Cómo la visita de Pelosi a Taiwán podría conspirar contra los esfuerzos de Estados Unidos para sumar aliados en Asia
La estrategia de Biden de contrarrestar el creciente peso económico y militar de China en el Pacífico se encontró con una complicación surgida de las propias filas demócratas
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NUEVA YORK.- El gobierno de Joe Biden ha dedicado meses a desarrollar una estrategia económica y diplomática en Asia para contrarrestar el creciente peso de China, fortaleciendo las alianzas y asegurándoles a los países afines que Estados Unidos estará siempre presente en la región.
El mandatario norteamericano ha enviado a sus altos mandos militares a sellar nuevas alianzas de cooperación, y ha tendido puentes con las Islas Salomón, una diminuta nación insular de la Melanesia. También ha lanzado un plan para dotar a Australia de submarinos nucleares y ya dio el puntapié inicial para un pacto económico en la región. En mayo, Biden estuvo en Japón y Corea del Sur, y por primera vez invitó a ambos países a una cumbre de la OTAN, una forma de recalcar que a pesar de la guerra en Ucrania, Occidente no se olvida de Asia.
Pero con la visita a Taiwán de la presidenta de la Cámara de Representantes norteamericana, Nancy Pelosi, ahora todo ese ímpetu de la Casa Blanca está en riesgo, y los aliados de Estados Unidos se preguntan hasta qué punto ha quedado dañado el frente común que Biden intenta construir en Asia.
El temor es que ese viaje, que también incluye escalas en Corea del Sur y Japón, se convierta en una provocación innecesaria y en un desvío del principal objetivo de ese frente común: contrarrestar el creciente peso económico y militar de China.
Aunque hasta ahora los aliados de Estados Unidos no han dicho nada sobre el viaje de Pelosi, la sensación generalizada es que los dejaron desnudos y observando desde afuera cómo China amenazaba a Estados Unidos y a Taiwán, la isla con autogobierno que China reclama como propia.
“El manejo mismo que se hizo de la visita de Pelosi fue preocupante, porque intencionalmente o no, le regaló a China la posibilidad de mostrar sus músculos y dejó disminuidos a los aliados” señala el surcoreano Seong-Hyon Lee, miembro del Centro Fairbank de Estudios Chinos de la Universidad de Harvard.
“El simple hecho de que la posible reacción de Pekín sea objeto de un acalorado debate en Washington habla a las claras del estatus actual que tiene China”, dice Lee. “Los titubeos de Washington han sido leídos perfectamente por toda la región, y son una lamentable señal diplomática hacia los aliados y socios asiáticos de Estados Unidos”.
Más allá de sus problemas económicos a corto plazo, Pekín ha invertido muy fuerte, financiera y diplomáticamente, en sus planes a largo plazo para dominar la región.
China se ocupa de repetirles a sus vecinos que son sus socios naturales, por situación geográfica y por cercanía cultural, y trata de persuadirlos de que Estados Unidos es una potencia lejana y en declive, con un sistema político quebrado, destinada a perder influencia en Asia.
La Armada china viene aumentando sostenidamente el patrullaje y los ejercicios militares en el Mar de la China Meridional, con el envío de barcos cada vez más sofisticados. En los últimos meses, aviones militares chinos hicieron seguimiento y acoso de aviones de guerra de los aliados asiáticos de Estados Unidos. Y en mayo, Australia informó que un cazabombardero chino había interceptado peligrosamente una de sus aeronaves de vigilancia.
Como China es una superpotencia económica y militar, los aliados de Washington esperan que se los consulte, algo que con la excursión asiática de Pelosi no parece haber ocurrido. La canciller australiana, Penny Wong, lo dejó entrever cuando llamó a ambas partes a bajar los decibeles. “Todos los involucrados deberían pensar cuál es la mejor manera de contribuir a distender la actual situación, porque todos queremos paz y estabilidad en el estrecho de Taiwán”, dijo Wong.
Garantías tranquilizadoras
De todas maneras, las garantías que les dio Biden a los aliados de Asia en los últimos meses fueron tranquilizadoras para los países que enfrentan la furia revanchista de Pekín. El mejor ejemplo es el boicot comercial “por mal comportamiento” que China le impone a algunos países: pocas horas antes del desembarco de Pelosi en Taiwán, China le impuso sanciones a la isla, a modo de represalia.
Desde hace dos años, China ha prohibido las importaciones de vino, langosta y carbón desde Australia, después de que el gobierno de Canberra reclamara una investigación internacional sobre el origen del Covid-19, que apareció en China. Y el gobierno de Pekín mantiene sus sanciones contra Corea del Sur por permitir que Estados Unidos desplegara allí un sistema antimisiles conocido como THAAD, en 2017.
Cuando el nuevo presidente surcoreano, Yoon Suk-yeol, dijo hace poco que estaba dispuesto a considerar la instalación de un segundo sistema THAAD, China amenazó con nuevas sanciones.
Las prohibiciones económicas y el creciente autoritarismo de Pekín han dañado su reputación en Corea del Sur, donde ahora el 80% de la población tiene una opinión negativa de China, un número récord, según un estudio reciente realizado por el Centro de Investigación Pew.
Japón, uno de los partidarios más entusiastas de la estrategia de Washington hacia China, también está en sintonía con Estados Unidos en el tema de Taiwán. El Ministerio de Defensa de Japón también ha trasladado tropas, artillería antiaérea y baterías de defensa antibuques a las islas del sur del país, algunas de las cuales están cerca de Taiwán.
La opinión pública en Japón se ha inclinado mayoritariamente contra China y el apoyo a Taiwán va en aumento, una gran oportunidad para que Washington fomente un acercamiento aún mayor entre Japón y Taiwán. Pero Japón también quiere evitar nuevas fricciones innecesarias entre Estados Unidos y China.
“El viaje de Pelosi no nos beneficia para nada en los estratégico”, dice Ryo Sahashi, profesor adjunto de la Universidad de Tokio. “Apoyamos con firmeza la democracia de Taiwán y también valoramos mucho los esfuerzos de Estados Unidos para la defensa de Taiwán, incluida la venta de armas a la isla, pero esto es algo totalmente distinto.”
“Lo que hace falta es un ambiente de tranquilidad que nos permita a todos, Japón y Estados Unidos, mejorar nuestra alianza con Taipéi en materia de seguridad”, dice Sahashi.
Estados Unidos ha realizado esfuerzos estratégicos para ofrecerles a los países de la región una alianza más sólida y cohesionada, con connotaciones diplomáticas y militares. Pero es una situación difícil de pilotear, porque la economía de muchos de los aliados de Estados Unidos en la región —incluidos Japón, Corea del Sur y Australia—, depende en gran medida de China. De hecho, un tercio de las exportaciones de Australia van a China.
Ahora esos países se preparan para las consecuencias de la visita de Pelosi, y las crecientes tensiones entre las dos superpotencias han sembrado dudas sobre el liderazgo del presidente norteamericano.
“No habla bien de la autoridad de Biden que no pueda imponerle su voluntad a la jefa de legisladores de su propio partido”, dice Alan Dupont, exanalista de inteligencia del gobierno australiano, y señala que el presidente había reconocido que los militares le advirtieron que el viaje de Pelosi a Taiwán era una pésima idea.
Jane Perlez
Traducción de Jaime Arrambide
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