Este lugar emergió del océano Atlántico hace unos 1,2 millones de años tras erupciones volcánicas submarinas, lo que creó un paisaje salvaje de valles fértiles que dio paso a frondosos bosques, abismos desafiantes en medio de una atmósfera lunar
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Solo había caminado un par de horas, pero ya había pasado por un bosque que parecía sacado de un cuento de hadas lleno de laureles antiguos, troncos envueltos en musgo aterciopelado y ramas llenas de líquenes, para después transitar por senderos flanqueados de helechos exuberantes hasta llegar a las laderas de ceniza negra de una caldera volcánica. Después, frente a mí se abría otro paisaje de una belleza natural insuperable: el vasto anfiteatro natural de El Golfo, cuyos acantilados se alzaban sobre una llanura fértil y una costa escarpada que era azotada por olas de color turquesa con puntas blancas.
Es uno de los lugares más bellos y silvestres que vi en mi vida. Ese paisaje pertenecía a El Hierro, una formación rocosa con forma de corazón en la costa oeste de África, que es la isla Canaria más occidental y la más joven de formación.
Esta isla emergió del océano Atlántico hace unos 1,2 millones de años tras varios miles de años de erupciones volcánicas submarinas, lo que creó un paisaje salvaje de valles fértiles que dio paso a frondosos bosques, abismos desafiantes y conos volcánicos en medio de una atmósfera lunar. Pero lo que es realmente particular de este pequeño lugar es que en un año en que las protestas se expandieron a lo largo de las islas vecinas y otras regiones de España en contra del turismo masivo en El Hierro se eligió hacer las cosas de otra manera.
Una hermosa isla
La población de El Hierro es de alrededor de 11.000 habitantes y su dramática topografía no se llenó de complejos turísticos o edificios vacacionales. Además, la isla no tiene vuelos directos desde ninguna otra parte de España, lo que se traduce en que recibe pocos visitantes en comparación con las otras islas del archipiélago. Por ejemplo, en 2023, la isla recibió 20.300 visitantes. Mientras, Tenerife, la mayor de las islas canarias, tuvo 6,5 millones.
Durante mi visita, subí y bajé en zigzag por senderos de piedra volcánica que me provocaban vértigo y caminé por bosques repletos de pinos canarios, campos de rojas amapolas y cultivos de piñas. Y pude apreciar la lava salpicada de suculentas y nadar en una piscina natural de un azul luminoso. Todo esto en soledad, sin un alma a la vista.
El empeño de las autoridades de El Hierro es que el número de visitantes aumente de forma gradual. Desde 1997 hay un plan a largo plazo comprometido con un desarrollo sostenible de la isla, que incluye museos y centros para los visitantes (en este momento hay siete) que promuevan la cultura local y sus tradiciones.
Este plan busca enfocarse en actividades con un impacto limitado en el medio ambiente y en mejorar la infraestructura de la isla mientras se preserva la naturaleza del lugar. El Hierro tuvo su primera calle pavimentada en 1962 y es famosa por su único semáforo.
“Queremos incrementar el turismo y continuar mejorando los estándares de la infraestructura, pero nunca en detrimento de la calidad de vida de los habitantes de la isla o de los recursos naturales que tenemos”, le dijo a la BBC Davinia Suárez Armas, directora de la oficina de transporte y turismo de la isla. “Preferimos mantener nuestra cultura y compartir nuestro modo de vivir tranquilo con nuestros visitantes”, añadió.
Sostenibilidad
El paisaje cambia tan rápido como el clima. Se puede viajar de una costa soleada a través de una tierra volcánica y de bosques que tapan el sol, para llegar a la capital de la isla, Valverde, una localidad rodeada de montañas bañadas por la niebla. Toda esta modificación de sensaciones ocurre en menos de una hora.
La isla tiene multitud de microclimas además de cerca de 100 especies endémicas de flora y fauna, incluido el lagarto gigante de El Hierro, que está en peligro de extinción. Esta cualidad única llevó a que la Unesco declarara a la isla y a grandes porciones de las aguas que la rodean reserva de la Biosfera en 2000 y Geoparque en 2014.
La isla tiene hermosas playas como la de Timijiraque en la costa este, la playa del Verodal, en el oeste, y la de Arenas Blancas, cerca de El Golfo, pero es un lugar que tiene más vocación de ser escenario de aventuras y caminatas, que de balneario en el que broncearse.
Entonces tomé una carretera que producía escalofríos con sus curvas cerradas para llegar a La Dehesa, un lugar lleno de arbustos frondosos, rocas volcánicas que parecían esculturas y El Sabinar, el más famoso grupo de árboles de sabina o junípero que hay en el área. Estos árboles se convirtieron en el símbolo de la resistencia de la isla, debido a que, tras siglos de ser azotados por los fuertes vientos que circulan por allí, sus troncos están doblados y sus ramas más altas pueden casi barrer el piso.
Aquí me doy cuenta de que autosuficiencia y sostenibilidad van de la mano en una isla remota, y estuvo en el ADN de sus habitantes desde que llegaron desde el norte de África las primeras personas, los Bimbaches, en el siglo I. Ellos lograron sobrevivir con la agricultura y la pesca, a la vez que desarrollaron ingeniosos métodos para recolectar agua potable, especialmente un lugar que no tiene ríos ni lagos naturales.
