Cómo hizo Olaf Scholz para ganarse el corazón de los alemanes
Pese a ser de otro partido, muchos ven en el dirigente socialdemócrata una continuidad de la dirigente conservadora Angela Merkel
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BERLIN - ¿Y si los alemanes se hubieran vuelto personalistas como el resto de los electores del mundo? Un día después de los comicios federales —que vieron un millón de votos de la conservadora democracia cristiana (UCD) de Angela Merkel migrar hacia la socialdemocracia (SPD) de Olaf Scholz— es legítimo preguntarse cómo hizo para ganarse el corazón de sus conciudadanos.
“¿Por qué lo voté? Porque después de 16 años de Angela opté por la seguridad y la continuidad”. La respuesta de Inge Ikon, empleada en una casa de comidas “healthy” en el corazón de Berlín, puede dejar perplejo.
¿Continuidad? Pero Scholz no pertenece al partido de Merkel… “Pero está mucho más cerca de ella que Amin Laschet, que no le llega ni a la suela de los zapatos”, dice con sinceridad.
Berlín amaneció este lunes bajo un cielo de plomo, pero con la misma serenidad que el día anterior: un domingo electoral cuyos resultados podrían haber terminado con 16 años de reino de la democracia cristiana.
Calles silenciosas, ausencia absoluta de ruido, riguroso respeto de las señales de tránsito a pesar de las altas velocidades autorizadas, automóviles de un lujo alemán, limpieza urbana digna de un hospital… Sin olvidar el acatamiento obsesivo de las reglas sanitarias vigentes: el barbijo no es obligatorio en la calle, pero exigido en todo espacio cerrado, así como el famoso pase sanitario para poder consumir al interior de un restaurant o cortarse el pelo en una peluquería.
Orden y rigor. Alemania es eso y nada permite creer que sus habitantes tengan intensiones de cambiar. Entonces, ¿cómo entender la aparente traición de los electores?
“Estudiando en detalle la personalidad del hombre que probablemente dirija los destinos del país durante los próximos cuatro años es claro comprender que no hubo ninguna traición”, asegura Marion Van Renterghem, biógrafa de la canciller.
El experimentado Olaf Scholz, de 63 años, que adhirió a su partido a los 17 y es miembro del Bundestag desde hace 23, trabajó su perfil de heredero de la canciller saliente en la recta final de la campaña. Ministro de Trabajo de Merkel durante la crisis financiera y después ministro de Finanzas y vicecanciller en los últimos cuatro años, tiene un temperamento y una concepción de la política que lo colocan exactamente en la continuidad de la actual jefa de gobierno.
Aun cuando el humor no sea su fuerte, Scholz no dudó en subrayar esa proximidad con malicia. Por ejemplo, cuando aseguró en un afiche de campaña que podía convertirse en “una” canciller, imitando además el gesto tradicional de Merkel, sus manos en rombo.
Muy cerebral como ella, ese exabogado laboral nacido en Osnabrück en una familia de tres varones, es un hombre del norte. Poco inclinado a la conversación, cultiva la discreción y no detesta nada tanto como los conflictos, que se aplica a resolver con pragmatismo, al abrigo de las miradas.
“Lo voté porque me tranquiliza. Porque durante la pandemia hizo todos los esfuerzos necesarios para resolver los problemas creados por el confinamiento. En este momento, no era cuestión de cambiar de rumbo”, dice Melania Huber, una abogada penalista de 45 años que votó toda su vida a los conservadores. “Cambiar de rumbo hubiera sido votar por Laschet”, agrega.
A su juicio, como para casi todos los entrevistados en este reportaje, Angela y Olaf tienen la misma capacidad de superar las fronteras partidistas. Como la canciller, que adoptó una política más social de la que aspiraba la base de la CDU, Scholz administró el presupuesto alemán como un hombre de derecha, defendiendo la ortodoxia más estricta hasta la llegada de la pandemia, lo que terminó alejándolo de las bases de su partido. El candidato socialdemócrata ya se había posicionado a la derecha del SPD desde los años 2000, defendiendo la liberalización del mercado laboral propuesta por el canciller Gerhard Schröder.
Esa ley “Hartz IV”, apoyada por la unión CDU-CSU, permitió a Alemania recuperar su economía al precio de una lógica punitiva para los desempleados. También provocó una crisis de identidad en el seno de la socialdemocracia, mientras que el realismo de Olaf Scholz le valió una durísima derrota cuando se candidateó a la presidencia del partido: los militantes prefirieron a Saskia Esken y a Norbert Walter-Bojans, dúo desconocido del gran público, pero que reivindicaba un golpe de timón a la izquierda.
Pero la llegada de la pandemia a comienzos de 2020 cambió su imagen. Al anunciar en marzo un “misil” de 1,1 billón de euros, el ministro de Finanzas se transformó en ardiente keynesiano, dispuesto a gastar y endeudarse a cualquier precio para mantener la economía y los empleos a flote.
“Si no hubiera sido por él, este país sería un desastre”, dice con seguridad Gerhard Wieder, de 50 años, empleado de una empresa de mudanzas. “Los primeros que hubiéramos perdido el empleo somos nosotros, la gente que se acerca a la jubilación. Su pragmatismo, acompañado por la decisión de Angela de olvidarnos del rigor, fueron fundamentales”, precisa Gerhard que, a pesar del cese de actividades durante meses, pudo seguir pagando el préstamo bancario para la compra de su casa.
El éxito de ese giro reconcilió a Olaf Scholz con la base del partido. Su estatus de sólido administrador de crisis, en contacto directo con los grandes dirigentes del planeta, reforzó su estatura ante la opinión alemana. Hasta fines de junio, los votantes hacían aún la diferencia entre el hombre, clasificándolo entre las personalidades políticas preferidas, y su partido, estancado en 15% de las intensiones de voto.
A mediados de julio, mientras sus rivales multiplicaban las “gaffes”, Olaf Scholz, calzado con botas de goma, recorría las regiones de la inundación prometiendo un amplio apoyo financiero a las víctimas.
“Frente a sus adversarios, Scholz supo ganarse una incomparable simpatía en los alemanes, que lo identificaron rápidamente con Merkel”, reconoce Maria Shneider, periodista del diario Die Welt que siguió su campaña.
Los resultados de la elección lo demuestran. Ahora solo le queda demostrar la misma capacidad de negociación que la canciller saliente para conseguir en las próximas semanas formar una coalición. La condición sine qua non para ganar definitivamente su título de heredero de Angela Merkel.
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