano militar Esquilo estaba allí ese día, parte del antiguo ejército griego que cargó contra una fuerza invasora persa.
Posteriormente, escribió alrededor de 90 obras de teatro, aunque sólo siete sobreviven, muchas de las cuales describen las consecuencias de estos conflictos, incluido el trauma psicológico. De hecho, Esquilo era famoso como soldado. Después de su muerte, el epitafio sobre su tumba no mencionó su trabajo como dramaturgo, sino que destacó su valor en la batalla.
Una traducción de sus hazañas dice: “La famosa arboleda de Maratón podía hablar de su coraje y el Medo [un guerrero persa] de pelo largo lo sabía bien”.
Peter Meineck, profesor de Clásicos del Mundo Moderno en la Universidad de Nueva York, cree que los antiguos griegos utilizaban las obras dramáticas como una forma de catarsis, lo que ayudaba a los veteranos a procesar estas experiencias. De hecho, existe una larga tradición de ver el poema épico “La Odisea”, escrito por Homero, como un libro sobre el estrés del combate.
Las obras de Esquilo son inusuales, porque no solo dramatizaba acontecimientos lejanos o mitológicos. En “Los persas” escribe sobre lo que sucedió después de la batalla de Salamina en el año 480 a. C., en la que luchó. “Muestra realmente empatía por el enemigo”, afirmó Meineck .
El siglo V antes de Cristo fue una época de conflictos sangrientos en el mundo clásico, con las guerras persas y la guerra del Peloponeso ocurriendo casi consecutivamente. “Se podría describir el siglo V como una época en la que hubo guerra y, ocasionalmente, estalló la paz”, dijo Meineck.
Las batallas fueron sangrientas y aterradoras. “Te van a empalar con una lanza, te van a empujar al suelo con una espada, o vas a estar sirviendo en un barco, que básicamente choca contra otro barco, y esperas sobrevivir. Fueron tiempos terriblemente brutales”, expresó.
En opinión de Meineck, la tensión de combate que esto provocó queda patente en los registros de la época. Citó el relato de un historiador sobre la expedición a Sicilia, una campaña militar ateniense que comenzó en el 415 a.C. El ejército tuvo que partir a toda prisa y no pudo llevarse a los heridos, aunque rogaron que no los dejaran atrás. “Esta es una descripción muy traumática y cualquier lectura humana permitirá ver cuán poderosamente afectó a los sobrevivientes”, aseguró.
La Batalla de Maratón incluso dio lugar a una historia curiosa que algunos expertos ven como un relato de un trauma psicológico, aunque esto es controvertido. Cientos de años después del enfrentamiento, un historiador griego escribió sobre un hombre que había estado luchando en la batalla, cuando de repente vio una figura imponente, parecida a un fantasma, con una barba tan grande que eclipsaba su escudo. Esta aparición pasó rozándolo y en su lugar mató al hombre que estaba a su lado. A partir de ese día, aunque no sufrió heridas físicas, quedó completamente ciego. “La sociedad griega [antigua] era una sociedad ritualizada”, dijo Meineck.
Antes de la batalla de Maratón, los atenienses prometieron sacrificar una cabra a la diosa Artemisa por cada persa que mataran, aunque al final no tuvieron suficientes cabras. Cuando los veteranos regresaban, podían inscribirse en los Misterios de Eleusis, rituales ultrasecretos que prometían contentar a la gente, aunque lo que implicaban sigue siendo completamente difícil de alcanzar hasta el día de hoy.
Veteranos de Irak y Afganistán
Las obras trágicas fueron una extensión de esta cultura. En Atenas las obras sólo se representaban en invierno y primavera, en el ambiente íntimo de un pequeño teatro al aire libre. Fue una experiencia inmersiva bajo el sol, a menudo con una narrativa mitológica que habría afectado profundamente a la gente.
“Esto es difícil de replicar [hoy en día]”, dijo Meineck. Sin embargo, eso no impidió que Meineck dé lo mejor de sí. Después de trabajar con veteranos de Irak y Afganistán, Meineck lanzó el “Warrior Chorus Project”, una iniciativa que ayuda a las personas a procesar su trauma utilizando la literatura antigua. Explicó que estas obras no podrían ser más adecuadas para quienes regresan de la guerra en los tiempos modernos. “Fueron [originalmente] escritas por veteranos de combate e interpretadas por veteranos de combate, para una audiencia de veteranos de combate”, relató.
Pero ¿qué pasa con el trauma de los civiles? En el mundo antiguo, como hoy, la guerra a menudo se extendía al mundo del público en general, provocando violaciones, torturas, esclavitud, robos, asesinatos y desplazamientos masivos de personas, con ciudades enteras arrasadas. “Cuando un ejército ataca una ciudad, si se rinde, los civiles se quedan en gran medida en paz”, afirmó Strauss.
Y siguió: “Sin embargo, si la ciudad resistió y fue tomada después de un asedio o inmediatamente por asalto, entonces, lamentablemente, todos los que estaban en ella eran presa fácil”.
Al igual que con el trauma de combate, los antiguos griegos abordaron el impacto psicológico que éste tenía a través de poemas, obras de teatro y rituales. “En la Ilíada [el poema épico de Homero] escuchamos mucho sobre el sufrimiento de mujeres y niños”, dijo Strauss.
En opinión de Meineck , tenemos mucho que aprender de la forma en que los antiguos griegos afrontaron el trauma. “Creo que debemos unirnos colectivamente y experimentarlo juntos”, reflexionó y concluyó: “Creo que las historias de los demás deben conmovernos. Y creo que debemos abrirnos a la catarsis... Si podemos hacer eso, entonces podremos [comenzar a] curarnos a nosotros mismos”.
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