Cómo hizo Lula para convertirse en uno de los presidentes más populares de la región
El presidente de Brasil tiene una popularidad superior al 40% y una imagen positiva del 60%, impulsada principalmente por las buenas noticias de la economía; mientras, el bolsonarismo está en “hibernación”
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RIO DE JANEIRO.- Cuando el 8 de enero pasado seguidores del expresidente brasileño Jair Bolsonaro invadieron violentamente las sedes de los tres poderes del país -Ejecutivo, Judicial y Legislativo- el mundo temió por la democracia brasileña y por el futuro del recién asumido gobierno del presidente Luiz Inácio Lula da Silva. Pasaron solo nueve meses, pero esos temores parecen haberse disipado. En ese período, el expresidente fue condenado por el Supremo Tribunal Federal por sus ataques al sistema electoral e inhabilitado para volver a disputar cargos públicos de por vida, mientras que Lula pasó de tener 56% de imagen positiva a 60%, según la última encuesta de Qaest, contando con el apoyo, por ejemplo, de mujeres evangélicas que en 2022 votaron por Bolsonaro.
¿Cómo se explica el buen desempeño del jefe de Estado brasileño? La recuperación económica es el principal factor que le permitió a Lula tener actualmente uno de los más altos índices de aprobación a su gestión en la región, según Qaest, del 42%. La media regional, medida, entre otros, por Latinobarómetro, es de alrededor del 30%.
La economía le está dando buenas noticias a Lula y a su ministro de Hacienda, Fernando Haddad, para muchos un posible sucesor. En el segundo trimestre, el PBI brasileño creció 0,9%, superando las estimaciones de economistas privados y obligándolos a revisar sus proyecciones para 2023. Ahora, muchos creen que Brasil podría terminar el año con crecimiento de hasta 3%.
El agro es un fuerte motor de la economía brasileña, y otra fuente de buenas noticias para Lula. Este año, el país superó a los Estados Unidos como principal exportador mundial de maíz, después de 50 años de liderazgo norteamericano.
Haddad fue clave para que el tercer gobierno de Lula encontrara un rumbo, opina Felipe Nunes, director de Qaest. “El ministro instaló una agenda muy clara, que busca el déficit fiscal cero en 2024, contuvo la inflación y generó crecimiento. Eso le dio a Lula la posibilidad de tener una agenda internacional ambiciosa, hablar de temas como la protección del medio ambiente y los cambios climáticos, y presentar a Brasil al mundo como un socio confiable y estratégico”, dijo Nunes a LA NACION.
El ministro es quien viene logrando establecer buenas relaciones con el Congreso, ámbito en el que Lula sigue enfrentando resistencias y siendo obligado a negociar con los partidos del llamado Centrão (de centro, centro-derecha y derecha), los mismos que le dieron viabilidad al gobierno de Bolsonaro. El gobierno de Lula depende de estas negociaciones -que en muchos casos implican espacios en su gabinete y recursos para parlamentarios opositores- para que las medidas que Haddad necesita aprobar tengan el respaldo necesario.
Por ahora, la nave va. El Centrão aceptó negociar con Lula y, según explica el analista Leonardo Barreto, director de la consultora Vector, con sede en Brasilia, “exbolsonaristas de partidos que estuvieron con Bolsonaro quieren entrar al gobierno de Lula y pasaron del pesimismo a la euforia. Pero hay que ser cautelosos, porque el presidente está muy lejos de dominar la agenda legislativa”. El poder del presidente de la Cámara de Diputados, Artur Lira, es grande, y Lula sabe y debe aprender a convivir con esa realidad. “Hacemos encuestas entre los diputados y el respaldo a Lula aumentó, pero sigue siendo insuficiente. Muchos hacen bromas del tipo ‘para hacer tal cosa Lula va a tener que entregar otros tres ministerios’”, comenta Barreto.
El presidente pretende aumentar de 37 a 38 su número de ministerios para atender a las demandas de sus nuevos aliados. Quedará muy cerca de equiparar los 39 ministros que tuvo el gobierno de la expresidenta Dilma Rousseff.
Economía
Lula arrancó su tercer mandato con 77 años y 40% de aprobación. Bajó a 36% en abril y actualmente tiene 42%. Su imagen positiva empezó en 56%, llegó a 51% en abril y hoy llega al sorprendente 60%. Uno de sus grandes aciertos, sostiene Nunes, fue poner a la economía en el centro de la agenda política nacional. Con la inflación bajo control y el PBI en alza, el camino elegido por el veterano presidente dio buenos resultados.
“Si Lula empezara a meterse en temas de valores culturales, costumbres, tendría problemas. Hoy hasta mujeres evangélicas que votaron por Bolsonaro lo apoyan porque la economía va bien”, sostiene el director de Qaest.
El expresidente Bolsonaro, incluso antes de dejar el poder, perdió el respaldo contundente que tenía dentro de las Fuerzas Armadas, según mostró una encuesta de la consultora. Los recientes escándalos de corrupción involucrando al exjefe de Estado, su mujer, Michelle, y sus colaboradores, terminaron de generar un momento para el bolsonarismo duro que Nunes define como de “hibernación”. “El bolsonarismo va a esperar el verano, el calor, para volver. Todavía es una visión del mundo que encuentra fuerza en la realidad, pero hoy necesita lidiar con un escenario adverso. Mientras tanto, Lula avanza”, dice el director de Qaest.
En un reciente artículo publicado en Americas Quarterly, su editor jefe Brian Winter, un conocido brasilianista, aseguró que “Brasil se siente casi normal nuevamente”. ¿Cómo sería ese casi normal? Básicamente, dijo Winter a LA NACION, “una economía que está superando las expectativas, el impacto positivo para Lula y la democracia brasileña que provocó la catarata de problemas que enfrenta Bolsonaro, y la importancia de que Brasil tenga un presidente que sabe gobernar”.
En sus nueve meses al frente del Palacio del Planalto, el presidente brasileño recibió muchas críticas por su dificultad inicial de articular con el Congreso, y algunas de sus posiciones sobre política exterior, entre ellas en relación a la guerra entre Rusia y Ucrania, y el apoyo al presidente de Venezuela, Nicolás Maduro. Hubo algunas turbulencias, pero en los últimos dos meses Lula parece haberse recuperado interna y externamente.
“Podemos no estar de acuerdo con las políticas de Lula, pero sabe generar confianza, estabilidad institucional, y le está dando un poco de tranquilidad al país después de diez años de muchas turbulencias. ¿Esto es suficiente en el mediano plano? No sabemos y es legítimo hacernos esa pregunta”, argumenta Winter.
A diferencia del Brasil de Lula, amplía el periodista americano que vivió en Brasil y en la Argentina, los Estados Unidos de Joe Biden enfrentan la posibilidad de un regreso de Donald Trump al poder. “Biden tuvo la primavera que hoy tiene Lula, pero ese momento pasó. La pérdida de popularidad empezó con la retirada de tropas de Afganistán y el aumento de la inflación. Biden bajó a 40% de popularidad y nunca más se recuperó”, comenta Winter.
Con 42% de apoyo entre los brasileños, opina Barreto, Lula tiene actualmente 65% de posibilidades de ser reelecto en el 2026. No está claro si ese será el deseo del presidente, y tampoco si su salud se lo permitirá. Pero si la economía le sigue dando buenas noticias, Lula tiene un horizonte envidiable, en una América Latina que ya se acostumbró a gobiernos inestables, crisis económicas y presidentes que pierden rápidamente la popularidad conquistada después de su triunfo en las urnas.
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