Cómo la nueva guerra entre Israel y Hamas alteró a Medio Oriente, una región que quedó como nunca al borde del estallido
El sorpresivo ataque del grupo terrorista y la consecuente represalia alteró complejos equilibrios geopolíticos y también tuvo un impacto dentro del gobierno israelí
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JERUSALEN.- Medio Oriente siempre fue un polvorín. El irresuelto conflicto palestino-israelí, “la madre de todas las batallas”, siempre fue una bomba de tiempo. En los últimos meses olvidado debido a la guerra en Ucrania, volvió a estallar en toda su furia con el barbárico asalto sorpresa del grupo terrorista Hamas del 7 de octubre, que causó 1400 muertos en Israel, la mayoría civiles. Este inesperado ataque desató una guerra de venganza que está convirtiendo a la Franja de Gaza en un gran cementerio –más de 7700 muertos, entre ellos, más de 3195 niños, según el Ministerio de Salud de Gaza- y ha alterado explosivamente los complejos equilibrios de la región.
La sorpresa de Hamas
Entre los muchos cambios en Medio Oriente uno es la sorpresa de Hamas, grupo terrorista en el poder en Gaza desde 2007, que con el ataque del 7 de octubre tuvo una “victoria estratégica” que no había tenido en años, que ahora está pagando con el cada vez más agresivo contraataque israelí.
Según Mario Sznajder, profesor emérito de Ciencias Políticas de la Universidad Hebrea de Jerusalén, el asalto logró posicionar a Hamas en un lugar privilegiado dentro del mundo árabe, además de exhibir por primera vez características de esa brutalidad que es marca registrada del ISIS (Estado islámico) y, por otro, el apoyo de los Estados árabes sunnitas, la rama mayoritaría del islam.
Más allá de una primera condena al brutal ataque del 7 de octubre, Hamas cuenta con el respaldo de Qatar, país clave en las negociaciones para liberar a los rehenes, que alberga desde hace décadas a dirigentes de este grupo y en los últimos años dio ríos de dinero a Gaza; de Egipto y de Jordania –que no quieren recibir a los palestinos del enclave sitiado, pero que reclamaron un cese del fuego ante lo que consideraron crímenes de guerra contra los civiles de parte de Israel-; y de Turquía (el presidente Recep Tayyip Erdogan dijo esta semana que Hamas no era una organización terrorista sino un grupo para la liberación).
“El problema es que tanto Jordania, como Egipto y Turquía, países al mismo tiempo ‘amigos’ de Israel, tienen crisis económicas espantosas y no pueden darse el lujo de enemistarse con Estados Unidos, con Europa Occidental, con Arabia Saudita y con el mismo Israel”, apunta Sznajder, al destacar que, por otro lado, Hamas cuenta con el respaldo de los chiitas de Irán –el gran enemigo del Estado judío- y del grupo chiita libanés Hezbollah.
“Chiitas y sunnitas nunca se llevaron bien, pero el punto de unión aquí se encuentra en la mezquita de Al-Aqsa de Jerusalén, tercer lugar más importante para los musulmanes después de la Meca y Medina, cuyo statu quo fue puesto en discusión por el gobierno de ultradereha de Netanyahu. No por nada el ataque sorpresa de Hamas del 7-O fue bautizado ‘Tormenta de Al-Aqsa’”, agrega el politólogo. Para él, de todos modos, aunque es claro que Irán ha estado detrás de Hamas en cuanto a entrenamiento, financiamiento y armamento, no ha estado en la decisión de atacar a Israel, que fue tomada por Hamas, que tiene autonomía y que prefiere apoyarse en Estados árabes sunnitas ligados a la Hermandad Musulmana, es decir al Islam político. “Pero como es percibido como aliado de Hamas, también Irán en cierta forma ganó puntos y está ganado en su guerra a fuego lento, tácita, con Israel”, añade.
El rol de Estados Unidos
Otro gran cambio ha sido la decisión de Estados Unidos, que ya tiene diversas bases en Irak, Arabia Saudita y países del Golfo pérsico, de movilizar al Mediterráneo su máximos colosos de guerra, como el portaaviones nuclear USS Gerald R. Ford perteneciente a la Sexta Flota del país, el portaaviones más moderno de su clase y el más potente a nivel nuclear. Además, decidió desplegar un segundo grupo de portaviones liderado por el USS Dwight D. Eisenhower, un sofisticado buque de propulsión nuclear que participó en las operaciones estadounidenses en Irak y Afganistán.
¿Su objetivo? Proteger sus bases y disuadir cualquier intervención de Hezbollah e Irán, y reasegurar su presencia en Medio Oriente, donde en Siria hay dos grandes bases de Rusia (que apoya al régimen de Bashar al-Assad, también implicado en la telaraña medioriental).
“Es una situación muy complicada en un territorio muy limitado, en la que otro elemento es el control del Mar Rojo y los hutíes de Yemen, que ya lanzaron misiles cruceros hacia Israel que fueron derribados por Estados Unidos”, explica Sznajder.
Los rebeldes hutíes de Yemen, respaldados por Irán, hace unos días advirtieron que no se iban a quedar de brazos cruzados “ante la guerra genocida” en la Franja de Gaza y amenazaron con “cumplir con su deber religioso” si Israel continuaba bombardeando sin cesar el enclave palestino.
