Como en Níger, un corredor de golpes de Estado genera caos de costa a costa en África
La región ya constituye la franja de gobiernos militares más extensa del planeta; la mayoría llegó al poder en los últimos dos años
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NAIROBI, Kenia.– El cinturón de golpes de Estado en África atraviesa todo el continente, en una línea de seis países que se extiende de costa a costa a lo largo de más de 5500 kilómetros y que se ha convertido en la franja de gobiernos militares más extensa del planeta.
La semana pasada, el golpe militar en Níger, en África Occidental, derribó el último dominó de una franja que va desde Guinea, en el oeste, hasta Sudán, en el este. Se trata de países controlados por juntas militares que en casi todos los casos, salvo uno, llegaron al poder en los últimos dos años.
El último líder en caer fue el de Níger, Mohamed Bazoum, un aliado de Estados Unidos elegido democráticamente que desapareció el miércoles, cuando sus propios guardias lo detuvieron en el palacio presidencial de la capital, Niamey. Su jefe de seguridad ahora dice estar al mando del país.
“Hemos decidido intervenir”, dijo anteayer en un discurso televisivo el nuevo gobernante autoproclamado de Níger, el general Abdourahmane Tchiani.
El golpe resonó instantáneamente mucho más allá de Níger, un país extenso y pobre en una de las regiones más complicadas del mundo. Los líderes africanos hicieron sonar la alarma ante el último golpe sufrido por la democracia en un continente donde se están esfumando los avances obtenidos a duras penas a lo largo de décadas.
“África sufrió un revés serio”, dijo el viernes el presidente de Kenia, William Ruto.
Para Estados Unidos y sus aliados, el golpe plantea preguntas urgentes acerca del combate contra los militantes islamistas en el Sahel, la enorme región semiárida africana donde grupos vinculados con Al Qaeda y Estado Islámico están ganando terreno a un ritmo alarmante, pasando del desierto hacia el mar. Gran parte del Sahel se superpone con el cinturón de golpes de Estado que acaba de formarse y que se extiende de costa a costa.
El Sahel superó a Medio Oriente y Asia del Sur y se convirtió en el epicentro global de la violencia jihadista, con el 43% de las 6701 muertes en 2022, mientras que en 2007 representaba apenas el 1%, según datos del Índice de Terrorismo Global, un estudio anual del Instituto para la Economía y la Paz.
Hasta la semana pasada, Níger era la piedra angular de la estrategia regional del Pentágono. En el país hay por lo menos 1100 tropas norteamericanas, y las fuerzas militares de Estados Unidos construyeron bases de drones en Niamey y en la región norteña de Agadez. Ahora todo eso corre peligro.
Amenaza
Este sábado el secretario de Estado norteamericano, Antony J. Blinken, advirtió que si Bazoum no vuelve al cargo, podría dar por terminados su apoyo financiero y la cooperación en seguridad con Níger. Aunque algunos funcionarios dicen que Estados Unidos se resiste a ir tan lejos, Blinken fue inequívoco.
“La asistencia muy significativa que hemos instalado y que está generando una diferencia material en la vida del pueblo de Níger está claramente en peligro”, dijo Blinken. “Y eso es lo que les hemos comunicado de la manera más clara posible a los responsables del golpe.”
Pero un eventual retiro norteamericano podría dejarle la puerta abierta a Rusia.
En los últimos años, Moscú se ha posicionado en una franja de África como el abanderado de un sentimiento anti-Occidente, y en especial antifrancés.
El presidente de Rusia, Vladimir Putin, intentó aprovechar esa grieta en la cumbre Rusia-África de esta semana en San Petersburgo, donde propuso liberar a los países africanos del “colonialismo y neocolonialismo”.
Cóctel explosivo
Pero si bien el cinturón de golpes se convirtió en el teatro de maniobras geopolíticas, los expertos dicen que los golpes en sí están basados en una mezcla explosiva de factores locales.
En Guinea, los líderes justificaron el golpe por la bronca de la opinión pública ante la corrupción generalizada; en Mali y Burkina Faso, dijeron que iban a terminar con la corriente de militancia islamista que asola a sus países.
En realidad, la violencia insurgente se propagó bajo las juntas militares, acelerando la espiral de inestabilidad.
En Burkina Faso, los ataques, antaño confinados en el norte del país, se han acercado a la capital en los últimos meses. En Mali, donde los militares reemplazaron 5000 tropas francesas con casi 1000 mercenarios rusos del Grupo Wagner, las muertes de civiles han aumentado, según el Proyecto de Datos de Eventos y Ubicación de Conflictos Armados.
En todas partes, un factor importante es la debilidad de los Estados. El Sahel tiene algunos de los países más pobres del mundo y los índices más altos de natalidad (Níger, donde las mujeres tienen en promedio siete hijos, encabeza la lista). Sus poblaciones cada vez más numerosas de jóvenes desempleados engrosan las filas de los insurgentes.
“Hay un efecto contagio”, dice Issaka Souaré, autor de un libro sobre golpes de Estado en África Occidental. “Ves que tus colegas en los países vecinos derrocaron a los civiles y sentís que tenés la alfombra roja preparada. Y querés hacer lo mismo que ellos”.
Por Declan Walsh
Traducción de Ignacio Mackinze
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