Cómo fueron los años en la Argentina de Manuel Rocha, el exrepresentante de EE.UU. acusado de espiar para el régimen cubano
El exdiplomático norteamericano tuvo un paso entre 1997 y 2000 en una etapa de gran turbulencia política; estuvo al frente de la embajada durante el fin del menemismo y el comienzo del gobierno de Fernando de la Rúa
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Víctor Manuel Rocha, el exdiplomático norteamericano de 73 años arrestado y acusado de haber actuado durante décadas como un agente encubierto del régimen de Cuba, tuvo un paso por la Argentina entre 1997 y 2000, durante una época turbulenta para el país: el fin del menemismo y el comienzo del gobierno de Fernando de la Rúa, con Domingo Cavallo al frente del Ministerio de Economía, que precedió al estallido de 2001 y una crisis política con cinco presidentes en 11 días.
En 1997, Rocha aterrizó en Buenos Aires, donde primero se desempeñó como Deputy Chief of Mission y, desde octubre de ese año, como Charge d’Affaires. Durante ese último período, hasta mediados de 2000, fue el máximo representante de Estados Unidos en el país, ya que la embajada no tenía un enviado oficial (el senador Jesse Helms nunca aprobó el pliego del reemplazante del exembajador James Cheek), pero su título oficial era el de “encargado de negocios de Estados Unidos”.
Rocha asumió en medio de la guerra desatada entre las empresas Siemens e Itron, del grupo Macri, por la privatización del DNI y la informatización de controles fronterizos, que implicó una supuesta alianza entre Alfredo Yabrán y Francisco Macri. Su rol en ese entonces fue equiparar las diferencias que tenían Washington y la embajada de EE.UU. en la Argentina sobre Yabrán: una nota de 1997 publicada por este medio reveló que Rocha “habría sido convencido por James Cheek, para que le transmitiera al Gobierno que Yabrán no preocupa a Washington en la licitación de los DNI”. Pero finalmente el proyecto no prosperó.
Según los medios de aquel entonces, Rocha intentó moverse por debajo de la superficie y siempre marcaba el “poco afecto a pronunciamientos públicos sobre temas internos”. Sin embargo, le tocó liderar la embajada más importante mientras el país atravesaba circunstancias candentes.
Una de sus primeras apariciones en público fue en la comida mensual de la Asociación de Entidades Periodísticas Argentinas (Adepa), en mayo de 1998, donde habló por primera vez frente a otros funcionarios y criticó las leyes de propiedad intelectual -en especial la Ley de Patentes- sancionadas por la Argentina dos años antes. En ese entonces, la legislación nacional sobre patentes era uno de los temas más controvertidos en la relación de la Argentina con los Estados Unidos.
Si bien el país insistió en la norma que regula la propiedad intelectual (había sido vetada por Menem) dicha ley nunca fue aceptada por Washington. Y Rocha se llevó las críticas: el diputado Emilio Martínez Garbino, entonces presidente de la Comisión de Industria de la Cámara baja, dijo que podría ser declarado “persona no grata”, por “sus intromisiones en los asuntos internos de nuestro país”. A la vez, la cámara de los laboratorios nacionales (Cilfa), tildó sus dichos de “hipócritas y desubicados”.
Rocha también estuvo en el ojo de la tormenta por las consecuencias del atentado contra la AMIA. Fue el responsable de entregarle a Menem un informe de 33 carillas de la Oficina Federal de Investigaciones (FBI) de los Estados Unidos que concluía que el atentado “fue organizado y ordenado desde Irán” y que señalaba como probables implicados en la conexión local a “grupos carapintadas y policiales, y observó deficiencias estructurales en la investigación”.
Como representante de Estados Unidos en el país, recibió a distintos funcionarios de todo el mundo -como el secretario de Defensa de los Estados Unidos, William Cohen- y estuvo presente en momentos significativos, como la visita de Henry Kissinger a la Argentina, en 1998, o la visita de trabajo de De la Rúa a Washington, a mediados de 2000, para reunirse con el entonces presidente, Bill Clinton, un momento de relaciones “sumamente cordiales entre nuestros países”, según definió Rocha en una columna que escribió para LA NACION.
Vínculo con Menem
En marzo de 1998, Rocha habló por primera vez sobre un debate político del momento: la posibilidad de que el presidente Carlos Menem se lanzara en busca de un tercer mandato, en contra de lo establecido por la Constitución nacional. Aunque nunca se había pronunciado al respecto y había aclarado que era una “cuestión interna” del país, dijo que “lo único que podríamos comentar es que existe una Constitución y existe un compromiso del presidente de ser fiel a esa Constitución”, dejando entrever que los Estados Unidos no veían con buenos ojos el incumplimiento de la ley.
Rocha era un garante de la convertibilidad. En mayo de 1999, cuando se precipitaba el fin del menemismo, Rocha participó en un encuentro con un grupo de inversores en el World Trade Center, donde, según recopiló LA NACION, había afirmado que “gane quien gane las elecciones presidenciales, la convertibilidad no será tocada”. Sin embargo, la Argentina abandonaría dos años después esta política, en medio de una profunda crisis financiera y social.
El 20 de junio de 2000, Rocha se retiró de su labor en la Argentina con la Orden de Mayo en el grado de Gran Oficial, un reconocimiento que fue otorgado por el gobierno de Fernando de la Rúa y entregado por el entonces vicecanciller, Horacio Chighizola. Rocha se mudó a Bolivia pocos días después, y dejó la embajada en manos de su sucesor, el embajador James Walsh.
“Lo despedimos con nostalgia por todo lo hecho”, dijo Chighizola al hablar en nombre de De la Rúa, en un acto de despedida a Rocha realizado en la embajada de los Estados Unidos, según recopiló LA NACION, con la presencia de otros políticos como José Luis Machinea, Ricardo López Murphy, Alberto Flamarique, Santiago Soldati, e incluso el entonces Subdirector de este medio, José Claudio Escribano.
Rocha dijo en su mensaje de despedida que el secreto de su labor había sido escuchar, y que creía que había sabido hacerlo, aun con gente cuyas ideas no hubiera compartido. “Heredé una relación que venía bien y la dejo mejor”, dijo.
Al agradecer la hospitalidad argentina, Rocha expresó que le había tocado un “período excepcional”: en su gestión, no sólo Menem y De la Rúa fueron recibidos en Washington, sino que, además, el expresidente de Estados Unidos Clinton viajó a Buenos Aires.
Sobre esto dejó una frase que quedaría para la posteridad: “De la Rúa y Clinton se sedujeron mutuamente”.
Con la colaboración de Juan Manuel Trenado
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