“Todo esto refleja que hay una suma de intereses sumamente explosivos y está claro que a Estados Unidos, que ya está participando en la guerra de Ucrania y sin contar del peligro de que estalle un conflicto con China por Taiwán, no le interesa otra guerra en Medio Oriente”, opina el politólogo, que nació en la Argentina y vive desde hace 57 años en Israel.
El impacto en Israel
Otro cambio en Medio Oriente es el golpe emocional sufrido por Israel. Con un Estado creado para que los judíos pudieran sentirse seguros después del horror del Holacausto, Israel el 7 de octubre repentinamente vio derrumbarse su fundamento existencial más sagrado: su seguridad.
“El gobierno nos abandonó”, denunció en una conferencia de prensa en el hospital Ichilov de Tel Aviv Yocheved Lifshitz, la rehén de 85 años liberada esta semana que describió el “infierno” vivido en las entrañas de Gaza. Esa frase fue una puñalada para el cuestionadísimo gobierno de Benjamin Netanyahu, que decretó que los próximos rehenes que serán liberados serán internados en clínicas privadas sin acceso a la prensa como tuvo esta mujer.
Lifshitz, cuyo marido sigue cautivo –y que fue cuestionada por haber dicho que había sido tratada bien por Hamas-, resumió cómo este pequeño país militarizado de un día para el otro se descubrió vulnerable. Los civiles tuvieron que salir a defenderse como pudieron, porque el ejército –concentrado en los últimos meses en defender a los colonos en Cisjordania-brilló por su ausencia.
Los analistas coinciden en que harán falta generaciones para superar semejante trauma nacional, que determinó una reacción de represalia durísima para aniquilar a Hamas con una ofensiva terrestre que dejará consecuencias impredecibles a nivel interno, regional e internacional.
“Israel terminará ganando esta guerra, ¿pero a qué costo?”, se pregunta Sznajder, que admite que la opinión pública en Israel vive una situación inédita con esta guerra. Más allá del costo social y económico enorme porque hay más de 300.000 reservistas movilizados, la incursión terrestre, desde el viernes de una violencia jamás vista en Gaza, tiene también un costo emocional-psicológico. Pone en riesgo de muerte no solo a los más de 200 rehenes –la mayoría civiles, entre ellos, 21 argentinos, uno de nueve meses-, sino también a los demás ciudadanos israelíes. “No sólo puede haber bajas militares, sino también civiles, porque la operación terrestre puede provocar la entrada en guerra de Hezbollah, que tiene un arsenal de misiles enorme y que hasta ahora se contuvo”, subraya.
Control
En este contexto, otro cambio es la actitud de supervisión y control de Israel adoptado por Estados Unidos, su gran amigo y aliado. El presidente estadounidense, Joe Biden, fue el primer mandatario del escenario internacional que viajó a Israel para dejar en claro su solidaridad, dio ayuda concreta, municiones, equipamientos militares. Pero, por otro lado, enfarizó que una de sus prioridades es la liberación de los rehenes.
“El de Biden fue un ‘abrazo de oso’ que tiene sus beneficios porque le calienta el cuerpo a Netanyahu, ayudándolo a sobrevivir en el frío, pero que lo inmoviliza hacia lo que quiere hacer, creando además roces entre él y los generales del ejército”, apunta Sznajder. Biden tampoco le va a permitir a Israel intensificar su respuesta contra Hezbollah, que desde el Líbano viene atacando la frontera norte de Israel, donde debieron ser evacuadas más de 100.000 personas.
Fiel reflejo de la “supervisión” de Estados Unidos, el secretario de Defensa estadounidense, Lloyd Austin, discutió sobre la operación en Gaza con su par israelí, Yoav Gallant, en una conversación acompañada por un comunicado del Pentágono más crítico, en comparación al de los últimos días, destacó este sábado el diairo Haaretz. “El secretario subrayó la importancia de proteger a los civiles durante las operaciones de las Fuerzas de Defensa de Israel y de concentrarse en la urgencia de la ayuda humanitaria para los civiles de Gaza”, indicó el comunicado del Pentágono.
“Es claro que Estados Unidos no quiere una escalada, pero puede ocurrir por un accidente imprevisto, como podría ser, por ejemplo, si llegara a caer un misil de Hezbollah en un colegio de Israel, matando a decenas de niños o en algún lugar con mucha gente. Ahí sí puede haber una escalada”, advierte Sznajder.
En este marco, más allá del impacto económico global por el aumento del precio del petróleo generado por esta guerra y el desplome de las bolsas mediorientales, otro factor nuevo es el ritmo en el que avanzan las cosas, y el poco margen de maniobra que eso deja.
“El problema es que la tecnología moderna militar y el flujo de información, las redes sociales, la propaganda, la guerra psicológica, han acelerado de modo tan vertiginoso la realidad, que es más difícil controlar todos esos factores que pululan alrededor del conflicto”, apunta finalmente el especialista. “Estamos acelerados y en un mundo totalmente distinto al que había cuando ocurrió la guerra de Yom Kippur, en 1973, hace 50 años –concluye-. Es muy difícil seguirle los pasos a la realidad y este es un factor que aumenta la proporción del peligro: la velocidad podría impulsar el descontrol muy rápido”.
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