Cómo el vacío de poder en Irak y Siria ayuda al resurgimiento de ISIS
Casi tres años después de perder su último enclave, la amenaza letal de Estado Islámico está volviendo a emerger
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JALULA, Irak.- Yousif Ibrahim ya no se atreve a transitar por los caminos que rodean Jalula, su ciudad natal, en el nordeste de Irak: tiene miedo de quedar en medio de un ataque de Estado Islámico (EI). “La policía y el Ejército ya no entran mucho en nuestra zona, y cuando entran, los combatientes los sacan a los tiros”, dice Yousif, de 25 años, que se gana la vida vendiendo pescado en un mercado cercano.
Casi tres años después de perder su último enclave, la amenaza letal de Estado Islámico (EI) está resurgiendo, en parte debido al vacío de poder y de control central en varias zonas del norte de Irak, según informan decenas de funcionarios se seguridad, autoridades locales y habitantes de la región.
Estado Islámico está muy lejos de ser la fuerza imparable que alguna vez fue, pero han sobrevivido células de extremistas armados que siguen operando por su cuenta en vastas zonas del norte de Irak y el noreste de Siria, y sus ataques de los últimos meses revelan que se sienten cada vez más seguros.
“Estado Islámico no es tan fuerte como en 2014″, dice Jabar Yawar, un alto funcionario de las fuerzas peshmergas de la región autónoma del Kurdistán iraquí.
“Sus recursos son limitados y no tiene un liderazgo fuerte y unificado”, dice Yawar desde la ciudad de Solimania, capital del Kurdistán iraquí. “Pero si no se resuelve la disputa política, EI volverá”. Y algunos creen que ya está pasando.
A fines de enero, en un pueblo cerca de Jalula, el grupo terrorista llevó a cabo uno de sus ataques más letales contra el Ejército iraquí en muchos años, donde murieron 11 soldados, según fuentes de seguridad iraquí.
Ese mismo día, sus combatientes intentaron tomar por asalto una prisión siria bajo control kurdo, para liberar a los miembros del grupo que están presos en el lugar. Fue el mayor ataque de EI desde el colapso de su autoproclamado califato, en 2019. En la incursión murieron por lo menos 200 presos y extremistas, así como 40 soldados kurdos, 77 guardiacárceles y cuatro civiles.
Los funcionarios y residentes del norte de Irak y el este de Siria atribuyen gran parte de los hechos a la rivalidad entre grupos armados: cuando las fuerzas iraquíes, sirias, iraníes y estadounidenses declararon derrotado al EI, también empezaron a disputarse el territorio antes gobernado por los extremistas.
Ahora, las milicias respaldadas por Irán atacan a las fuerzas estadounidenses, las fuerzas turcas bombardean a los militantes separatistas kurdos, y entre el gobierno de Bagdad y la región autónoma del Kurdistán iraquí se cuece una grave disputa territorial. Esas tensiones socavan la seguridad regional y la gobernabilidad de Irak, y fogonean la misma confusión que en el pasado hizo crecer a EI.
Para Yousif, eso implica cruzar puestos de control manejados por soldados iraquíes y paramilitares musulmanes chiitas para ir a vender pescado a una ciudad que hasta hace unos años controlaban los kurdos. Y, según los funcionarios de seguridad locales, los combatientes de EI se esconder precisamente en las tierras de cultivo remotas que se encuentran entre un control militar y otro.
Cicatrices
El mismo patrón se observa a lo largo del corredor de 650 kilómetros de montañas y desiertos a través del norte de Irak hasta Siria, antes perteneciente al califato.
Pueblos como Jalula muestran las cicatrices de los feroces combates de hace unos cinco años: edificios reducidos a escombros y paredes con agujeros de metralla.
En algunas partes de Irak donde EI está operativo, la principal disputa es entre el gobierno de Bagdad y la región autónoma de los kurdos, el Kurdistán iraquí, un territorio estratégico y lleno de ingentes reservas de petróleo que reclaman ambas partes.
En esa región ocurrieron los peores ataques de los jihadistas en Irak durante los últimos meses, donde murieron docenas de soldados, combatientes kurdos y civiles, en actos de violencia que las autoridades locales atribuyen a militantes leales al grupo extremista.
Según Yawar, los combatientes de EI aprovechan para reagruparse esa “tierra de nadie” que hay entre el Ejército iraquí y los puestos de control de las milicias kurdas y chiitas. “Entre el Ejército iraquí y los peshmergas kurdos hay una franja de hasta 40 kilómetros de ancho”, dice Yawar.
Mohammed Jabouri, comandante del Ejército iraquí de la provincia de Saladino, dice que los militantes suelen operar en células de entre 10 y 15 integrantes.
Según el comandante, debido a la falta de acuerdo sobre el control del territorio, hay zonas donde ni el ejército iraquí ni las fuerzas kurdas pueden entrar para perseguir a los extremistas. “Y es precisamente la zona donde EI está más activo”, dice Jabouri.
John Davison
Agencia Reuters
Traducción de Jaime Arrambide
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