Viento y agua
La historia del árbol Garoé, un árbol sagrado que abastecía a los Bimbaches de toda el agua que necesitaban, tiene sus raíces en la leyenda herreña y gracias a ellos descubrí cómo cada gota de agua cuenta a lo largo de la Ruta del Agua, un sendero circular de 16 km que comienza en el pueblo más alto de El Hierro, San Andrés.
La historia de la isla está plagada de sequías devastadoras que llevaron a la emigración masiva a países como Venezuela, la más reciente a mediados del siglo XX, y la Ruta del Agua indica todo lo relacionado con el vital líquido, desde los dornajos (antiguos tanques de agua de madera) hasta presas e incluso la intervención divina. Se dice que la virgen de los Reyes, la patrona de la isla, puso fin a la sequía de 1741, acto que se celebra cada cuatro años durante la “Bajada de la Virgen”, un festival de un mes de duración.
Mientras caminaba por pastos cubiertos de niebla hacia una gruta tapizada de musgo que estaba ubicada en el llamado árbol de Garoé, el suelo chapoteaba bajo mis pies y mi ropa y mi cabello se humedecieron como si estuviera lloviendo. “Es un fenómeno conocido en la isla como ‘lluvia horizontal’”, explicó Enrica Baudino, cofundadora de la empresa de senderismo Atlantidea.
“Cuando los vientos alisios del noreste cargados de humedad golpean las montañas, se ven obligados a subir y, cuando se enfrían, crean una niebla que deja pequeñas gotas de agua sobre la vegetación y los excursionistas. Los Bimbaches construyeron tanques debajo de los árboles y arbustos para recoger esa agua”, añadió.
En un punto alto de la ruta, entre Valverde y Tiñor, observé Gorona del Viento, la pionera central hidroeléctrica de El Hierro. Inaugurada en junio de 2014 con cinco aerogeneradores de 60 metros de altura, dos embalses de agua, cuatro turbinas hidráulicas y una estación de bombeo, aprovecha la topografía única de la isla, que combina la energía eólica con la energía hidráulica para crear un suministro constante de electricidad y de ese modo cumplir el sueño de la isla de satisfacer todas sus necesidades energéticas con energías renovables.
“La energía eólica bombea agua desalinizada desde un lugar en la costa hasta el embalse superior situado en un cráter volcánico natural a 700 metros sobre el nivel del mar”, explicó Cristina Morales, vocera de Gorona del Viento. “Cuando no hay viento, el agua se devuelve al embalse inferior, donde las turbinas hidráulicas generan cualquier déficit eléctrico que se haya presentado”, agregó. Y la isla está alcanzando sus objetivos.
En agosto de 2015, por primera vez, la central generó toda la electricidad de la isla durante cuatro horas y en 2023 hizo historia al convertirse en la única isla del mundo en funcionar únicamente con energía eólica e hidráulica durante 24 días consecutivos, ahorrando 13.708 toneladas de emisiones de CO₂ y 4509 toneladas de diésel. Pero los aerogeneradores giran cada vez menos debido al cambio climático.
“Nuestra producción fue menor en 2023 porque tuvimos un verano muy largo, con altas temperaturas y menos viento. Durante septiembre y octubre tenemos un periodo conocido como las ‘calmas de septiembre’, una época de mares en calma, temperaturas agradables y poco viento. El año pasado duraron hasta casi enero”, explicó Morales.
“Por eso estamos trabajando para implementar otras fuentes de energía, como la fotovoltaica”, señaló. Esta innovadora isla quiere ser el primer destino español en alcanzar las cero emisiones de carbono netas. “Estamos desarrollando un plan de acción climática”, dijo Suárez, y prosiguió: “El objetivo es reducir las emisiones en un 50% para 2030 y alcanzar cero emisiones para 2050″.
Son grandes ambiciones para una isla tan pequeña, pero sus logros en materia de sostenibilidad están siendo reconocidos. Gorona del Viento fue durante mucho tiempo un modelo a seguir para proyectos de energía renovable en todo el mundo, y el 26 de septiembre, El Hierro recibe el premio de Turismo de Canarias al Destino Turístico Sostenible, gracias en parte a sus políticas medioambientales de larga data. “Queremos seguir siendo pioneros”, señaló Suárez y sumó: “No solo en las Islas Canarias, sino en todo el mundo”.
Esa tarde me dirigí al faro de Orchilla, un construcción en lo alto de un acantilado rodeado de capas de lava de tono rojo. Allí contemplé el vasto océano. En el siglo II, el matemático y astrónomo griego Ptolomeo puso El Hierro en el mapa tras declarar que el meridiano cero se encontraba aquí, en Orchilla, el punto más occidental de la isla y que antes de que Colón zarpara en 1492, era el límite del mundo conocido.
Puede que la longitud cero se haya trasladado a Greenwich, en Reino Unido, en 1884, pero mientras observaba cómo el sol de poniente teñía el agua de rosa y oro, supe que El Hierro nunca perdería su atmósfera salvaje y de fin de mundo.
Por Sarah Gilbert
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